Cómo convertir a la reina Letizia en nuestra Taylor Swift: el secreto ...

12 Dic 2023

Dos imágenes virales muy concretas comienzan a cerrar el año 2023, como el metafórico lazo de un año para el olvido. En la primera, vemos en un clip cómo todo un cine se pone en pie para cantar y bailar los hits de 'Renaissance', la película rodada en la última gira de Beyoncé. Es lo más parecido a un culto religioso que hemos visto en el showbussiness reciente. La otra es la de Taylor Swift (33 años) en la portada de la revista Time como personaje del año: es la primera persona del mundo del entretenimiento que lo consigue, desde su creación en 1927 y se suma a 14 presidentes de Estados Unidos y tres papas.

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Foto Mujerhoy.com

En un planeta pop dominado por la diosa Beyoncé, la irrupción de Taylor Swift puede parecer descafeinada. Y, efectivamente, la Generación X señala a la cantante de Pennsylvania como una de esas estrellas «alérgicas a servir», esto es, a dar el espectáculo que Bey borda. Pero, cuidado, porque este minucia tiene más miga de lo que parece. En un mundo del espectáculo que obliga a las artistas a dar saltos mortales para triunfar, Swift ha conseguido lo imposible. Ser número uno sin alta costura, un ejército de bailarinas y esforzadas coreografías. Sale, canta y punto. Como ellos.

Taylor Swift, en la portada de la revista 'Time' que la ha elegido como la persona más importante de 2023. (FOTO: D.R.)

Fuera del universo de sus fans, los 'swifties', Taylor Swift pasa por ser otra chica sosa con guitarra que se encumbra por motivos desconocidos. Pero, cuidado, ni su historia es tan descafeinada como parece ni sus seguidores nada tontos. De hecho, no entender la relevancia cultural de Taylor Swift se ha convertido en una marca 'boomer', o sea, en síntoma de que eres un carroza.

«Es vergonzoso y triste que una mujer promiscua e infantil, que vive sola con un gato como las viejas, se haya convertido en heroína feminista», escribió un hater en Twitter a propósito de su portada en Time. «¿Sin correr al colegio por las mañanas, un marido gruñón y además sexo con regularidad? ¡Yo quiero!», contestó una mujer, con el refrendo de miles de likes. The Telegraph, diario conservador británico, llegó a titular: «Aunque no seas fans de Swift, te alegrarás de que tu hija lo sea».

Taylor Swift y Beyoncé se disputan la viralidad global

La relevancia cultura global de Beyoncé y Taylor Swift es tal, que algunos diarios estadounidenses las han convertido en secciones en sus websites y contratan periodistas especializados en seguirles la pista en sus múltiples manifestaciones, artística, social, política o económica. De hecho, Taylor Swift está ahora en todas las portadas precisamente por sus números: ha amasado una fortuna valorada en 1.100 millones de dólares y ya es la quinta mujer más poderosa del mundo. La gira 'The Eras Tour' inyectará alrededor de 5.000 millones en la economía de Estados Unidos.

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Solo el primer día de venta en noviembre de 2022, Swift colocó más de 2,4 millones de entradas de su gira. El precio medio es, según Pollstar, de 253 dólares; en la reventa, según Fortune, de casi 2.200 dólares. Cada noche Swift se mete en el bolsillo unos 13 millones de dólares, estima Bloomberg. Solo Renaissance puede rivalizar con este tirón popular. Berkeley, Stanford y Harvard impartirán clases sobre Taylor Swift el año próximo. La revista People la ha nombrado la persona más emocionante del año.

Taylor Swift, en un momento de su gira 'The Era's Tour'. / d.r.

En realidad, lo que distingue a Swift y la distancia de cualquier otro fenómeno pop contemporáneo son sus fans, los 'swifties'. Famosos por su capacidad para organizarse y su sintonía emocional con la cantante, son capaces de hacer campaña en contra de Milei en Argentina o de presionar a Kim Kardashian para que le pida perdón a su ídolo por agravios de la era Kanye West. Recordemos: el rapero subió al escenario de los MTV Awards para decir que Beyoncé merecía el premio que estaba recibiendo Swift, entre otras lindezas.

Los swifties matan por Taylor Swift y la cantante cuida a sus seguidores como oro en paño: ha pagado facturas médicas y créditos estudiantiles, ha invitado a fans a su apartamento, ha acudido a hospitales, bodas y graduaciones y hasta les ha cocinado galletas caseras. Su conexión emocional es genuina y es real.

