¿Es tan buena la serie que todo el mundo dice que es tan buena?
Crítica de serie
Los probleme de 'The Bear' se hacen más evidentes en la segunda temporada3 min
El último episodio de la primera temporada de The Bear nos había dejado claro que la nueva entrega no seguiría en uno de los territorios que habían hecho especial esta serie creada por Christopher Storer: reivindicar la excelencia culinaria desde un local de bocadillos de barrio. Carmen Berzatto (interpretado por Jeremy Allen White) es un chef estrella y tiene lógica narrativa su voluntad de ascender, de nuevo, en el escalafón gastronómico. La segunda temporada sigue el difícil camino para llegar a la inauguración final de un nuevo restaurante de prestigio en Chicago por parte de Berzatto y su equipo habitual. La serie mantiene algunas de las constantes que le han convertido en un título de culto. Se sigue insistiendo en las dificultades materiales para sacar adelante un negocio, desde la (falta de) liquidez hasta los montones de papeleo administrativo, pasando por las previsiones de personal e intendencia. Todo mientras se subraya que organizar un equipo tiene mucho que ver con una gestión del caos.
The Bear adopta esta vez una narrativa típicamente norteamericana de acompañar a un equipo de secundarios o perdedores en el proceso de lograr una victoria en la alta competición. La comparación deportiva no es gratuita si tenemos en cuenta que la chef Sydney (Ayo Edebiri) lee un libro de autoayuda sobre cómo lograr el triunfo escrito por un entrenador de baloncesto. Aquí es donde The Bear pone de manifiesto una de sus contradicciones más cargantes. En la historia de un chef que deja atrás el ambiente tóxico de la alta gastronomía, se suceden los relatos y retóricas sobre cómo lograr el triunfo en los negocios.
La serie insiste en la idea de presentar diferentes secundarios que, como Carmen, brillaron antes de estrellarse y renacer de nuevo. Sus relatos comparten la idea de defender la humildad y la disciplina como claves indiscutibles para un éxito a largo plazo. Una hipótesis bastante indiscutible, pero que se presenta a través de unas retóricas que a menudo se aproximan a la ridiculez de todos aquellos millonarios que dicen haber empezado a trabajar en un garaje. La serie insiste en la importancia de confiar y escuchar a la gente de tu equipo. Al mismo tiempo, exalta la autoexplotación laboral con la excusa de alcanzar una eficiencia extrema. "Cada segundo cuenta" es el lema militar que adoptan los protagonistas de The Bear sin inmutarse. Sin embargo, el último episodio parece apuntar a una tercera temporada en la que quizá se revisará esta visión del trabajo incompatible con mantener una mínima vida personal.
De los bocadillos al caviarEn The Bear han pasado de preparar bocadillos de ternera a servir aquel caviar que no es exactamente caviar. Coherente con este precepto, la segunda temporada también incluye un episodio gourmet, el sexto, un flashback a una comida familiar de Navidad que dura el doble que el resto de capítulos y que cuenta con una serie de invitados de lujo, de Bob Odenkirk a Jamie Lee Curtis. Todos juntos al servicio de un psicodrama familiar de interpretaciones extremas, al modo de cierto cine de los sesenta y setenta, en el que Storer traslada a una velada familiar el estado de caos y de presión siempre a punto de estallar de la cocina del restaurante.
Este episodio responde también a una de las peores obsesiones de la ficción audiovisual contemporánea, sobre todo la serial. Aquella manía de otorgar una historia de origen a todo y todo el mundo, un recurso dramático que, a veces, más que inyectar complejidad a los personajes reduce su psicología a un trauma familiar concreto. La serie también mantiene los episodios de degustación, ligeros y más apetitosos: como aquel en el que Sydney pasea por Chicago haciendo catas en locales muy diversos, y el que Marcus (Lionel Boyce) escapa a Copenhague para ampliar su experiencia en el postre.