Llegan las fiestas de fin de año y los símbolos nos inundan: arbolitos, estrellas, gorritos de Papá Noel, mensajes emotivos, y claro, pesebres… porque eso es lo que celebramos hoy, un nacimiento, un alumbramiento que sucedió en el pueblo de Belén bajo una gran estrella hace 2023 años. Por eso, hay quienes miran un pesebre y se inundan en emoción, quienes viajan en el tiempo y se sienten un poquito en esa época, y se dejan llenar con la magia de estas fechas. Y claro, los hay quienes no pueden evitar atravesar los cierres de año con un recuerdo tatuado en el corazón: el del ser amado que ya no está.
Hay distintas formas de honrar a ese ser amado. Así lo quiso don Chicho Risso Patrón hace muchos años, cuando decidió honrar el recuerdo de su fallecida hermana Esther, manteniendo una costumbre que los unía como hermanos: armar un pesebre gigante.
“Mi papá tiene adoración con su hermana” nos decía Cecilia, su hija, en el 2021, cuando se cumplían 67 ediciones del armado del pesebre de don Chicho. El mecanismo se repetía cada año: el living familiar de su vivienda de Lamadrid 194 en Monteros se desarmaba y se dejaba vacío. En lugar de los sillones, montañas de musgo comenzaban a trepar las paredes. Un pequeño pero gran Belén se trasladaba a la vivienda de la familia Risso Patrón y desde una ventana uno podía pasar y dejarse deslumbrar cada noche de diciembre y algunas de enero por las bondades que regalaba ese pesebre. “Los vecinos saben que es una costumbre infaltable. Además, todos los niños de la familia históricamente tienen el deber de buscar el musgo en el cerro. Es toda una aventura”, confesaba en ese momento.
Este año, en octubre, don Chicho pasó a la inmortalidad, y junto con su partida, para muchos se llevó parte de la Navidad. Sin embargo, a medida que diciembre iba pasando, los vecinos comenzaron a preguntarse qué iba a pasar con esa ventanita alumbrada que irradiaba alegría cada verano en Monteros. Hasta que los hijos tomaron la posta: “Lo vamos a hacer”.
“67 años se armó el pesebre, y este 2023 sería el año uno para mi familia. Para mí es el año uno, es muy fuerte que te hagan una entrevista para hablar de esto y no verlo a él físicamente” explicó.
En octubre, a sus 85 años de edad y tras una batalla bastante corta contra el cáncer, don Chicho pasaba a la inmortalidad. Sin embargo, Ceci dice que mientras arman el pesebre lo ven por todas partes: “Es como si lo escucháramos diciendo que seamos cuidadosos, que esta cosa no va, que aquella va en otra parte. Este pesebre representa el amor, el amor a la familia, sobrellevar las adversidades”.
Pero un trabajo de ese tramaño, no era algo de un momento a otro, claro que no. Desde semanas antes del día en que nacía el Niño Dios, Chicho comenzaba a proyectar la titánica y noble tarea de preparar esa escena: “En diciembre comenzábamos a traer el musgo del cerro, así fue desde que éramos niños. Ahora era tarea de mis sobrinos. Pero antes, en noviembre ya mi papá empezaba a contar los cambios o cosas que iba a modificar, quitar o agregar en esta edición” recordó. Sin embargo, más allá de esa costumbre que conllevaba un esfuerzo físico, mental y creativo, detrás del nacimiento en casa de la familia Risso Patrón se escondía un profundo sentido espiritual.
“Esta semana FM La Tempranera hizo una nota a mi mamá mientras armaban el pesebre, y ahí escuché por primera vez algo que ella no nos había dicho nunca. Antes de la pandemia, el intendente de Monteros de ese momento, don Pancho Serra, le propuso a mi papá que arme el pesebre en la plaza, que todos lo iban a disfrutar todo el día y que iba a tener una custodia. A mi me pareció algo hermoso como hija, y no lo entendía cuando supe que él no quería saber nada con esto. No comprendía el motivo, me parecía un despropósito privarse de ese honor”, confesó Ceci.
“Mi mamá contó que cuando son las 00:00 de Navidad, mi papá necesitaba ir al pesebre, descubrir al niño que estaba tapado, como mostrar que ya había nacido. Rezaba y volvía a la mesa a seguir compartiendo”, explicó a eltucumano. “La noche que lo vi hacer eso, sumado a la explicación de mi mamá, me hizo comprender todo”.
Y es que el famoso pesebre de don Chico traspasaba para él toda cuestión de ego o reconocimiento. Su necesidad era la de tener ese fuerte contenido espiritual en su hogar. Poder trasladar esto a toda su familia y agradecer por las bendiciones, recordar a los que ya no están.
Don Miguel Ángel viene de una familia de 14 hermanos, y fue trabajador rural desde niño. Sin embargo, en Monteros casi todos lo conocen por su tarea de conserje en la escuela Normal de esa ciudad, y por todas sus anécdotas siempre relacionadas al trabajo. Se casó con Marta, su gran amor hasta el final, a los 31 años. Estuvieron 54 años juntos. Tuvieron tres hijas mujeres y un hijo varón, además de 7 nietos y un bisnieto, los nuevos herederos de la costumbre que mantiene vivo el recuerdo de Esther y Chicho, dos hermanos que atravesaron su infancia en el interior tucumano a la espera de ese momento de ilusión que es la Navidad.
Este sábado 23 de diciembre, finalmente quedó inaugurado el pesebre más grande de Tucumán. Año tras año fue visitado por cientos de monterizos, y fue receptor de las cartitas e ilusiones de miles de pequeños que hoy también son padres y madres.
“Mi papá estaría feliz. Tengo su imagen presente entre nosotros, porque lo hacemos unidos en familia como a él le gustaba. Y nos diría que seamos felices y sigamos adelante”.