River: increíble 1-1 en Perú y a ganar todo en el Monumental

25/05/2023 19:48hs. Actualizado al 26/05/2023 0:45hs.

De locos. River jugó una final de Copa con la desesperación y el desequilibrio emocional de un equipo sin rumbo. Con una velocidad descontrolada que lo hizo chocar tan feo que quedó al borde de la destrucción total. El equipo de Demichelis sigue con vida en la Libertadores de milagro. Y otra vez se aferra más a creer y a las chances matemáticas que a las razones futbolísticas.

Cuando River debía dar una muestra de carácter y templanza para adueñarse del juego en Lima y sacar provecho de la diferencia de jerarquía con Sporting Cristal, hizo todo lo contrario: se expuso a una lotería y estuvo a punto de quedar en bancarrota justamente por un error del hombre de mayor garantía. La macana de Armani que generó el 1-0 del Cristal ni siquiera entra en la categoría de blooper. Fue una fatalidad son sabor a desgracia. Porque el arquero que tantas veces se vistió de superhéroe de repente se convirtió en villano, como si la elección de ponerse un buzo negro hubiera sido un presagio.

El campeón del mundo con la Selección en Qatar, con varios records históricos sobre el lomo, se mandó una macana de un amateur que puso en jaque el avance de River a octavos. Y algo similar sucedió con Borja en el penal que pudo haber resucitado al equipo de inmediato: el colombiano, que había convertido el gol agónico en el superclásico con una serenidad admirable, se nubló en el momento menos propicio y le quiso romper el arco a Solís, que intuyó esa decisión y evitó el empate.

Con sangre caliente y le mente en ebullición de principio a fin. Así jugó River. Sin rumbo. Ansioso. Acelerado. Impreciso. Pasado de revoluciones. Al palo. Si bien impuso las condiciones de entrada, la obligación de ganar (incrementada por el triunfo previo de The Strongest ante Fluminense) provocó que el equipo confundiera, voluntariamente, intensidad con vorágine. Eso le quitó serenidad, lucidez, concentración y claridad -técnica y mental- en los metros decisivos de la cancha.

Se notó ya desde la riesgosa amarilla a Enzo Pérez a los 4’ del primer tiempo, en el apuro de Barco por meter un bombazo que pegó en el travesaño en lugar de ubicar su definición a un costado del jugado Solís o también cuando un Nacho Fernández que quedó solito de cara al arquero no supo si asistir a Beltrán o patear.

Ese nerviosismo se vio asimismo en la defensa y se reflejó en las salidas de Rojas a cortar demasiado lejos, en ciertas desatenciones de Casco, en el blooper de Paulo Díaz al mandar la pelota al corner pensando que el árbitro había sancionado una falta anterior sobre Brenner y en el increíble lateral hacia el medio en el que el mismo lateral le regaló la pelota a Hohberg.

Afortunadamente para Demichelis, el soporte cerebral, físico y técnico de Aliendro le terminó dando a su equipo el premio de mantenerse en carrera. Aunque ahora tiene la obligación de ganarle a Fluminense y a The Strongest, quedó en la cornisa y ya no puede volver a fallar en la Copa. Quedó tan vulnerable como el Cristal. Y en el día de su cumple, River quedó condenado a prender velas...

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