Día del Animal: la historia de Albarracín, el hombre que dedicó su ...

18 días atrás

Ignacio Albarracín, el padre del proteccionismo argentino

Le decían “el Loco” y no le molestaba. Ignacio Albarracín prefería que lo tildaran de esa y cualquier otra manera mientras caminaba apurado por las calles o por los pasillos del Congreso de la Nación con una cantidad de documentos, proyectos de ley e ideas en las que volcaba los discursos, casi alegatos, que daría en la Cámara Baja de principios del siglo XX para explicar a los diputados por qué los animales debían tener una ley nacional que los amparara de cuantas atrocidades los pudieran hacer víctimas.

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Aunque esa palabra, “victimas”, no fue incluida en la Ley 2.786 (de 1891) sino que tras un arduo debate recién se la incluyó en el texto de la Ley 14.346, que fue promulgada en 1954 y que cambió definitivamente la concepción jurídica de los animales en el derecho penal argentino.

Pese a eso, la conocida como Ley Sarmiento fue pionera en el mundo y representa el resultado de la lucha en solitario de Albarracín, quien casi dejó su vida para lograr que a los animales se les diera la entidad de sujetos de derecho por primera vez en la legislación argentina. Aunque hoy el texto de esa norma resulte escaso, para sociedad de esa época —que se valía cotidianamente del uso de los animales— fue todo un hito.

“Lo realizado por Ignacio Albarracín fue un gran precedente. Hoy en día la ciencia ha nutrido los saberes sobre la sintiencia y la conciencia de los demás animales siendo estas las bases para reconocerles sus propios derechos. Fue un pionero en la defensa de los derechos de los demás animales aquí en la Argentina”, sintetizan la importancia de su legado el Equipo Judicial Sandra, que estuvo a cargo de la causa de la primera orangutana declarada como persona no humana.

El 28 de abril de 1926, Ignacio Albarracín dio una entrevista al diario Crítica para contar el camino que, 42 años antes, había comenzado y que derivó en la Ley 2786, la primera en defensa de los animales, conocida como “ley Sarmiento”. Quizás le hayan preguntado qué pasó aquel 29 de abril de 1908, la fecha elegida para celebrar por primera vez la Fiesta del Animal, pero que debido a las malas condiciones climáticas se postergó al 2 de mayo siguiente.

Sabiendo cuál fue su recorrido, es no cuesta imaginarlo pensativo debajo de su pelo canoso envuelto en los recuerdos de los molinos de viento que debió afrontar, cual Quijote, para darle a su vida el sentido que buscaba y que lo terminó enfermando al punto de hacer que su corazón se apagara al día siguiente de esa entrevista. Seguramente se fue en paz consigo mismo.

Quizás fue el mismo destino el que quiso que el padre del proteccionismo muriera un 29 de abril, día que él mismo propuso para honrar a los animales que tanto amó. Sus acciones y decisiones lo convirtieron en una figura fundamental en la historia del animalismo en Argentina. ¿Qué pasó en su vida durante esos 42 años?

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Ignacio Albarracín

Nacido el 31 de julio de 1850 en Córdoba, pasó su infancia junto a su familia en la provincia de San Juan, a la cual adoptó como propia. Fue hijo del coronel Santiago Albarracín, familiar de Domingo Faustino Sarmiento, y de Flora Rojo, prima del sanjuanino Guillermo Rawson (ministro del Interior en la presidencia de Bartolomé Mitre). Cursó sus estudios primarios en San Juan; los secundarios en el Colegio de Montserrat, de Córdoba, y los universitarios en la Facultad de Derecho y Ciencias en la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde se graduó como Doctor de Jurisprudencia, el 1º de mayo de 1873.

Trabajó como secretario personal de Sarmiento, su tío segundo, con quien además creó una profunda amistad nacida en las cenas que se realizaban en la casa de Doña Flora, a las que también asistían Bartolomé Mitre y Guillermo Rawson. Aunque los debates políticos eran sus conversaciones favoritas optó por dedicarse varios años a su profesión y no admitió ningún cargo.

Por ese entonces, mediados de la década de 1870, Ignacio comenzó a manifestarse en contra de las riñas de gallos, de las corridas de toros y de toda práctica donde sometieran a los animales. Se autoproclamó acérrimo opositor a esas actividades y defensor de la vida animal. Allí encontró el objetivo de su vida y la causa por la que luchó hasta su muerte: la necesidad de defender a todos los animales, entendiendo que aunque algunas personas los considerasen inferiores, no había necesidad de martirizarlos, castigarlos o gozar de su dolor.

Con ese norte, se valió de su profesión para comenzar a escribir un proyecto de ley a fin de otorgarles derechos jurídicos a quienes consideró como los seres más nobles y junto a Sarmiento, Mitre, el reverendo J. F. Thomson, Guido Spano y Vicente Fidel López fundó la Sociedad Argentina Protectora de los Animales el 21 de agosto de 1879. Fue primer secretario y, más tarde, sucedió a Sarmiento como presidente desde 1885 hasta su muerte. Fue el primero elegido para ese cargo de forma popular.

