Crítica de "La idea de ti": Anne Hathaway con un novio cantante ...

14 días atrás
La idea de ti

Lejos de la historia de la Cenicienta y sus múltiples avatares Vacaciones en Roma (Roman Holiday, William Wyler, 1953), y toda su caterva de imitaciones-, y más cerca de la insoportable y melosa El guardaespaldas (The Bodyguard, Mick Jackson, 1992), se sitúa La idea de ti, adaptación de una novela escrita por Robinne Lee, que diera el  salto de actriz en Cincuenta sombras más oscuras (Fifty Shades Darker, James Foley, 2017) -esa vergonzosa película que volviera al tema de la Cenicienta en plan seudo BDSM-, a escritora.

La película narra la historia de Solène (Anne Hathaway), dueña de una galería de artistas emergentes, divorciada, y a punto de cumplir cuarenta años -¿que el “démon du midi” no sólo afectaba a los varones?-, y madre de Izzy (Ella Rubin), una chica de dieciséis años que, por azar, cuando Dan (Reid Scott) su ex esposo, se ve impedido de llevar a esta,  y a sus amigos, a un concierto del grupo pop de moda, August Moon, en el Coachella Music Festival, termina enamorándose de Hayes Campbell (Nicholas Galitzine), de veinticuatro años de edad e integrante de dicha agrupación. En una de esas escenas facilonas, de las cuales está repleta la película, Solène busca el baño y, ante unos guardias de seguridad que, por algún motivo le dan la espalda, entra por equivocación al tráiler de Hayes y, tras una breve escena de confusión, este queda automáticamente prendado de su figura alta y esmirriada.

Hayes le dedica una canción, improvisadamente, en pleno concierto, por aquello de las velocidades a que se mueve Cupido y, posteriormente, da con la galería filantrópica de Solène, donde le compra todas las piezas, sin preguntar el precio -que para eso es un cantante exitoso y rico- y, después de un corto tire y afloje por parte de ella (que hay que aguardar las apariencias), se deja convencer de iniciar una gira europea con Hayes y la banda, por las románticas Barcelona y París, cuyas noches de sexo candente, se verán opacadas por los comentarios hirientes de las novias -jóvenes- de los otros integrantes del grupo. Cuando prácticamente la mitad del planeta -literalmente, considerando la fama de la banda- se entera del romance de Hayes con una mujer veinte años mayor, las redes sociales estallan con señalamientos y críticas hacia Solène,  incluso el ex marido también se sentirá ofendido y dolido por el desliz, a pesar de llevar él mismo, una relación con una mujer mucho menor que él.

Una frase de Izzy destaca en esta trama genérica: “La gente que te está destrozando en Internet es repugnante. Es porque eres mujer y eres mayor que él. Te odian por eso”. O, en otras palabras, es que nadie soporta ver feliz a una mujer mayor. Ni siquiera otras mujeres. Pero La idea de ti, dirigida por Michael Showalter, no salva su baja factura ni con esta reflexión “light” sobre las relaciones “Cuarenta y veinte”, por denominarlas con el título de aquella canción famosa. Es, pues, la manera de contar esta historia -su guion-, el problema de esta película.

En una palabra, la historia que La idea de ti nos cuenta, ya fue abordada -y de mejor manera-, por el film de Luca Guadagnino Llámame por tu nombre (Call Me by Your Name, 2017) que, a pesar de los alegatos de “queering” en su contra, constituye -por esto mismo-, una recensión, en el Siglo XXI, de las figuras del erastés y el erómeno de la Grecia clásica. En La idea de ti, tenemos tan sólo el cambio de la pareja gay de Llámame por tu nombre,  a una heterosexual, empero, la existencia de un término como “Mujer puma” (Cougar, en inglés), siempre que se lo tome como un despectivo, reafirma la naturaleza de su -muy a su pesar, ligero- mensaje.

La idea de ti, necesariamente -debido a su fuente original como bestseller-, no culmina en tragedia, como nos enseña la “iglesia del amor”, y su manera de contar es tan digerible como un croissant. Que haga reflexionar al espectador, por lo menos momentáneamente, que el amor consensuado, y entre mayores de edad, es tan lícito como las aspiraciones a la felicidad, por ilusoria que sea esta, es ya un mérito por sí mismo, por mucho que el cine de Fassbinder se empeñe en demostrar lo contrario.

Uno, que no espera mucho de películas como La idea de ti, se encuentra, al menos, con una línea interesante. En el mejor de los mundos posibles, este "derecho a la felicidad", tan artificial como cualquier otro, debería ser reconocido y aceptado, más allá de la corrección política. ¿Por qué debe morir en un accidente de tráfico Camille (Brigitte Bardot), el personaje adúltero de El desprecio (Le Mépris, 1966) de Jean-Luc Godard? Porque, también en Godard, caben la moral y la redención. Y aquí radica la esencia de La idea de ti. No vivimos en el mejor de esos mundos, lo que permite la existencia de una película como esta, mientras Leibniz se revuelca en su tumba.

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