El combustible de la venganza

22 Ago 2023
Glass

Óscar B. de Otálora

Martes, 22 de agosto 2023, 00:11

La primera comida que hizo Hugh Glass cuando tenía la garganta abierta, las costillas al aire y una pierna rota por el ataque de un oso fueron unas bayas aplastadas y remojadas en agua. Su segundo alimento fue una serpiente que mató con una piedra y devoró cruda. Una osa le había dejado medio muerto en las orillas del río Grand. Cómo sobrevivió al ataque y el viaje posterior le ha convertido en una leyenda.

Glass es el gran superviviente del Oeste, el ejemplo más extremo de resistencia en condiciones límites. Su historia ha dado pie a decenas de libros y a dos películas. La última es 'Renacido', de 2015 y protagonizada por Leonardo Di Caprio.

Hugh Glass vivió esta aventura en Dakota del Sur. En el otoño de 1823, cuando formaba parte de una expedición de tramperos, una osa le atacó en la orilla del río Grand. Se encontraba en una zona inexplorada a cientos de kilómetros de cualquier lugar en el que le podrían ayudar y rodeado por indios hostiles. Sus heridas eran tan graves que sus compañeros le dieron por muerto. Al ver que todavía vivía, el responsable de la expedición ordenó a dos miembros de la expedición –John Fitzgerald y el adolescente Jim Bridger– que se quedasen con el herido mientras se recuperaba o fallecía. Le abandonaron tras quitarle el rifle, el cuchillo y el pedernal.

Pelea con lobos

Glass agonizante, juró sobrevivir para ajustar cuentas. La venganza fue su combustible. El trampero recompuso su pierna rota como pudo y comenzó a gatear hacia el suroeste. Sabía que a 320 kilómetros se encontraba el Fuerte Kiowa, el lugar habitado más cercano. Se arrastró durante semanas y en el viaje llegó a pelear con unos lobos que devoraban el cadáver de un bisonte. Les espantó y se comió la carroña que quedaba. Le costó mes y medio llegar al río Cheyenne y allí construyó una balsa para acercarse a su destino. Por el camino, unos indios amistosos le ayudaron a curar sus heridas.

Glass se recuperó y buscó a los tramperos que le habían abandonado. A Bridger le perdonó porque se dio cuenta de que era un crío. A Fitzgerald no le mató porque se había unido al Ejército nortemericano pero le advirtió de que, si dejaba el uniforme, le buscaría y acabaría con él. Diez años después, Glass murió en una emboscada de los arikara.

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