Taylor Swift cumple años tras una gira multimillonaria y consolidar ...
Si todas las horas que Taylor Swift ha pasado sobre un escenario a lo largo de los últimos 21 meses se encadenaran en el reloj, la cantante no abandonaría el micrófono durante 21 días consecutivos. Más de diez millones de entradas vendidas la han hecho interpretar White Horse o Blank Space o Style -o cualquiera de las más de 40 canciones que componían su directo- ataviada con alguno de los 60 looks ideados ad hoc por Versace o Elie Saab para su The Eras Tour. Frente a fans que, según los cálculos de The Washington Post, habían invertido en la velada una media de 1.100 euros, ha correteado con los más de 250 pares de zapatos diseñados para ella en exclusiva por Christian Louboutin.
Taylor Swift, con 35 años recién cumplidos, contiene multitudes. Su armario, también. La cantante de espíritu country que lucía una melena hinchada de ricillos, ojos ahumados y vestidos con pedrería mientras difundía por Estados Unidos sus primeras canciones conectó con los últimos ecos del estereotipo hollywoodiense que durante la primera década de los 2000 protagonizó un batallón de comedias románticas: el de la girl next door, es decir, el de la chica corriente. Con una excursión por un centro comercial, o incluso durante un paseo a través de un mercadillo, toparse con la estética de Taylor Swift era pan comido. Cualquiera -tu mejor amiga, tu prima, tu vecina, ¡tú!- podía encontrarse a sí misma convertida en la encarnación de su estilo. El lanzamiento de You Belong With Me, en cuyo videoclip se presentó con gafas de pasta gruesas en una reminiscencia de Betty, la fea, y donde describía como la chica en la que su interés romántico no era capaz de reparar por andar entretenido con una alternativa más carismática ("ella lleva minifalda, yo, camiseta; ella es capitana del equipo de animadoras, yo estoy en las gradas"), la subió a la ola de aquello que más tarde impulsaría la carrera de blogueros e influencers: la identificación. Swift era una más de la pandilla. Sus letras canalizaban la experiencia de las chicas que en el colegio no salían victoriosas del concurso de popularidad. Las mismas que fantaseaban con un baile de fin de curso envueltas en vestidos de tul y strass.
Swift, en un concierto de su disco 'Fearless' en 2009.Getty
Con Shake It Off, su timón viró. En sus letras aparecieron los "haters" a los que escogía desoír porque ella, cantaba, bailaba a su propio ritmo. A los tropos de adolescente estadounidense que había perfeccionado, añadió los destellos de una superestrella de aires retro. Recortó su melena y, con un tono rojo mate que comenzaba a parecer tatuado en sus labios, subió el talle de sus faldas, cortadas al bies, y dejó que el escote, en uve, permitiera a la imaginación revolotear hasta las fotografías más célebres de Marilyn Monroe. Se inscribía, así, en una estética retro ligada a la hiperfeminidad de los años 50.
En la gira mundial que la ha mantenido en los titulares durante algo menos de dos años, las fases estéticas de Taylor Swift se celebraban y ordenaban. Fuera del escenario, en la calle y en la alfombra roja, entre apariciones con Travis Kelce y galas de premios, el armario de la cantante parecía encontrarse inmerso de nuevo en un proceso de gestación. En los photocalls, la estadounidense escogía estilismos que, con aplicaciones metálicas y cuadros amarillos y negros, simulaban cierto espíritu punk. En sus paseos por las calles de Nueva York, la inspiración retro se asentaba en escotes de tipo corazón, shorts de cintura alta y vestidos estampados con cuadros de vichy.
En 2015, durante la gira mundial tras la publicación del álbum '1989'.Getty
"En mi opinión, lo suyo es más conceptual e idílico que cualquier otra cosa", reflexiona la estilista y consultora Fátima Valdés. "Tiene una imagen marcada, cimentada en una representación profundamente americana, pero no responde a un estilo personal definido, sino a una clara identidad narrativa: utiliza la moda para contar historias, expresar emociones y conectar con su público de manera personal. En el escenario, suele combinar pinceladas country y elementos vintage con pedrería o lentejuelas, en un claro guiño a Dolly Parton, pero también se atreve con toques rock, vamp o incluso naif. Además, integra con frecuencia las icónicas medias de rejilla, tan características de las vedettes de los años 70, en looks que evocan las míticas competiciones de bailes de salón e incluso, si me apuras, espectáculos de carácter circense. En las alfombras rojas, suele optar por vestidos coloridos y un tanto excesivos, que poco tienen que ver con lo antes mencionado".
