Paul McCartney: de Paul Ramon a Twin Freaks, los seudónimos ...
Joven y escandalosamente famoso, Paul McCartney tenía tan sólo 27 años cuando The Beatles se separaron para siempre, en la primavera británica de 1970. La creación posterior de Macca –como lo llaman con cariño en su país– cuando muchos lo catapultaban por debajo de las sombras de John Lennon, creció como un río caudaloso. Su gesta artística, contrariamente a los que esperaban un único brillo en el rock y en el pop, se ramificó en varias vidas, personajes que inventó para ir transitando una variedad de géneros sustanciosa, surrealista, sorprendente y magnífica. Paul no olvidó la figura omnipotente del fabuloso cuarteto pero ensanchó las fronteras en una obra solista descomunal, con colaboraciones de todo tipo, obra que sigue viva como la de pocos artistas que acometieron una revolución, de las fundamentales e imprescindibles del siglo XX.
En el libro Sobreviviendo a la canción perfecta (Mil Campanas), escrito por Julio Martínez, se reviven esas facetas tal vez no tan conocidas de uno de los compositores más superlativos y a la vez versátiles de la canción contemporánea. Desde aquella separación final, la maquinaria beatle se reactiva constantemente, siempre aparece algo novedoso con notable efecto económico y la prueba está en el conocimiento que las nuevas generaciones tienen sobre ellos a través de las playlist de Spotify o los videos de YouTube. Pero las vigas de acero del grupo, apenas consumada la ruptura, se habían vuelto insoportables para Paul, John, George y Ringo. El corset bealte resultaba incómodo y a Macca, que había demostrado en reiteradas ocasiones no haberse quedado quieto y estar atento a su alrededor cultural, sin embargo el imaginario popular lo ubicó por un largo tiempo en segundo plano detrás de la genialidad de Lennon, a quien consideraban como “el vanguardista” y “el mejor compositor”.
¿Cómo rearmarse sin dejar de ser etiquetado como un eterno beatle? ¿De qué modos alimentar un espíritu creativo que sea auténtico y libre tras semejante proeza? “En la búsqueda, McCartney se refugió muchas veces en un alter ego como máscara protectora”, dice Julio Martínez, como una pista para recorrer el sinuoso camino. Paul inventó una serie de personajes que lo ayudaron a aventurarse en otros terrenos musicales, una adaptación a espacios totalmente ajenos sin perder la destreza. En colaboraciones con Michael Jackson, Stevie Wonder, Elvis Costello, Kenny West y Rihanna, o en experiencias como su obra de música clásica Ecce Cor Meum, que compuso tras la muerte en abril de 1998 de su mujer Linda McCartney, cultivó distintos Paul McCartney, amparados por un mismo genio musical. Lo cierto es que el mito urbano del Paul Is Dead, que mutó de broma a teoría conspirativa, nunca alcanzó a las agitadas y tumultuosas aguas de la creación de un hombre que, a sus 82 años, sigue girando por el mundo. Vivito y coleando.
Paul McCartney en una imagen de los 70, en sus primeros años luego de la separación de The BeatlesTwitter/@PaulMcCartneyPaul Ramon fue uno de los primeros seudónimos, creado mientras se grababa Let It Be, en 1969. McCartney se había quedado solo en los estudios Olympic, tratando de buscar un respiro de las tortuosas sesiones y se encontró con Steve Miller, cantante de la Steve Miller Band. Paul pidió tocar la batería en un tema, que tiempo después se conoció como “My Dark Hour”. En los créditos pidió firmar como Paul Ramon, algo sólo para entendidos. Fue una de las primeras canciones de rock que escuchó Mary McCartney, la primera hija biológica de Paul y Linda: “Mamá me presentó una canción en la que papá tocó la batería hace años, llamada ‘My Dark Hour’. Se le acredita como Paul Ramon y hace coros, guitarra, bajo y batería. Se grabó en los Olympic de Londres después de una discusión que papá había tenido con los otros Beatles. Creo que la batería es muy buena, pero se nota que está dejando escapar mucha tensión”. La sociedad McCartney/Miller tardó muchos años en reencontrarse. Las sesiones del notable disco Flaming Pie, de la segunda mitad de los noventa, hicieron posibles nuevas colaboraciones como “Young Boy” y “I Used to be Bad”.
Otra incursión del Paul menos pop y rockero fue The Country Hams, el pequeño trío junto a Floyd Cramer y Chet Atkins, una experiencia relajada y nostálgica en su primer flirteo con el jazz de cuerpo entero, y cuyo tema instrumental “Walking in the Park with Eloise” fue su buque insignia, un sencillo que EMI se encargó de reeditar como uno de los tantos objetos de culto en el universo McCartney. Tal como ocurriera con el hipnótico single “Maybe I´m Amazed”, grabado en secreto poco tiempo después de la separación de los Beatles. Todo comenzó cuando en un famoso estudio una mujer había reservado el turno a nombre de un señor llamado Billy Martin. Allí Paul, embebido por su nuevo seudónimo, grabó una balada atronadora y cargada de emoción frente al piano en agradecimiento a Linda, la mujer que lo rescató en su peor momento. Como estrategia publicitaria, se mantuvo bajo siete llaves la identidad de la célebre figura musical hasta la salida del comunicado que acompañó el álbum.
