Ascenso y caída del Papu Gómez: de ser estrella del equipo que ...
Llegó a estar a un paso de la selección italiana como oriundo cuando fue la estrella del equipo que revolucionó el Calcio, Atalanta, y meses más tarde se terminó yendo por una pelea sin final feliz con su entrenador Gian Piero Gasperini. Y así como llegó a ser campeón de América, Intercontinental y Mundial con el equipo nacional argentino, terminó alejado de la mayoría de sus compañeros por un extraño episodio nunca del todo revelado. Ahora, Alejandro Papu Gómez podría quedarse sin dos de sus principales medallas y hasta retirarse al recibir un duro golpe, con la confirmación de un positivo por doping durante su anterior etapa en el Sevilla.
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Gómez, quien acababa de llegar al Monza de la Serie A italiana (club que regenteaba el recientemente fallecido magnate y ex premier Silvio Berlusconi) y en el que apenas jugó dos partidos, recibió junto a su club la notificación de la FIFA, que a su vez se lo trasladó a la Federación Italiana de Gioco Calcio (FIGC), de que un control sorpresivo realizado en un entrenamiento en su anterior etapa en el Sevilla, realizado en octubre de 2022, terminó dando positivo, y la sanción que recibió fue de dos años de suspensión, lo que a sus 35 años podría significar su acelerado retiro del fútbol.
El control, que según el Sevilla lo realizó la UEFA -que se mantiene en silencio- pero que otras versiones sostienen que fue a cargo de la CELAD (Comisión Española para la Lucha Antidoping en el Deporte), arrojó que lo que se encontró en el examen a Gómez rastros de un medicamento de la familia del B2 adrenérgico (broncodilatador), similar al salbutanol, lo que determina un cuadro de negligencia porque el jugador, según el reglamento, debe conocer la lista de medicamentos prohibidos por la Agencia Médica Antodoping (AMA) y ni siquiera se acepta la excusa de que pudo haber sido aconsejado por un médico, aunque el jugador adujo que había pasado una mala noche y que entonces tomó un jarabe para sus hijos sin consultar a los profesionales del club.
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Luego del control antidoping, en el que ya el Sevilla y el jugador sabían que había dado positivo, aunque faltaba la contraprueba, Gómez fue campeón mundial un mes más tarde en Qatar y en mayo pasado también ganó la Europa League con los españoles, al vencer en la final de Budapest a la Roma de José Mourinho. Aunque apenas semanas más tarde, el equipo andaluz decidió prescindir de sus servicios pagándole la mitad de la ficha, aunque fuentes del club sostuvieron ante Infobae que esto “no tuvo que ver” con el doping y la posibilidad de que hubiera una resolución en su contra, sino “exclusivamente deportiva”, al explicar que su entrenador, José Luis Mendilíbar, no lo consideraba imprescindible en el plantel y necesitaba esa ficha para traer a otro jugador.
Una vez que quedó libre del Sevilla, en el verano europeo pasado, el agente de Papu Gómez, el italiano Giuseppe Risso, estuvo a punto de cerrar el pase al Vasco Da Gama que ya dirigía Ramón Díaz, pero a último momento se frustró cuando apareció el Monza, que conocía la situación del jugador argentino, pero prefirió arriesgar y que finalmente se eximiera de la sanción. Ahora ya está en duda que pueda estar presente en el compromiso del fin de semana ante la Roma por la Serie A.
Gómez también tuvo suculentas ofertas del fútbol árabe, pero nunca las consideró, acaso curtido por una breve pero desafortunada experiencia en Ucrania. “Por un lado, la de Arabia Saudita no era una oferta imperdible, una que te cambiara la vida –sostuvo al diario Corriere della Sera– y luego, cuando busqué en el atlas la ciudad a la que debía haberme mudado, en medio del desierto, pensé: ‘Gracias, pero no llevaré a mis tres hijos allí’. Lo de regresar a Italia fue una decisión en familia y fue ideal porque es un país al que conocemos bien, aunque sinceramente pensé que me quedaría sin jugar hasta junio”.
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Lo cierto es que hasta la llegada de la oferta del Monza, Gómez ya comenzó a meditar el retiro “para no terminar amargado y acabado” luego de decirle que no también a la MLS y a un intento de Juan Román Riquelme para llevarlo a Boca Juniors. También anduvieron flotando alternativas como la liga mexicana e Independiente, el club del que es hincha desde los tiempos en los que iba a su pileta.
Si Gómez pudo jugar el Mundial un mes después del doping positivo y hasta la temporada completa en Europa fue porque lo que ingirió no es considerado de gravedad por los organismos deportivos pese a que el Estándar Internacional de Gestión de Resultados recomienda resolver estas sanciones siempre antes de los Mundiales o Juegos Olímpicos.
