Murió Daniel Levinas, coleccionista de arte y ciudadano del mundo

9 días atrás

A los 75 años murió en su casa de Miami el coleccionista argentino Daniel Levinas, ex presidente del consejo de administración de la Phillips Collection. Levinas, de larga residencia en los Estados Unidos, era también profesor emérito de la Universidad Europea de Madrid y tenía una columna sobre arte y mecenazgo en “El País” de España. Uno de sus hermanos, el periodista Gabriel Levinas, informó que Daniel sufrió una descompensación cardíaca.

El arte formaba parte tan inseparable de su vida cotidiana que su casa en Georgetown, Washington, donde residió durante años con su esposa Mirella, era un ejemplo de esta pasión. “La casa como obra de arte”, tituló este diario un artículo sobre la recorrida que hicimos allí, a la que habíamos sido invitados con la habitual calidez de ambos. Recordamos los párrafos más salientes:

La colección de arte contemporáneo argentino e internacional que poseen Mirella y Daniel Levinas sorprende al visitante a cada paso. En cada rincón hay detalles que revelan el entrenamiento visual de estos coleccionistas que hace ya tres décadas comenzaron a comprar obras contemporáneas y hoy, con la seguridad de los conocedores se dan el gusto de ser atrevidos.

Parte de esta osadía consiste en las dobles lecturas que se establecen entre el sentido de las obras y el lugar elegido para exhibirlas. Un buen ejemplo es un díptico de Vik Muniz pintado con jarabe de chocolate, que domina un comedor amueblado con una mesa de cristal de Murano y sillas de Mies van der Rohe.

Como un estímulo para los sentidos, una extraña muñeca de terciopelo con los pies de acero de Valeska Soares, está montada como al descuido sobre un panel transparente, y un bronce de Edgar De Souza, que representa un hombre con su cabeza enterrada entre las piedras, aparece plantado en medio del jardín. Allí se encuentran las escaleras de Cildo Meireles con los escalones quebrados, ambas descansan sobre un muro exterior, como si estuvieran listas para un escape. El humor ronda por toda la casa, pero gran parte de estos atrevimientos llevan las firmas de artistas cuyas obras se cotizan en fortunas, como el conejo de Jeff Koons, que recibe a los visitantes en el hall de entrada junto a una sensual cerámica del artista Anish Kapoor.

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Es que el verdadero corazón de la casa es el arte. Remodelada con sabiduría por el arquitecto Salo Levinas, hermano de Daniel, la casa del siglo XIX posee una historia legendaria: una de sus propietarias fue la dueña del célebre y fatídico diamante Hope. Pero con el arribo del arte, se convirtió en un escenario codiciado por los coleccionistas, diplomáticos y empresarios que cuando llegan a Washington, sin ningún reparo piden ser invitados para conocer esa conjunción ideal entre las obras contemporáneas y la arquitectura.

Si bien la casa preserva en la fachada el encanto del estilo colonial de sus orígenes, su interior se destaca por la pureza de las líneas modernistas. La remodelación y ampliación demandó, antes que nada, la autorización de la junta vecinal de Old Georgetown y la Comisión Federal de Bellas Artes, instituciones que, cuidadosas de su patrimonio, exigieron que se respetara la fachada. El aspecto exterior permanece igual desde hace más de un siglo, se renovó el blanco inmaculado y se elevó la construcción, respetando las líneas de las tradicionales casas estadounidenses de Maryland o Virginia.

Una historia de glorias

Salo Levinas, junto a sus pares Cesar Pelli, Emilio Ambasz y el uruguayo Rafael Viñoly que estudió en la Universidad de Buenos Aires, también radicados en EE.UU., es un argentino que vive en Washington desde la década del 70 y ha ganado reconocimiento internacional. Entre sus obras se destacan dos templos religiosos en Maryland y, precisamente, el desafío de la casa de Georgetown fue construir un auténtico templo para el arte y dotarlo con las cualidades de un museo.

Su hermano Daniel ha vuelto a sellar la vieja alianza entre el arte y el dinero, que tiene antecedentes notables con banqueros como los Rothschild o los Rockefeller. Pero el coleccionista argentino supo darle una pequeña vuelta de tuerca al sistema bancario. Es la cabeza de la firma MiCash, una tarjeta de debito pensada para los residentes latinoamericanos y de otras nacionalidades que sin tener una cuenta de banco, pueden realizar transferencias de fondos y operaciones monetarias.

Los negocios ocupan un lugar importante en la vida de Daniel, que además es representante de las glamorosas firmas Van Cleef & Arpels y Cartier, pero siempre encuentra tiempo para el arte, pasión que hereda junto a sus hermanos Salo y Gabriel, editor y galerista radicado en Buenos Aires, de su madre artista y diseñadora de modas. Junto a otros prominentes coleccionistas de Washington, fue invitado a presentar una muestra en el Arlington Arts Center, y para ilustrar sus preferencias, eligió una obra de la serie “arte por correo” del argentino León Ferrari, artista que acaba de ganar el León de Oro en la última Bienal de Venecia, el premio más codiciado de las artes.

Recostada sobre una colina, la casa tiene una gran terraza donde se encuentra la pileta de natación. Desde allí, como si fuera una inmensa pintura, se divisa el colorido living a través de un gran ventanal que lo enmarca como si fuera un cuadro. Como una obra de arte que alberga a otra obra de arte. En el parque, las rejas coloniales semejan pinturas abstractas. Todo está bellamente estudiado y todo está donde debe estar, como las fotografías del video “Love Lettering” de Rivane Neuenschwander, que enmarcan la calma del dormitorio principal.

La casa blanca, abstracta y estetizada, configura con su neutralidad el continente ideal para una colección donde se cruzan obras de artistas internacionales como Olafur Eliasson, estadounidenses como Matthew Barney, con latinoamericanos, sobre todo, de Brasil y de Argentina, como una caja con la primera rosa de plomo que modeló Victor Grippo, y trabajos de Fermín Eguía, Liliana Porter, Cristian Segura o, entre otros, León Ferrari.

Para determinar el montaje de las obras, se consultó a Olga Viso, directora del Museo Hirshhorn Sculpture Garden, pero los trucos juguetones del arte y la arquitectura delatan el singular ingenio de los hermanos Levinas. Al terminar de recorrer la casa, queda la certeza de que el arte está allí porque depara cierto grado de felicidad, que al fin de cuentas resultó ser un buen compañero para la casa y también para la vida. Se sabe, ninguna colección es igual a otra, algunas utilizan el arte como un producto jerarquizado que ayuda a consolidar el prestigio, pero la de Levinas irradia la energía y la pasión que provoca coleccionar un arte que lo convierte en ciudadano del mundo.

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