Getty
Para el sociólogo especializado en moda Pedro Mansilla, el efecto fan se ocupa de exacerbar el resultado estético de las apuestas de Swift. Ante la semejante revelada como mesías, "sus fans, ajenos a cualquier otro criterio, la aprueban y la imitan". La autora de Love Story, apunta, parece no encontrar ni la necesidad ni el atractivo en las alianzas con las grandes firmas de moda. "Es verdad que otras estrellas, como Madonna, Rihanna o Rosalía, han salido de sus respectivos arquetipos originales y han aceptado la autoridad de grandes nombres sobre su imagen, desde Gaultier, a Balenciaga o Dior. En ese sentido, es extraño que Swift no haya caído en la tentación. Pero supongo que su cifra de negocio la hace el Rey Midas y convierte en oro lo que toca, sin necesidad de 'sastre'".
En los vaivenes estéticos de Swift, Valdés observa "un atractivo que rompe moldes porque no se ciñe a una estética uniforme ni perfectamente editada. Este aparente 'caos estilístico' transmite autenticidad, cualidad valorada en un mundo donde la imagen a menudo está tan calculada que puede recibirse como artificial". El aspecto de naturalidad, añade Mansilla, logra que "su legión de admiradores la compre como un producto íntegro que no se presta a maquillajes del sistema. Hay una especie de rebeldía (como la había en todas sus precedentes) que aún no ha sido domesticada. Supongo que terminará pasando por el aro, pero de momento su look antifashion funciona como una marca independiente. Quizás en su subconsciente sigan vivas imágenes de la cultura tradicional americana, como la animadora de equipos de deporte o la chica que canta folk".
Su forma de vestir se percibe como una extensión de su personalidad y no como una imposición externa, lo que le permite conectar con personas de diferentes estilos de vida y gustos
Fátima Valdés, estilista y consultora de modaEn la cultura popular estadounidense, aventura Paloma Díaz Soloaga, profesora de Intangibles y Moda de la Universidad Complutense, arraiga su origen y su éxito. "Swift es una cadena más dentro del country, que es parte del pegamento social nacional, como antes lo fueron Dolly Parton o Loretta Lynn, aunque ella también incluya lo pop. Un elemento que me choca en su relación con la moda es el uso del maillot. Es de aspecto retro, pero lo trae al presente con lentejuelas. Al final abunda en un ideal femenino: la mujer flor. Aunque sea muy poderosa, trabajadora, tenaz y perfeccionista, se mete en el crisol de la niña y adolescente americana con un recubrimiento muy infantil, de princesa, de flores, volantes, mariposas, purpurina, tutús, plumas. Es muy cursi, pero bien interpretado y unido al femenino convencional. Con botas de cowboy en versión, por supuesto, femenina. Alguna vez se pone algo más sexualizado, como puede ser un liguero, pero nunca es zafia. Ella es dulce. No es Rihanna ni Beyoncé. Es otro perfil: no encarna a la mujer, sino a la chica americana del siglo XXI que engancha con el imaginario folk americano".
Getty
La chica estadounidense del siglo XXI, como la de Reino Unido, Francia o España, se crio frente a las ensoñaciones televisivas de Hilary Duff, los triunfos musicales secretos de Hanna Montana y los estrenos en los que Lindsay Lohan agujereaba las orejas de su gemela perdida en un campamento de verano. Las referencias a Gossip Girl y a Sexo en Nueva York reverberaban en las conversaciones de sus hermanas mayores. Las compañeras de generación de Taylor Swift crecieron maceradas en lo que en 2024 una tendencia de Instagram bautizó como "energía de personaje principal". Adueñadas de sus peculiaridades, trasforman las aparentes rarezas en los rasgos dignos de la protagonista de una película de Hollywood. Un conjunto de corpiño y culottes vaqueros emparejados con botas de charol rojo se desembarazan, entonces, de la incongruencia y se transforman en el look de alguien que ha abandonado las filas de quienes esperan resignadas a que el chico se fije por fin en ella durante la noche de prom. En la estética, la armonía y el tempo los marca ahora ella. "Swift no parece temer a mezclar tendencias o estilos, incluso cuando estos puedan resultar inconexos o desequilibrados. Su forma de vestir se percibe como una extensión de su personalidad y no como una imposición externa, lo que le permite conectar con personas de diferentes edades, estilos de vida y gustos, y que puedan encontrar algo de sí mismas reflejado en ella". Swift contiene multitudes. Su armario, también.