Quiénes eran los diez estudiantes secuestrados en “La noche de ...

16 Sep 2023

Daniel Racero, Horacio Ungaro, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, María Clara Ciocchini y María Claudia Falcone, los seis estudiantes desaparecidos en La Noche de los Lápices

La Plata, luego del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, se transformó en una de las ciudades más castigadas por la represión ilegal. Por entonces, el coronel Ramón Camps era el despiadado jefe de la Policía Bonaerense. Y su segundo no le iba en zaga: el comisario Miguel Etchecolatz. Los militares habían puesto el ojo en la juventud de la capital de la provincia de Buenos Aires. En las afueras de la ciudad habían instalado el centro clandestino de detención La Cacha, uno de los más terribles. Allí operaban el Ejército, la Policía y el Servicio Penitenciario Bonaerense en la tarea de la tortura y la desaparición de personas, el último eslabón del horror.

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Ciudad universitaria, La Plata era la encrucijada donde se encontraban jóvenes llegados desde todo el país para estudiar. Desde finales de la década del ‘60, la Universidad Nacional y los colegios secundarios -en especial los tres que dependían de ella; el Colegio Nacional, el Liceo Víctor Mercante y la Escuela de Bellas Artes- eran ámbitos de profundo debate político y militancia. Los focos de atención de los estudiantes eran las agrupaciones revolucionarias, como la Tendencia peronista y la izquierda.

Ramón Camps, el temible jefe de la policía bonaerense durante la dictadura

Cuando llegó septiembre del 76, los grupos de tarea ya habían sembrado el terror. Cerca del Día de los Estudiantes, entre el 9 y el 21 de septiembre, dieron un golpe brutal. Secuestraron a diez jóvenes estudiantes de colegios secundarios. Algunos militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Otros, en la Juventud Guevarista. La mayor parte de los secuestros sucedieron al caer la tarde del 16 de ese mes. A esa faena en las sombras se la bautizó La noche de los lápices. Luego de meses de tormentos y encierro, cuatro de ellos fueron pasados a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, como se decía a los presos políticos que no estaban procesados por la justicia. Y sobrevivieron. Pero a 47 años de la triste historia, seis permanecen desaparecidos. En el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), se indica que “los adolescentes secuestrados habrían sido eliminados después de padecer tormentos en distintos centros clandestinos de detención, entre los que se encontraban: Arana, Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes, Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires y las Comisarías 5ª, 8ª y 9ª de La Plata y 3ª de Valentín Alsina, en Lanús, y el Polígono de Tiro de la Jefatura de la Provincia de Buenos Aires”.

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En 1975, durante el gobierno de Isabel Perón, las agrupaciones juveniles de La Plata tenían su propio monstruo, su propia Triple A, la Concentración Nacional Universitaria. No obstante, habían luchado por conseguir -y lo obtuvieron- el boleto estudiantil. Por eso siempre se dijo que habían sido secuestrados por militar esa conquista. Sin embargo, no parece probable. Más bien, fue la arrasadora brutalidad de los hombres de Ramón Camps, que se encargaban de “marcar” a los militantes para luego capturarlos y llevarlos a las mazmorras del Proceso. Como dijo en una entrevista Emilce Moler, una de las sobrevivientes, “nos detuvieron porque éramos militantes de la UES, no fuimos víctimas inocentes”.

Una marcha estudiantil en la década del '70 por el boleto estudiantil

Aunque bajo el rótulo de La noche de los lápices se circunscriben los sucesos de diez jóvenes, desde un tiempo antes era incesante la desaparición de estudiantes secundarios. De ello da cuenta la Resolución no. 1048/15 de la Universidad Nacional de La Plata, que reparó los legajos de estudiantes víctimas del terrorismo de Estado. Por increíble que parezca, hasta ese momento aún figuraban, en casi todos los casos, como “desertores” de las instituciones educativas a las que pertenecían. Allí se señala que “este hecho histórico, constituido por una serie de secuestros de estudiantes secundarios con militancia política y estudiantil efectuados en La Plata durante el mes de setiembre de 1976, se enmarca según investigaciones recientes de esta Universidad, en el plan sistemático de exterminio que llevó adelante la última dictadura cívico militar. Que esta persecución se inició a fines de 1975, con el asesinato de Ricardo Arturo “Patulo” Rave, dirigente de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de La Plata y continuó durante los años de la represión dictatorial”.