Gómez podría ahora perder las dos medallas, la del Mundial y la de la Europa League, pero sus equipos no serán sancionados porque el Código Mundial Antidoping dice en su artículo 11 que los equipos tendrán sanciones “sólo si dos o más jugadores hubiesen cometido la misma infracción”.
Con tantos años en el fútbol europeo, Papu Gómez (15 de febrero de 1988) ya no necesita cruzar a la casa de comida rápidas como tantas veces en su juventud en Avellaneda, al comprobar que en su casa la heladera estaba completamente vacía, no siguió con la costumbre de comer asados antes de los partidos o pasarse el día en la sede de Independiente pese a haber comenzado a jugar al baby fútbol en Racing, en la vereda de enfrente.
En esos tiempos, Papu era El Piojo, el sobrino del ex marcador central de Colón, Independiente y la selección argentina, Hugo Villaverde, y fue descubierto por Jorge Burruchaga, quien se lo llevó a una pretemporada en Arsenal de Sarandí en Tandil. En 2005, a los 17 años, ya debutaba en Primera, aunque se consolidó en el Apertura 2006, cuando pasó a ser uno de los protegidos de Julio Grondona, fundador del club y presidente de la AFA. Ya en 2007 le marcó dos goles al América de México en el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana que acabó ganando el equipo argentino por diferencia de gol.
Su regularidad y buenos partidos lo proyectaron a San Lorenzo de Almagro en 2009, aunque en los primeros tiempos fue muy resistido por los hinchas, que se encontraron con un muchacho de poca paciencia y mechas cortas. Durante el interinato de Alberto Fanesi en un partido ante Vélez, el entrenador le gritó que se levantara después de trabar una pelota, pero el volante le respondió “dejá de vender humo, la c…de tu madre”. Otra vez, se peleó con un plateista en un partido ante Independiente en el Nuevo Gasómetro, y el hincha lo vino a buscar a la salida del vestuario, con otro escándalo posterior.
Podría decirse que más que su paso por San Lorenzo, su carrera deportiva cambió con la llegada al Ciclón de Diego Simeone como director técnico. Lo ubicó como extremo por la derecha y de a poco, sus rendimientos comenzaron a subir y ya cuando el Cholo se fue al Catania italiano, se lo llevó para sumarse a otros argentinos que jugaban allí: se transformó en ídolo a tal punto que en 2017 se levantó un mural alrededor del estadio en el que aparece junto con sus compatriotas Gonzalo Bergessio y Mariano Izco.
“El paso por San Lorenzo me ayudó a crecer -reconoció años más tarde- y si me hubiera quedado unos años más, se habría visto al mejor Papu, porque era cuando mejor estaba, y ya me había adaptado. Me encantaba estar con los grandes como Pipi Romagnoli, Bernie Romeo, Kily González o el Gallego Méndez y trataba de absorber todos los consejos, pero la oferta del Catania no se podía desperdiciar”, declaró ante el medio La Cuervería.
Tras sus tres temporadas exitosas en el Catania, Simeone volvió a aparecer en su vida para llevarlo al Atlético de Madrid, pero prefirió experimentar en el FC Metalist Jarkov de Ucrania, seducido por la chance de disputar la Champions League 2013-14. Sin embargo, todo salió mal cuando el club fue sancionado por la UEFA por un arreglo de partidos en 2008 y suspendido de la competencia. Gómez buscó entonces, desesperadamente, regresar a la Serie A y estuvo a punto de arreglar con la Fiorentina, pero el pase no se concretó y trató de remotivarse para seguir en la liga local, en la que terminó tercero, y con tres goles y cuatro asistencias. Aunque al terminar la temporada, su firme decisión fue la de no retornar, ante las tensiones políticas que se vivían en el país.
Había estallado la guerra civil en Ucrania y sentía que tenía que emigrar. “Que ande la gente con metralleta en la calle, no lo veo y no puedo poner en riesgo la vida de mi familia”, afirmó, y contó que un día, con su esposa y uno de sus hijos, quedaron en el medio del enfrentamiento de dos facciones, la pro-rusa y la europeísta. “Ahí pensé que no nos podíamos quedar y como un día antes del cierre del libro de pases tenía ofertas del Verona y del Atalanta, me decidí por el segundo y el tiempo demostró que acerté”. También estuvo cerca de regresar a San Lorenzo, que acababa de ganar la Copa Libertadores y se aprestaba a jugar el Mundial de Clubes, pero los ucranianos pidieron siete millones de dólares, lejos del alcance del club argentino.
