Boca, en el diván de la desconfianza: Juan Román Riquelme lejos ...

2 día atrás
Riquelme

Lo que sucede con Guillermo Fernández es un resumen perfecto del combo de desconfianza que reina en Boca. Pol es uno de los capitanes del equipo, hasta ahora un indiscutido para Diego Martínez y “el más inteligente del fútbol argentino”, según la valoración de Juan Román Riquelme. Pero hace tiempo que quiere irse: todavía no explicó los motivos, pero él mismo confirmó que se lo dijo al Consejo de Fútbol en mayo pasado, se lo repitió en agosto y lo recordó en la previa del clásico con Racing. No habrá Fernández en 2025 en la Ribera.

La ecuación no termina de cerrar por más que todas las partes le encuentren respuestas lógicas (hasta ahora, no las entregaron). Pero si el futbolista más valorado por el presidente y el DT, que además surgió de las inferiores del club, ya no piensa como volante de Boca para 2025, cuando todavía el equipo se jugará objetivos importantes en 2024, ¿qué queda para los refuerzos recién llegados o para aquellos futbolistas que pretenden hacer pie con firmeza en la primera, suban desde las inferiores o lleguen desde otros clubes? Pol Fernández tiene su derecho de continuar la carrera donde pretenda, lo que no se entiende es que, incluso después de un mercado de pases muy activo por parte de los dirigentes, siga teniendo un rol tan protagónico y jugando en un puesto que no es el suyo: volante central.

Pol Fernández jugando ante Racing y ante una situación curiosa en medio de la crisis de BocaAugusto Famulari

Esta mini-historia es la punta del iceberg para tratar de comprender todos los demás componentes futbolísticos que entregan resultados para lo que Boca sigue siendo: un equipo de mitad de tabla, con desempeños individuales y colectivos para ganar, empatar o perder, pero para no triunfar seguido.

En realidad, lo que no le permite a Boca ganar seguido es la continuidad de un juego, de un equipo que vaya más allá de las buenas intenciones. Y lo que se vio ante Racing (y en los últimos cinco partidos) evidencia una muestra de que, cuando más pasa el tiempo, menos parece confiar Diego Martínez en los jugadores con los que tiene a disposición.

Aguirre y Giménez posan con sus camisetas de Boca junto al presidente Juan Román RiquelmeTomás Belmonte, en una escena del partido que Boca disputó ante BanfieldTomás Cuesta - LA NACION

Boca tampoco era una maravilla cuando estaba Equi Fernández (siempre se lo valoró más desde lo que potencialmente podía llegar a hacer que desde lo que rendía realmente), pero el mediocampista nunca pudo ser reemplazado por Martínez: el entrenador intentó mantener al resto con Pol Fernández, Medina y Zenón, pero el cuarto volante estuvo de remate. Lo más raro fue que les dio chances a Miramón (volante central) y Belmonte (doble 5 o interior) pero varias veces ingresando como volantes por la derecha, zonas donde estuvieron perdidos. El DT intentó otras pruebas como mediocampistas externos con Martegani o con delanteros reubicados que se sintieron incómodos: Langoni primero; Zeballos y Aguirre después. El único “8″ por vocación, Jabes Saralegui, corre de atrás en las preferencias del técnico.

Es como si Riquelme viera el fútbol de una manera y Diego Martínez de otra, en función de la contratación de los refuerzos y luego cómo son utilizados. En un amplio abanico de incorporaciones, el único que aparece con continuidad para ser alternativa de los titulares es Milton Giménez, que tuvo su espacio -y lo aprovechó muy bien- por las reiteradas ausencias de Cavani por lesiones, molestias o contracturas. Los demás, entran, salen, van al banco, son titulares un partido y al otro ya no. Gary Medel, elogiado por Riquelme por su trayectoria y estado físico en la presentación, no estaba entre las prioridades para Martínez (o dejó de estarlo después de las primeras prácticas).