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El Destacamento de Arana, uno de los centros clandestinos de detención que formaban parte del llamado "circuito Camps"

Además, menciona todos los casos registrados en septiembre de 1976. Allí se puede leer: “El 1° de setiembre de 1976, tras ser citados por Juan Antonio Stomo, Vicerrector del Turno Mañana del Colegio Nacional “Rafael Hernández”, cuatro alumnos fueron interrogados por personal de civil dentro de esa institución: Eduardo Pintado, Víctor Vicente Marcasciano, Pablo Pastrana (militantes comunistas) y Cristian Krause. Al salir de la escuela, excepto Pintado que logró escapar, a pocas cuadras los restantes fueron secuestrados y puestos en cautiverio bajo condiciones inhumanas, en un Centro Clandestino de la región y tiempo después fueron liberados”. Y continúa: “el 4 de septiembre de 1976, fueron secuestrados los estudiantes secundarios Victor Triviño de la Escuela Media N° 2 “La Legión” quien continúa desaparecido, Fernanda Maria Gutiérrez egresada del Liceo “Victor Mercante”, Graciela Torrano del Bachillerato de Bellas Artes “Prof. Francisco Américo De Santo”, Luis Cáceres de la Escuela Técnica y Carlos Mercante del Colegio del Pilar, éstos últimos cuatro estudiantes eran militantes del Grupo de Estudiantes Socialistas Antiimperialistas (GESA)”.

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Gustavo Calotti, sobreviviente

El 8 de septiembre de 1976 fue secuestrado el primero de los diez jóvenes a los que se asocia con La noche de los lápices. Gustavo Calotti tenía 17 años e iba a quinto año del Colegio Nacional Rafael Hernández. Lo increíble de este caso, según él mismo declaró ante el Tribunal Oral N° 1 que investigaba la desaparición de Nilda Eloy, es que fue capturado en su trabajo como empleado de la sección Correo de la Tesorería de la Jefatura de la Policía Provincial, a metros del despacho del comisario Etchecolatz. Pasó por la División de Cuatrerismo de Arana, donde lo torturaron. También contó que el 23 de septiembre fue llevado junto a un gran número de detenidos a la Brigada de Investigaciones de Quilmes (el Pozo de Quilmes) y que en medio del traslado bajaron a muchos de los desaparecidos de La noche de los lápices. Allí vio detenida a Emilce Moler. Luego fue llevado a la Comisaría 3° de Valentín Alsina, y más tarde lo derivaron a la Unidad 9 de La Plata, ya detenido a disposición del PEN. Fue liberado el 25 de junio de 1979. Tres meses después se fue del país. Durante esos 90 días, dijo, fue seguido en forma permanente.

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Claudio de Acha

El 15 de septiembre, una célula de la policía de Camps llegó al domicilio de la calle 73 n° 2539 de Claudio de Acha, que tenía 17 años, estudiaba en el Colegio Nacional de La Plata y militaba en la UES. Según la investigación que se llevó adelante en El Juicio a las Juntas fue trasladado a algunos centros clandestinos bonaerenses, parte de lo que se conoció como “el circuito Camps”. En primer lugar lo llevaron al Destacamento de Arana y luego al Pozo de Banfield. Es uno de los seis desaparecidos de La noche de los lápices.