Bajo el ala de la SAPA, comenzó distintas campañas contra la doma de potros, la riña de gallos, las corridas de toros, la crueldad en la faena de ganado, el tiro a la paloma: promovió la protección a los equinos usados para tiro (logró que fuera obligatorio colocarles protección en la cabeza en los días de verano). Protagonizó el que quizás fue el primer activismo directo en la calle cuando exigió a unos agentes de policía que intervinieran ante un caso de maltrato contra un caballo por parte de su carrero en medio de la vía publica. Albarracín fue testigo directo de cómo el pobre animal era azotado con un látigo con terrible saña. No aguantó la escena violenta e increpó al hombre, como no le hizo caso fue por la policía que, finalmente intervino y dejó a salvo al animal.

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Esa escena le valió el apodo “el Loco” y las constantes burlas pública que además lo hizo objeto de caricaturas y del peor de los sarcasmos. Nada de eso lo detuvo y nunca dudó en intervenir frente a cualquier acto de crueldad contra los animales.

Durante la Fiesta de la SAPA (Foto: "Los perritos bandidos", de Silvia Urich)

Su causa en la defensa de los más débiles se extendió cuando se sumó a la Liga contra la trata de blancas y fue nombrado presidente del Comité de Moralidad Pública. También se opuso públicamente a la discriminación que sufrían las comunidades indígenas. Aunque no amasó gran fortuna, sino una que le alcanzaba para vivir tranquilo, parte de ella la destinó a financiar las actividades de la SAPA. Así, se convirtió en el incansable y principal precursor de la Ley Nacional de Protección de Animales N° 2.786, promulgada finalmente el 25 de julio de 1891.

“Declárase actos punibles los malos tratamientos ejercitados con los animales, y las personas que los ejerciten sufrirán una multa de dos a cinco pesos, o en su defecto arresto, computándose dos pesos por cada día”, dice el articulo 1 de la ley que sigue. En el segundo establece que “en la capital de la República y Territorios Nacionales, las autoridades policiales prestarán a la Sociedad Argentina Protectora de los Animales, la cooperación necesaria para hacer cumplir las leyes, reglamentos y ordenanzas dictadas o que se dicten en protección de los animales, siendo de la competencia de las mismas, el juicio y aplicación de las penas en la forma en que lo hacen para las contravenciones policiales”.

El tercero establece que el importe de las multas (a que se refiere el artículo primero) “será destinado a las sociedades de beneficencia de cada localidad”.

Corría 1906, cuando una tarde caminaba por las calles de Buenos Aires. Observó a un grupo de estudiantes de alguna escuela primaria que deambulaban cerca: iban con libros y cuadernos en las manos; a los pocos pasos los arrojaron en la vereda para sacar de sus bolsillos traseros una honda con la que comenzaron a lanzar piedras contra una bandada de gorriones que dormían sobre las cornisas y molduras de las casas.

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Una de las escenas de la Fiesta del Animal que organizó Albarracín (Foto: "Los perritos bandidos", de Silvia Urich)

Incrédulo de lo que vio, llegó a su escritorio y escribió: “La educación de nuestros niños se resiente ante la falta de principios y prácticas humanitarias. Los que saben qué es la escuela, qué misión les tienen confiada los pueblos amantes de la civilización y del progreso, comprenderán cómo denuncia una verdadera anomalía la presencia de estos pequeños monstruos”. Si algo caracterizó a Albarracín fueron sus tajantes declaraciones y las irrefrenables reacciones cuando veía a un animal victima de los impulsos humanos.

Tras el episodio con aquellos niños, vislumbró que algo no estaba bien en la sociedad argentina, al menos en la porteña, y supo que la mejor manera para desarraigar las costumbres de lastimar animales debía comenzar en las escuelas. Otro de sus grandes hitos.

“Una lección por semana, durante media hora nomás, ya que los padres de familia en su mayoría la descuidan, y no tendríamos niños terribles en las calles; seguramente en sus casas, no respetan a nadie”, propuso. Con esa consigna, y luego de reprender a los maestros por no sacarles a los niños las letales armas cuando los veían portarlas en los recreos ni cuando las usaban en la calle delante de ellos, Albarracín propuso que se incorporase en el programa escolar la materia “Educación Humanitaria”, con el deseo de educar a buenas personas para el futuro.

“Sin la bondad, la civilización no es más que una mera palabra”, dijo el prócer de los animales. De allí surgió la idea de tener un festejo para abrir las puertas a la educación y el respeto sobre la vida de los “más indefensos”. Así, la SAPA tomó la ideas de otros países y propuso que se celebrara en Buenos Aires una gran fiesta por el Día del Animal.

Ese día, la sociedad argentina se convirtió en la primera en registrar esa celebración en todo el mundo. Aunque fue original, tuvo como inspiración el Día del Pájaro (instaurado a fines del siglo XIX en algunas ciudades de los Estados Unidos —por iniciativa de un maestro que buscaba promover entre los niños el conocimiento y los buenos sentimientos hacia los animales—) y el Domingo del Animal (Animal Sunday), que comenzó a celebrarse en los templos protestantes ingleses a partir de 1905.