Con el Atalanta firmó un contrato por tres años y si bien comenzó salvándose por poco del descenso, de a poco fue creciendo con el equipo que se fue convirtiendo en sensación de la Serie A y hasta uno de los ejemplos de Europa con un gran rendimiento y siempre acertando en el mercado de pases con jugadores de no mucho renombre (uno de ellos, el Cuti Cristian Romero).
Comenzó jugando de segunda punta o detrás del goleador, pero Gasperini, el entrenador, le fue dando cada vez más protagonismo, retrasándolo unos metros, con más panorama, hasta que terminó de explotar en la temporada 2016/17, cuando marcó 12 goles y le agregó 6 asistencias, le renovaron el contrato hasta junio de 2020. Gian Piero Ventura, el entrenador de la selección italiana, trató de sumarlo a las convocatorias aunque la FIFA le negó la posibilidad porque el artículo 8 del reglamento sostiene que un jugador puede cambiar de selección nacional si cuando jugaba en la primera ya contaba con doble nacionalidad, y él ya había formado parte del juvenil argentino en el Mundial Sub-20 de Canadá que ganó junto con Sergio Agüero, Ever Banega, Sergio Romero y Ángel Di María, entre otros, y en aquel momento no disponía de pasaporte italiano.
“Ventura vino a verme a un partido del Atalanta y me dijo que todo dependía de cómo anduviera en la cancha. A mí me encantaría. Si surge la posibilidad, le voy a dar para adelante. El Mundial está muy cerca y para mí sería un sueño”, dijo en aquel momento, cuando ya era capitán e ídolo de la hinchada y se festejaban hasta los distintos motivos que lucía en su cinta, como una en alusión a Halloween. En las tribunas del estadio se podían apreciar banderas y carteles que decían “Ventura, Gómez é italiano, 10# Papu in Nazionale”. Antes que Ventura, Antonio Conte también lo había tenido en los planes.
En la temporada 2019/20. Ya completamente consolidado, integró uno de los mejores equipos de Atalanta, que finalizó en los cuartos de final de la Champions League y tercero en la Serie A, pero todo acabó de la peor manera cuando tuvo una grave discusión con Gasperini y eso determinó su deseo de dejar el club a fines de 2020.
“Me tuve que ir del club -recordó el propio Gómez- porque esperaba una disculpa del DT que jamás llegó. Yo me equivoqué en algo, lo asumo, porque en un partido de Champions contra el Midtjylland de Dinamarca, lo desobedecí en una indicación táctica. Faltaban diez minutos para terminar el primer tiempo y me pidió que jugara por derecha cuando yo estaba jugando bien por izquierda, y le dije que no. Imaginate haberle respondido eso en medio de un partido, hoy, con las cámaras. Estuvo perfecto que se enojara. Ahí ya supe que en el entretiempo me iba a sacar y así fue. Pero en el vestuario se sobrepasó, cruzó los límites e intentó agredirme físicamente y ahí dije basta. Uno puede discutir, pero una agresión física es intolerable. Ahí pedí una reunión con el presidente del club (Antonio Percassi) y ahí le dije que no tenía problemas en continuar, que como capitán me había equivocado y que di un mal ejemplo desobedeciendo al DT, pero que esperaba una disculpa de Gasperini. Al día siguiente hubo una reunión en la que pedí disculpas al plantel y al cuerpo técnico, pero no recibí ningún pedido de disculpas del DT. ¿Cómo había que entenderlo? A los pocos días le comuniqué al presidente que no iba a seguir trabajando con Gasperini y me dijo que no me iba a liberar y comenzó el tira y afloje, me separaron del plantel y terminé entrenándome solo con la reserva”, dijo al diario La Nación.
“Fue feo -siguió- porque después de siete años, me dejaron tirado. Se comportaron muy mal conmigo y de ahí en más se me cerraron las puertas del fútbol italiano porque no me querían dar a ninguno de los grandes porque decían que era reforzar a un rival directo y siendo el mejor volante de la Serie A me querían mandar a Arabia o a la MLS. Por suerte apareció el Sevilla porque mi obsesión era seguir a gran nivel para estar en la Copa América. Los que más me decepcionaron fueron los dueños del club, después de tantos años, de la confianza que nos teníamos. Mis hijos iban al mismo colegio que los hijos de ellos, compartíamos un montón de cosas y la parte que más me dolió fue cómo me tiraron a la basura”.