María Clara Ciocchini

El 16 fue el día con mayor cantidad de secuestros. Allí cayó María Clara Ciocchini, a quien llamaban “La Cieguita”. Nacida en Bahía Blanca, donde había sido scout en la Orden Pequeña Obra, comenzó a militar en los barrios carenciados de esa ciudad. Ese trabajo la puso en la mira de la Triple A. A finales de 1975, su madre se mudó a La Plata. Allí formó parte de la UES y se puso de novia con Humberto Ungaro. Por seguridad, no dormía en su casa. Lo hacía en un departamento de la calle 56 n°568, que pertenecía a su tía Rosita. Pensaba en dejarlo, cuando un grupo de tareas la capturó. Fue enviada, como De Acha, al Destacamento de Arana y el Pozo de Banfield. Y está desaparecida.

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María Claudia Falcone

Con María Clara cayó su amiga María Claudia Falcone. Era la más joven de los secuestrados en La noche de los lápices: tenía 16 años y estudiaba en el Bachillerato de Bellas Artes, que dependía de la UNLP. En su casa siempre hubo militancia política. Su padre fue intendente de La Plata durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. Ella era la delegada de su curso y formaba parte de la UES. Una vez secuestrada, hizo el mismo derrotero que su amiga María Clara. Y continúa desaparecida. Su madre, Nelva Méndez, fue Madre de Plaza de Mayo, y falleció en 2007 sin encontrarla.

Horacio Ungaro

El novio de María Clara, Horacio Ungaro tenía 17 años. Como era pecoso, le decían Guille como al personaje de Mafalda. De Gonnet, cursaba el secundario en el Normal N°3. Deportista, le gustaba la natación. Buen alumno, también estudiaba francés. Su militancia la llevaba adelante en barrios carenciados de Berisso y en la UES. Cuando lo secuestraron en una casa de la calle 116 n° 542 estaba junto a su amigo Daniel Alberto Racero. Lo trasladaron a los mismos lugares del “circuito Camps” que a María Clara y María Claudia. Hoy sigue desaparecido.

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Daniel Racero

Racero, al que llamaban “Calibre”, era un año mayor que Horacio. Nacido el 24 de junio de 1958 en Puerto Belgrano, su padre era un suboficial de la Marina, fallecido en 1973. Como su amigo, militaba en la UES, con la que había participado en campañas de vacunación, de reparación de viviendas y de apoyo escolar en villas de la periferia platense. Transitó por los mismos centros clandestinos de detención. Y continúa desaparecido.

Francisco López Muntaner

Uno de los mejores amigos de María Claudia Falcone era Francisco López Muntaner, al que sus amigos llamaban Pancho. Como ella, tenía 16 años y estudiaba en el Colegio de Bellas Artes. En esa institución lo habían becado por ser parte de una familia numerosa, en la que tenía cinco hermanos. Además de militar en la UES, colaboraba con su padre, que tenía un pequeño almacén. En su casa de la calle 17 n° 2123 fue secuestrado y llevado al Destacamento de Arana y al Pozo de Banfield. Pancho es otro de los desaparecidos. Estos últimos cuatro casos fueron parte del mismo operativo, y en muchos casos, los miembros del grupo de tarea llevaban consigo hasta los planos de las casas de los chicos.

