Nostalgia con olor a flor de coco: ¿qué hace que nuestro pesebre ...
La Navidad en Paraguay es más que una festividad; es un viaje a los recuerdos, a la niñez y a esos momentos compartidos en familia. En este país, la Navidad no solo se vive, sino que se respira, impregnada del inconfundible aroma a flor de coco, símbolo de esta época. Pero si hay algo que identifica profundamente a los paraguayos, es la colocación del pesebre, una tradición, una herencia viva que trascendió generaciones, uniendo hogares y comunidades.
Desde El Nacional, conversamos con el profesor David Galeano Olivera, antropólogo cultural y experto en folklore, quien compartió con nosotros la riqueza y los detalles de esta costumbre que, más allá de un acto decorativo, es un símbolo de identidad nacional.
“La tradición del pesebre llegó con la conquista y se arraigó gracias a la labor de los jesuitas y franciscanos, siendo estos últimos quienes la expandieron con mayor fuerza. Con el tiempo, el pesebre en Paraguay adquirió una identidad propia, enriquecida por elementos locales”, explica Galeano, destacando el protagonismo de la flor de coco, cuyo aroma define el ambiente navideño en el país.
Tradición que une generaciones: ¿en qué fecha se pone el pesebre en Paraguay?La colocación del pesebre no sigue una fecha única; cada familia encuentra su propio momento especial para montarlo. Algunos lo hacen el 1° de diciembre, otros el día de la Virgen de Caacupé, el 10 de diciembre, o incluso el 24, horas antes de la Nochebuena. “Lo importante es el ritual familiar que envuelve este acto, ese día en que todos colaboran con emoción y dedicación, recordando las enseñanzas de las abuelas y madres”, añade Galeano.
En los hogares paraguayos, el pesebre cobra vida con materiales de la tierra, como el ka’avove’i, y se adorna con frutas de estación como sandías, melones y piñas, que además de embellecer, luego se convierten en ingredientes del tradicional clericó.
“Qué lindo tu pesebre”Una de las costumbres más entrañables es visitar los pesebres de los vecinos. Galeano relata con nostalgia: “En muchas comunidades, la gente pasa de casa en casa la tarde del 24, admirando los pesebres y compartiendo clericó y sopa paraguaya. Es un acto de unión, de valorar el esfuerzo y la creatividad del otro”.
El pesebre, que usualmente se retira el 6 de enero tras la festividad de los Reyes Magos, incluye todos los elementos esenciales de la tradición: la estrella de Belén, la paloma que simboliza al Espíritu Santo y, por supuesto, las figuras de Jesús, María y José, acompañadas de ovejas, vacas y camellos.
No existe nada más bonito esa noche que confundirse en un fuerte y emotivo abrazo con los seres queridos y dejar al Niño Jesús que renazca en nuestros corazones y en nuestras vidas.
Las frutas del pesebre: un homenaje al fruto del campoLas frutas que se colocan en el pesebre no solo decoran el escenario del nacimiento de Jesús, sino que también representan un homenaje al fruto del trabajo del campo. Estas frutas de estación, como la sandía, el melón, la piña, la banana y la manzana, se utilizan posteriormente para preparar el tradicional clericó, una bebida refrescante que acompaña las celebraciones navideñas.
Además, los pesebres se adornan con ka’avove’i, un arbusto que abunda en esta época del año, y cuya utilización en la creación del pesebre refleja la conexión profunda con la naturaleza y las tradiciones rurales del Paraguay. Este arbusto, que es parte del paisaje paraguayo, se utiliza para dar forma y color a las escenas navideñas, aportando una esencia única a la celebración.
Pese a la influencia de otras culturas y a la pérdida de “la vida de barrio”, Galeano asegura que el pesebre paraguayo sigue siendo fuerte. “En los rincones del país, esta práctica no solo se mantiene, sino que es un motivo de orgullo. La gente hace todo lo posible para preservar esta tradición que nos conecta con nuestras raíces. No todo está perdido”, puntualizó.
Así, el pesebre paraguayo no es solo una representación del nacimiento de Jesús, sino un testimonio vivo de cómo las tradiciones fortalecen nuestra identidad y nos recuerdan que la Navidad no solo se celebra, sino que se siente y se comparte, generación tras generación.