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"Fiesta del Día del Animal": en 1908, tras dos años de insistencia, Ignacio Albarracín logró que Argentina tenga un día dedicado a hablar de los animales. Una 15 mil personas asistieron a la primera celebración en Buenos Aires (Foto: "Los perritos bandidos", de Silvia Urich)

Con esas ideas, Albarracín pretendió que todo el país tuviera un día para hablar de todos los animales y considerando las inspiraciones, escribió: “Sobre los 7 mil niños de una gran escuela pública de Edimburgo que han recibido la enseñanza humanitaria ninguno de estos fue, en el curso de su vida, perseguido por asunto criminal”.

Insistió con su idea y se le propuso celebrarlo durante los días hábiles de la semana en el Jardín Zoológico de Buenos Aires (entonces considerado un paseo familiar bien aceptado) antes de la primavera, para evitar la época del celo. La idea fue aceptada, pero más tarde desistió porque no le convencía el lugar, en medio de las jaulas. Albarracín no quería que fuera con el otoño avanzado porque haría frío para los niños y tampoco quería esperar mucho tiempo. Así que decidió que fuera el miércoles 29 de abril de 1908. Pero, ese día una fuerte tormenta cayó e inundó Buenos Aires, motivo que hizo que se postergara al sábado 2 de mayo.

Ese día se celebró la primera Fiesta del Animal en el Zoológico debido a la imposibilidad de hacerlo en otro lugar. El evento fue multitudinario. Según el cronista del diario La Nación, que lo cubrió, “asistieron 15 mil niños” y se estimó que hubo también 8 mil adultos.

Tras el memorable festejo, Albarracín pidió que desde cada 29 de abril se celebrara la vida de los animales y que en ese día los niños les escribieran poemas. Con el tiempo, la fiesta pasó a llamarse Día del Animal.

Habrá sido el destino que lo marcó a sus amados animales, quizás, el que hizo que Ignacio Albarracín muriera un 29 de abril y que tras su deceso se tomara la decisión definitiva de inmortalizar la fecha recordando también su incansable labor.

Kshamenk, orca en Mundo Marino

“Está naturalizado que los animales son seres inferiores y que somos una especie superior a la cual ellos han venido a existir solo para utilidad, provecho y entretenimiento. Cuestiones culturales, económicas y políticas todas equivocadas, comenzando por considerar que los animales no humanos (ANH) son cosas a nuestro servicio”, aseguran la jueza Dra. Helena Liberatori- Equipo Judicial Sandra.

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El equipo, integrado por distintos especialistas en la materia, cuentan que “el pasado 19 de abril, se presentó la Declaración de Nueva York sobre la Conciencia Animal en la cual más de 40 científicos avalaron que más animales de los que se consideraba hasta el momento tienen algunas capacidades cognitivas que constituyen señales de pensamientos o experiencias conscientes”.

Con esa novedad, opinan que “hoy en un nuevo 29 de abril resulta ser un disparador para reflexionar y cuestionarnos por qué se siguen aceptando los cotos de caza, la ‘violencia espectacularizada’ en los shows de los acuarios Mundo Marino y Aquarium Mar del Plata; y tantas otras actividades que producen mucho dinero a costa del sufrimiento animal”.

En ese sentido, agregan: “Se ha presentado un Amparo Judicial, radicado en el Juzgado de Dolores, a cargo del juez Martín Bava, en el cual se pide por la salud de la orca Kshamenk, que se encuentra cautiva en Mundo Marino desde hace más de 30 años”.

Además, señalan que “en el curso por la Ley Yolanda, que dictó el Consejo de la Magistratura de la CABA, el Dr. Franza exhortó a que más jueces se animen a expedirse reconociendo de los derechos para los demás animales como se hizo en el caso de la orangutana Sandra donde se reconoció que ella era ‘sujeto de derechos’, ‘persona no humana’ y un ‘ser sintiente’”. Sandra, la orangutana que ya cumplió 38 años y tuvo un alegre festejo en el santuario que puso fin a su soledad, es el hito en el derecho animal actual.

“Albarracín fue un precursor. Gracias a él se sancionó la primera ley nacional de protección animal, también creó la Sociedad Argentina Protectora de los Animales y la presidió por más de 50 años. Además, junto con otras personas, promovió la creación de la ‘Fiesta del animal’, que fue aprobada por el Ministerio de Educación y se estableció como fecha sin razón aparente para el primer festejo el 29 de abril de 1908″, destacan sobre la importancia de la figura de Ignacio Albarracín en el trabajo que hoy realizan.

*En conmemoración de la fecha y para pedir por el derecho de todos los animales, el grupo Anarco Veganismo convoca a una manifestación este lunes, a las 16.00, en la Plaza Dos Congresos, “donde se realizará un activismo antiespecista”, dice la convocatoria.

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