Además del Sevilla, habían aparecido varios clubes grandes argentinos pero la respuesta fue tajante: “Volver a jugar a la Argentina no es una opción. Y a vivir, tampoco. No me atrae. No me llama la atención. No me gusta el entorno. Me genera estrés. Me llamaron varios clubes grandes y la respuesta fue la misma: ‘Te agradezco muchísimo el interés, pero no. La verdad es que hace mucho que me fui y te acostumbrás a la vida de Europa. Sabemos que la Argentina está complicada y queremos seguir viviendo en paz. Por mi familia, por mis hijos. No digo nunca porque no sabés. Quizá mañana quiero empezar a dirigir y me llaman de la Argentina y me voy a vivir allá, pero después de tantos años, estoy acostumbrado a este ritmo de vida”.
Con el paso del tiempo, Gómez cerró mejor su etapa en Bérgamo: “Después de ese episodio gané un Mundial, una Copa América y una Europa League. La vida puede ser una locura y todos esos títulos llegaron después de mi abrupta salida del Atalanta”. El Sevilla pagó por su pase 7 millones y medio de euros, pero no llegó a consolidarse en la titularidad. En el equipo andaluz jugó 90 partidos, marcó 10 goles y aunque ganó la Europa League, apenas disputó tres partidos, ante el Manchester United y dos ante la Juventus. Tenía contrato hasta 2024 con el Monza italiano, pero ahora todo está en duda a partir del dóping positivo.
En las selecciones argentinas, su trayectoria comenzó en el Sub 17 en 2005, siguiendo con el sudamericano de Paraguay en el Sub 20 de 2007 y el título mundial en Canadá en ese mismo año. “Papu fue el atorrante de potrero que teníamos en aquella selección”, recordó quien fuera el entrenador, Hugo Tocalli. “Había que estar esperando siempre alguna de sus picardías y hacía reír a todos. Es un jugador fino, prolijo, con personalidad, con gol”.
Ya como profesional, superada la etapa en la que pudo jugar para Italia, llegó la convocatoria de Jorge Sampaoli, en 2017, para la selección argentina camino de Rusia 2018. Debutó en un amistoso ante Singapur el 13 de junio, estuvo en el campo 70 minutos y marcó un gol, pero no ingresó en el otro partido de aquella semana ante Brasil. Perdió en el duelo con Manuel Lanzini para llegar al Mundial, y pese a una dura lesión de éste terminó jugando Enzo Pérez.
Por fin, llegó la posibilidad de integrar el equipo de Lionel Scaloni, con el que ganó la Copa América de Brasil en 2021 y pasó a integrar la “Mesa Chica” de los referentes junto a Lionel Messi, Nicolás Otamendi, Ángel Di María, Rodrigo De Paul y Rodrigo De Paul, hasta que se produjo un extraño episodio tras el partido de cuartos de final del Mundial de Qatar que distintas versiones, nunca confirmadas, lo que lo habría distanciado del grupo al punto de no volver a ser convocado, y tampoco recibió saludos de casi ningún ex compañero en Instagram en ocasión de su cumpleaños ni tampoco se lo vio muy asociado en los festejos del título mundial.
Un día antes de la final, el 17 de diciembre pasado, su representante, Risso, visitó al Papa Francisco para obsequiarle su camiseta 17 de la selección argentina en Qatar en ocasión del cumpleaños 86 del Sumo Pontífice, reconocido hincha de San Lorenzo. Gómez estuvo presente sólo en dos partidos durante el Mundial de Qatar, ante Arabia Saudita en el debut, y ante Australia.
Pese a su 1,66 metro de estatura, Papu Gómez siempre vio ventajas en su físico a la hora de jugar al fútbol porque “al tener bajo el centro de gravedad, me favorece la gambeta en velocidad”.
Buen jugador de tenis y asador cada vez que el tiempo lo permite, Papu Gómez tiene más de dos millones de seguidores en Instagram en buena parte gracias al bailecito que creó con su esposa Linda (una arquitecta que se volcó al mundo de la moda y al merchandaising y con quien tiene tres hijos) y que denominaron “Papu Dance”, que comenzó como broma y que se hizo viral y que terminaron explotando.
En 2020, Gómez también supo sacar partido de la cuarentena del Covid y no sólo se animó a participar de un podcast de charlas y entrevistas con el periodista Martín Reich, sino que apareció en Italia su libro “Ciao, sono il Papu, la mia historia a fumetti”, una biografía suya en cómic.
Seguramente, con los dos años sin jugar por la sanción, acaso Papu Gómez se plantee nuevos desafíos: “¿Entrenador? Quizá. Es un tema que no lo tengo muy claro. Por un lado me encanta la parte técnica, el análisis del juego. La única parte que no me encanta es que tenés que seguir la misma vida de tus días de jugador. O peor. Pero todavía pienso como jugador”, dijo en su momento. Tal vez comience a ser hora de dar vuelta una página de un ciclo muy intenso.