El laboratorio creativo lo llevó a caminos insospechados. Pegando un salto en el tiempo, en 2005 inventó un nuevo personaje: Twin Freaks, una colaboración con el DJ Roy Kerr -también conocido como The Freelance Hellraiser-. Kerr se había ganado una buena reputación creando remixes, en los que combinaba voces e instrumentos de canciones a menudo muy disímiles. “La experimentación que tuvimos juntos es muy de él. Le encanta experimentar en los discos. Cuando fui a su estudio había muchas cosas de Stockhausen, muchos CD. Le encanta lo experimental y avant garde. Creo que vio en mí lo que él hacía y probablemente me llamó por eso”, dijo Roy Kerr, en un material que contiene elementos de bajo perfil en la carrera solista de Macca, como “Rinse the Raindrops”, del disco Driving Rain (2001), o Darkroom, de su prototipo de música electrónica McCartney II (1980), rechazado por la crítica de entonces donde el beatle había grabado cajas de ritmo, secuenciadores, loopers y varios de los sintetizadores que escuchaba en sus admirados Giorgio Moroder y Kraftwerk.
Percy “Thrills” Thrillington, por otra parte, fue una genialidad que hoy pasaría como una de las tantas fake news que pululan sobre los famosos en las redes, salvo que aquí tuvo su verdadero creador ocultando su identidad. Thrillington es un álbum publicado en 1977 bajo el seudónimo de Percy “Thrills” Thrillington, que no fue otra cosa que una versión instrumental del álbum Ram lanzado en 1971 junto a Linda McCartney. Poco después de la publicación de Ram, Paul McCartney había propuesto al director y arreglista Richard Hewson armar una versión instrumental del disco. Sin embargo, la decisión de formar el grupo Wings retrasó el proyecto hasta 1977. Para la edición del álbum, McCartney inventó la biografía de un adinerado playboy y figura misteriosa de la música, un tal Percy Thrillington, bajo el que se ocultó para producir el álbum, e incluso programó anuncios en periódicos musicales del Reino Unido para publicitar el personaje y producir expectativa.
Editado en abril de 1977, y sin ninguna mención al nombre verdadero de Paul salvo en los créditos donde se le describía como un amigo de Percy, el disco se convirtió en un objeto de coleccionista. “Percy Thrillington ciertamente no es Paul McCartney como alguna gente piensa. Percy existe como individuo y es sorprendente la cantidad de personas que siguen sus actividades a través de las columnas de The Times y Standard. Ojalá haga una aparición pronto, pero pasa mucho tiempo recorriendo el país y le gustaría mantenerse en el anonimato”, fue una parte del texto correspondiente a la información del disco realizada por un tal Clint Harrigan, el mismo que escribió notas para el primer disco de Wings, Wild Life, encarnado por el propio Paul McCartney. No conforme con uno, entonces, tuvo dos alter ego en un mismo trabajo: Thrillington y Harrigan. Durante muchos años, en efecto, negó ser Thrillington hasta que en una entrevista con el periodista Peter Palmiere, en 1989, se confesó: “Lo de Percy es una gran pregunta para terminar la conferencia. ¡El mundo necesita saberlo! No, en serio, soy yo y Linda. Mantuvimos el secreto por un largo tiempo, pero ahora el mundo lo sabe. ¡Lo arruinaste”, expresó en aquella oportunidad un sonriente y canoso Paul.
El periodista y músico Julio Martínez narra otras dualidades épicas, y tal vez la de The Fireman constituya una de sus últimas y más memorables astucias. El McCartney camuflado de principios de los ochenta se hizo irreconocible en el inicio de los noventa con un flamante alter ego: The Fireman, creado con el ex-bajista de Killing Joke y ahora productor Martin Glover -conocido artísticamente como Youth-. El nombre había nacido en honor a su papá Jim, quien durante la Segunda Guerra Mundial se ofreció como bombero voluntario. El nuevo personaje le sirvió para recuperar el espíritu explorador y quitarse la asfixiante presión de los fans, después del éxito del disco Off The Ground (1993) y el triunfante tour internacional de esa época que se cristalizó en el álbum en vivo Paul Is Live, un juego de palabras con referencia directa a la leyenda “Paul Is Dead”.
Con The Fireman grabó tres discos, los dos primeros Strawberries Oceans Ships Forest (1993) y Rushes (1998), absolutamente instrumentales y de carácter eminentemente experimental. En el último, Electric Arguments, de 2008, ambos músicos decidieron que, por primera vez, sus nombres aparecieran en la portada del álbum, pintada por el propio Paul. Se distribuyó a través de pequeños sellos independientes y volvió a sorprender al público con una extraordinaria arquitectura musical entre el pop, el rock, la psicodelia y la electrónica, con un Paul libre flotando en el estudio sin, como él mismo lo deseó, tomarse demasiado en serio.
“The Fireman es la chance de hacer algo diferente. No me gusta hacer lo mismo todo el tiempo. Creo que es aburrido. Me permite entrar a otra área y es un gran privilegio hacer eso”, analizó el infatigable compositor durante la promoción del disco, en lo que se puede interpretar como un verdadero manifiesto.
Lúdico y reencarnado, misterioso y fugitivo, pop y experimental, McCartney hizo de su trayectoria un devenir de mil vidas, jugando conscientemente con la fama y paseándose sin demasiado equipaje entre atmósferas y sonidos, atento siempre a las resonancias de su obra en las nuevas generaciones sin nunca por eso renunciar a los pliegues infinitos de su voz creativa. Compositor nato, cultor máximo del salirse de la zona del confort y amante de la cultura popular, sirviéndose de la poesía, el teatro, el cine, los cómics y los musicales, Paul vuelve a Argentina con tantas canciones bajo el brazo que cuesta imaginarlas. ¿Cuáles elegirá para reencontrarse con el público que una vez más promete ir a su encuentro aún sin conocer las múltiples máscaras del perfecto simulador?
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