Trump crece en un sistema roto. Nos llevará allí pronto

14 Jun 2023

¿Y si Mitch McConnell, al final de su abrasador discurso en el pleno del Senado culpando a Donald Trump de los disturbios ocurridos en el Capitolio el 6 de enero, hubiera prometido utilizar hasta su último aliento para asegurarse de que Trump fuera condenado por cargos de destitución y nunca jamás pudiera volver a ser presidente?

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Foto Clarín.com

Y si Melania Trump, después de que la actriz porno Stormy Daniels dijera que Trump mantuvo relaciones sexuales sin protección con ella menos de cuatro meses después de que Melania diera a luz a su hijo, hubiera tirado toda la ropa, palos de golf, gorras MAGA y fijador para el pelo de Trump al césped de la Casa Blanca con esta nota:

Un manifestante sostiene un cartel mientras una caravana de vehículos, con el expresidente estadounidense Donald Trump a bordo, llega al Tribunal Federal de los Estados Unidos Wilkie D. Ferguson Jr. en Miami, Florida, el 13 de junio de 2023. . (Foto de RICARDO ARDUENGO / AFP)

"¡No vuelvas nunca, asqueroso despreciable!".

¿Y si el influyente líder evangélico Robert Jeffress, después de que Trump fuera grabado explicando que como estrella de la televisión se sentía con derecho a "agarrar" a las mujeres en los lugares más íntimos -o después de que Trump fuera declarado responsable por un jurado de Manhattan de haberle hecho prácticamente eso a E. Jean Carroll-, declarara que lideraría una campaña para asegurarse de que cualquiera menos Trump fuera elegido en 2024 porque Trump era un desviado moral al que Jeffress no dejaría cuidar de sus dos hijas, y mucho menos del país?

¿Dónde habrían dejado declaraciones y acciones como esas al presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, a sus cabezas huecas en el grupo republicano de la Cámara de Representantes y a otros republicanos que ahora defienden a Trump contra la acusación del Departamento de Justicia?

¿Estarían tan ansiosos por proclamar la inocencia de Trump?

¿Estarían furiosos contra la audiencia del martes en Miami?

¿Estarían afirmando, falsamente, que el presidente Joe Biden estaba acusando a Trump, cuando saben muy bien que el presidente no tiene poder para acusar a nadie?

Lo dudo. Pero sé que todas estas preguntas son retóricas.

Ninguna de esas personas tiene el carácter para estar a la altura de estos desafíos éticos y enfrentarse a Trump y a lo que ha hecho para romper nuestro sistema político.

Trump es como un traficante de drogas que prospera en un barrio desestructurado, enganchando a todo el mundo a sus valores deformados.

Por eso está haciendo todo lo posible para romper nuestro vecindario nacional de dos maneras fundamentales.

Para empezar, Trump ha tratado sistemáticamente de denigrar a las personas que han demostrado carácter y valor, tachándolas de perdedoras y débiles.

Esto le resulta fácil a Trump porque es un hombre absolutamente sin carácter, desprovisto de cualquier sentido de la ética o lealtad a cualquier sistema de valores o persona que no sea él mismo.

Y para él, la política es un deporte sangriento en el que apaleas a los demás -sean de tu partido o no- con calumnias, apodos y mentiras hasta que se apartan de tu camino.

Trump estrenó esta estrategia muy pronto con John McCain -un veterano, un hombre que nunca se quebró en más de cinco años como prisionero de guerra en Vietnam del Norte, un hombre de verdadero carácter.

Recordás lo que dijo Trump sobre McCain en una cumbre de liderazgo familiar en Ames, Iowa, el 18 de julio de 2015?

Cuando McCain se presentó a las elecciones presidenciales, "yo le apoyé", dijo Trump a la audiencia.

"Perdió. Nos decepcionó. Pero perdió. Así que nunca me gustó mucho después de eso, porque no me gustan los perdedores".

Cuando el público se rió, el moderador, el encuestador Frank Luntz, interpuso:

"¡Pero es un héroe de guerra!".

Trump -que consiguió un dudoso aplazamiento médico para evitar el servicio militar obligatorio en la guerra de Vietnam- respondió entonces:

"No es un héroe de guerra. Es un héroe de guerra porque fue capturado. Me gusta la gente que no fue capturada".