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El 17 de septiembre, el horror llamó a la puerta de Emilce Moler. Tenía 17 años, venía de una familia antiperonista y su padre era comisario retirado. Se había enterado del secuestro de sus amigas Claudia y María Clara la noche anterior, cuando hablaba con sus compañeros del Bellas Artes sobre las actividades del Día de la Primavera. Sabía que estaban viviendo en la casa de una tía. Y sintió que esa noche estaría más segura si dormía en la casa de su padre. Pero nada detenía a las hordas de la bonaerense. Entraron al domicilio y la encontraron en pijama. Tuvieron, al menos, la consideración de dejarla vestirse. Pero nada más. Estuvo en el Destacamento de Arana y otros dos centros clandestinos. Es una sobreviviente, y pudo describir el horror en una entrevista con El monitor de la Educación: “Nos desnudaron y nos empezaron a hacer preguntas; ya en una situación de máxima vulnerabilidad. El que me interrogaba era una persona grandota, no le respondí lo que me preguntó y me pegó mucho... Las cosas empeoraron cuando se enteraron de que era hija de un policía, porque mi papá me estaba buscando. El 23 de septiembre, nos sacaron a todos en un camión y empezaron a bajar a Claudia, a Maria Clara, a Horacio, que eran los chicos que yo reconocía. Ahí se bifurcó la historia; yo seguí con Patricia. Nos llevaron a la brigada de Quilmes y en diciembre nos comunicaron que estábamos a disposición del Poder Ejecutivo. Yo no sabía ni qué era eso. Nos trasladaron y después entré a Devoto en enero del 77 , con 17 años”.

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Emilce Moler, sobreviviente (Marea Editorial)

A Patricia Miranda se la llevaron sólo porque ese día estaba con Emilce repasando unos ejercicios de matemáticas. Estudiantes de Bellas Artes, no militaba en política ni en ninguna agrupación estudiantil. Pero lo mismo fue torturada en el “circuito Camps”: pasó por el Destacamento de Arana, el Pozo de Quilmes y la Comisaría 3° de Valentín Alsina. Más tarde estuvo dos años presa en la cárcel de Devoto. Mientras estaba detenida a disposición del PEN, su madre falleció. Pidió ir al velorio y no se lo permitieron. Salió en libertad en 1978. Y nunca quiso brindar su testimonio.

Pablo Díaz, sobreviviente

El último de los secuestrados fue Pablo Díaz. Estudiante del Colegio España -adonde iban los repetidores platenses- es el mayor de los secuestrados en La noche de los lápices, y uno de los más acérrimos cuadros de la UES, además de miembro de la Juventud Guevarista. En septiembre de 1975 había sido parte de la primera marcha por el boleto estudiantil. En esa oportunidad llovía, y no eran más de diez en el reclamo. El 21 de septiembre del 76 tenía 18 años cuando, a las cuatro de la mañana, cuatro autos sin identificación se detuvieron frente a su casa. Intentaron derribar la puerta a golpes. Como no pudieron, tocaron el timbre. Su hermano les contestó por una ventana. Preguntaron por él. Pablo bajó la escalera, y abrió. Lo tiraron al suelo, le taparon los ojos con una venda y se lo llevaron. Además, dijo en su testimonio, robaron joyas de su madre y una cámara fotográfica. Lo llevaron al Destacamento de Arana, allí lo torturaron durante horas. Una noche vio al cura Christian Von Wernich. Les dijo que era “el sacerdote de acá”, y que habría fusilamientos. También, insistente, le inquirió: “¿En qué andabas?”. Pablo testificó que lo peor fueron los simulacros de fusilamiento: “Me sacaron, me pusieron junto a un muro, me dijeron que había otras personas, otras chicas, me dijeron: ‘los vamos a fusilar, a donde van a ir van a estar mejor’. Las chicas lloraban, había desmayos. Yo no sé por qué reaccioné así, pero me quedé mudo, llorando. Tiraron, se escucharon descargas. Yo creí… estaba esperando que me saliera por algún lado sangre, estoy muerto, no estoy muerto… es un segundo, pero es eterno ese segundo”.

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Puesto a disposición del PEN, a Pablo lo trasladaron a la Unidad 9 de La Plata, de donde salió con 22 años. Nunca volvió a la escuela. Hasta que en 2022, a los 64 años y a través del programa FINes, logró finalizar los estudios secundarios. La última materia fue matemáticas, y la aprobó con 7. A la violencia de la policía de Camps le ganó dos veces. Primero, cuando sobrevivió a la tortura. Y ahora, cuando terminó el colegio.

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