La bondad de la que Taylor Swift hace bandera se comunica a su fandom, capaz de organizarse para recaudar dinero para la familia de un swiftie que murió en un concierto, por ejemplo. Ser buena persona, ser buen amigo o amiga forma parte de la identidad swiftie, hasta el punto de que la cantante ha tenido que hacer alguna que otra maniobra dudosa para preservar este particular halo de santidad.

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Swift no alimenta beefs, prefiere la venganza en frío

Dicen que la cantante acudió por primera vez a un partido de su último noviazgo, con el jugador de fútbol americano Travis Kelce, el mismo día que se publicó que era la famosa más contaminante, por haber cogido su jet privado 170 veces en 2022, para viajes de apenas 80 minutos de media. Su aparición en la grada eclipsó el estudio sobre contaminación de la Universidad de Yale.

Cuanta más agresividad blandía frente a Swift la industria musical, por la boca de críticos, estrellas del rock o raperos faltones como Kanye West, menos reaccionaba una Taylor solo aparentemente intimidada. Sus movimientos han sido más laterales que frontales, más inteligentes que reactivos. Un ejemplo.

Cuando su primer manager compró los derechos de sus primeras canciones, en vez de pleitear hasta el infinito Swift volvió a grabarlas para que no pudiera lucrarse de ellas. Mucho antes que Shakira, Taylor Swift ha ajustado cuentas con sus ex a través de canciones brutalmente honestas y que se han reproducido hasta la extenuación.

Beyoncé es la única mujer que puede rivalizar en influencia global con Taylor Swift. / d.r.

¿Qué ven tantos millones, billones de personas en todo el mundo en Taylor Swift? Algo que está más allá de las coreografías y looks de infarto con los que artistas como Beyoncé o la misma Rosalía buscan engancharnos? Con Swift no hay anzuelos visuales que valgan: lo único que ofrece a sus fans son sus canciones, cien por cien confesionales, con historias que buscan la conexión, el reconocimiento y contar las historias de las que jamás pudieron contar sus historias.

Reconozcámoslo: rara vez se han escuchado las historias reales de las mujeres en el pop. Ni siquiera las supuestamente empoderadas Spice Girls escribieron su 'megahit' 'Wannabe': lo hicieron dos señores de cuarenta. Las canciones de Taylor Swift son, sin embargo, puro sentir millennial: dramáticas, sentimentales y, según para quien, hasta excesivamente emocionales. Pero, por todo ello, auténticas.

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Una Lola Flores actual podría rivalizar con Taylor Swift

Cabe preguntarse por qué no tenemos en Europa un fenómeno comparable al de Swift, sobre todo si admitimos que Beyoncé y Rosalía pueden jugar, hasta cierto punto, en la misma liga. En nuestra cultura popular, colonizada por el 'showbusiness global pero no tanto, una Lola Flores del siglo XXI podría haber rivalizado con Swift de haber vivido en estos tiempos de inmediatez digital.

En nuestro continente europeo, lo pop, con ese componente clave de culto al dinero, no es tan relevante. O, al menos, no tanto como la historia, la tradición, el legado. En Europa, solo una reina muy pop podría aglutinar a tantas personas como Swift. Pongamos una Kate Middleton, si tuviera carisma, o una Letizia, si fuera libre para abanderar una causa general, por ejemplo la del clima.

La reina Letizia, en un evento reciente. / LIMITED PICTURES

Como decíamos, no solo las canciones hacen grande a Taylor Swift y reúnen al ejército de fieles 'swifties' en torno a ella. Lo fundamental es la conexión alrededor de una narrativa de bondad, emoción y buenos sentimientos, que se multiplican con un efecto terapéutico innegable entre sus fans. Los 'swifties' se sienten bien y hacen sentir bien a los que les rodean, algo que trasciende el culto a la personalidad y los narcisismos habituales del mundo de las celebrities.

En ese espacio entre la fama y la terapia, una reina como Letizia podría moverse como pez en el agua. Lleva mucho adelantado, pues su protagonismo mediático y su constante presencia en las portadas prueba el tirón que tiene a nivel popular: no estaría en tantas portadas si no hubiera demanda de ellas. Podría subrayar, de paso, a ese silencioso pero poderosísimo colectivo de mujeres de 40, 50 y 60 años que, liberadas ya de tantas cosas, están listas para actuar. Para protagonizar.

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