Más tarde ese mismo día, Trump retuiteó un post en Internet titulado

"Donald Trump: John McCain es 'un perdedor'".

Así que parte de la forma en que Trump intenta romper nuestro sistema es redefinir las cualidades de un líder, al menos en el Partido Republicano.

Un líder no es alguien como Liz Cheney o Mitt Romney, personas dispuestas a arriesgar sus carreras para defender la verdad, servir al país y defender la Constitución.

No, un líder es alguien como él, alguien dispuesto a ganar a cualquier precio: al país, a la Constitución y al ejemplo que damos a nuestros hijos y a nuestros aliados.

Y cuando esa es tu definición de liderazgo, de ganar, gente de carácter como McCain, Cheney y Romney se interponen en tu camino.

Tienes que despojar de carácter a todos los que te rodean, y hacer que todo gire en torno a asegurar el poder y el dinero.

Por eso tanta gente que entró en la órbita de Trump desde 2015 ha salido embarrada.

Y por eso sabía que todas las preguntas que hice antes eran retóricas.

Formas

La segunda forma en que Trump está tratando de romper nuestro sistema se puso de manifiesto el martes en Miami, donde siguió a su comparecencia como acusado de un delito federal con un encuentro político en un restaurante cubano.

Allí, una vez más, Trump intentó desacreditar las reglas del juego que le frenarían a él y a su ilimitado apetito de poder por el poder.

¿Cómo lo consigue?

En primer lugar, consigue que todos a su alrededor -y, con el tiempo, la gran mayoría de los de su partido- dejen de insistir en que Trump se atenga a las normas éticas.

Los miembros de su familia y sus compañeros de partido se han vuelto expertos en huir de los micrófonos de los periodistas después de cada escándalo de Trump.

Pero precisamente porque los principales aliados políticos, líderes religiosos y familiares cercanos no van a llamar la atención a Trump por sus transgresiones morales y legales -lo que haría impensable su candidatura a la reelección en 2024 y aceleraría su salida de la escena política-, tenemos que confiar únicamente en los tribunales para defender las reglas del juego.

Y cuando eso ocurre, nuestro sistema judicial y nuestra democracia se ven sometidos a una enorme presión, porque la decisión de enjuiciar o no es siempre una cuestión de juicio.

Y cuando esas decisiones tienen que ser tomadas a veces por jueces o fiscales nombrados por demócratas -que es como funciona nuestro sistema-, le da a Trump y a su rebaño la apertura perfecta para denunciar todo el proceso como una "caza de brujas".

Y cuando ese comportamiento se repite una y otra vez en un amplio frente -porque Trump no se detiene ante los semáforos en rojo en ningún sitio y no deja de retarnos a que ignoremos sus transgresiones o le acusemos para que pueda gritar parcialidad-, acabamos erosionando los dos pilares más importantes de nuestro sistema democrático:

la creencia en la independencia de nuestro poder judicial que garantiza que nadie está por encima de la ley, y la creencia en nuestra capacidad para transferir el poder de forma pacífica y legítima.

Basta con considerar una escena de la acusación de Trump.

Es después de que un gran jurado federal lo citara en mayo de 2022, para que presentara todo el material clasificado en su poder.

Notas escritas por su propio abogado, M. Evan Corcoran, citan a Trump diciendo:

"No quiero que nadie busque en mis cajas, de verdad que no. ... ¿Qué pasa si simplemente no respondemos en absoluto o no jugamos con ellos?

¿No sería mejor que les dijéramos que no tenemos nada aquí?".

"¿No sería mejor decirles que no tenemos nada aquí?"

¿Mejor para quién?

Sólo para un hombre.

Y por eso repito: Trump no nos ha puesto aquí por accidente.

En realidad quiere romper nuestro sistema, porque él y gente como él solo prosperan en un sistema roto.

Así que sigue empujando y empujando nuestro sistema hasta su punto de ruptura - donde las reglas son para los tontos, las normas son para los tontos, las verdades básicas son maleables, y los hombres y mujeres de alto carácter son desterrados.

Esto es exactamente lo que intentan hacer los aspirantes a dictadores:

Inundar la zona de mentiras para que la gente sólo confíe en ellos y la verdad sea sólo lo que ellos dicen que es.

Es imposible exagerar lo peligroso que es este momento para nuestro país.

c.2023 The New York Times Company

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