Juan Román Riquelme y Diego Martínez, en la presentación del DT en Boca, en enero de 2024LA NACION/Enrique Garcia Medina

Y esto se ve impactado directamente en el armado del equipo. Los principales referentes, Sergio Romero, Marcos Rojo, el mencionado Pol Fernández, Miguel Merentiel y Edinson Cavani. Medel ahora está lesionado, pero de la columna vertebral a la que sí Martínez le dio curso, sólo Merentiel -también con altibajos- mantiene su estatus. Chiquito parece falto de confianza no sólo para las salidas desde abajo, sino también para salir en los centros.

A Rojo las cámaras lo toman más en el banco o túnel que en el campo de juego: estuvo presente en apenas 19 de los 43 partidos que Boca disputó en 2024. Ni Cavani, con toda su jerarquía y calidad (y más allá de que convierte seguido), parece hoy fortalecido para acompañar durante varios partidos seguidos a los más jóvenes o los refuerzos recién llegados: estuvo en 25 de los 43. Luis Advíncula es otro que se ganó el respeto de sus compañeros, pero la expulsión ante Cruzeiro y penales cometidos por jugar más con el corazón que con la razón tampoco lo hacen intocable.

Marcos Rojo jugando ante San Lorenzo; salió en el entretiempo Manuel Cortina

Boca sigue jugando 4-4-2 cuando, quizás por las características mencionadas, deba estar más cerca del 4-1-4-1 o el 4-3-3, si pretende recurrir a wines. O de la línea de 3, recurso que utilizó en los partidos ante Estudiantes y Rosario Central. Pero en ese rubro tampoco se vio una continuidad. Entre las variables del DT y el déficit físico del plantel (el que no está lesionado, “llega con los justo” al próximo partido) no logra repetir equipos.

Riquelme y su Consejo de Fútbol ven que a Diego Martínez, más allá de las buenas intenciones (y algunas ejecuciones colectivas) que tuvo en el comienzo de 2024 y se vieron positivamente en Boca, hoy le pesa más el cuidado a no perder que el riesgo para poder ganar. Lo denotan en los cambios y en las posturas del equipo; las variables son incluso muy cambiantes en diferentes momentos del mismo encuentro. El DT se guardó el comentario, pero nunca pudo creer el error administrativo al no enviar las habilitaciones a la Conmebol para poder utilizar los refuerzos ante Independiente del Valle; y había pedido un lateral derecho (Nicolás Tripicchio) pero terminó llegando Juan Barinaga... ya con el equipo eliminado del certamen internacional.

Diego Martínez y una mirada de preocupación durante el partido de Boca ante RacingMarcelo Endelli - Getty Images South America

El presidente, más allá del primer acierto con Miguel Ángel Russo (por el contexto del club-equipo) y por lo que supo jugar Boca en esa primera etapa, terminó desencantado con los demás entrenadores que contrató. Incluso con el propio Russo, que tras renovarle el vínculo lo terminó echando. Lo mismo sucedió con Sebastián Battaglia y Hugo Ibarra. Jorge Almirón le renunció al Consejo antes de que lo saquen, tras perder la final de la Copa Libertadores 2023. A Diego Martínez, Riquelme lo elogió más por el trabajo que veía que estaba haciendo en Huracán que por lo que hizo en Boca. Riquelme sigue lejos de encontrar a su DT ideal, el que refleje desde sus gustos e intenciones, desde su esquema de juego y ubicación de los jugadores, a un entrenador que se sienta identificado casi en plenitud.

River le llega a Boca en un momento de crisis, donde los dirigentes ya no confían en el entrenador, el entrenador no termina de confiar en la totalidad del plantel y los jugadores miran de reojo al técnico porque sus mensajes y ejecuciones no le ofrecen los resultados esperados. “Todos somos responsables”, dijo Martínez después de la derrota con Racing. Una forma de no exponer a Chiquito Romero por los goles y, al mismo tiempo, de reflejar una realidad. Quizás suceda como en el boxeo, que una mano (partido) cambia todo. El tema es quién empieza a contagiar a quién en la cadena de reacciones internas. Y si todavía están a tiempo de generarse un cambio positivo entre las partes.

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