La nariz de Bradley Cooper en “Maestro” y la representación artística

24 Ene 2024

El estreno de Maestro, la biopic de Leonard Bernstein, generó una polémica en torno al aspecto físico de Bradley Cooper, quien interpreta al legendario director y compositor. El problema fue la prótesis de nariz que el actor usó para ajustarse a los rasgos físicos que demostrarían la herencia judía de Bernstein.

Maestro - Figure 1
Foto La Voz del Interior

La sensibilidad del debate y el tipo de razones ofrecidas de cada lado llevan a pensar nuevamente en esa compleja zona en la que el arte se toca con la ética.

El propio Cooper, también director de la película, aseguró que la prótesis fue una decisión principalmente estética, un recurso para lograr armonía facial en la pantalla. Los hijos de Bernstein aseguraron en nombre de su padre no sentirse ofendidos por la decisión, debido a que la nariz en cuestión era, efectivamente, grande y bonita.

Quien abrió la caja de pandora fue el periodista Daniel Fienberg en la red social en X, al calificar la prótesis de “problemática”. Esa breve y tibia intervención fue suficiente para revivir las discusiones alrededor del blackface, y de otras prácticas de transformación actoral para representar asiáticos, gordos y transexuales, en lugar de hacer que la industria contrate actores negros, asiáticos, gordos y transexuales.

Imágenes de Netflix del rodaje de 'Maestro'

Vale recordar que en este caso se trata de una biopic, de modo que la mayor exigencia está puesta en el retrato adecuado de una persona de carne y hueso.

Las preguntas, entonces, se ajustarían a las representaciones artísticas de un personaje real: ¿cuáles son los aspectos esenciales a una persona? ¿Una nariz pequeña y respingada está más lejos de capturar al verdadero Bernstein que una nariz prominente? ¿Una biopic debe representar al personaje o más bien crear una copia fiel?

La imaginación al poder

El ruido proviene de las propias implicaciones de la representación. Esta noción supone un salto de la realidad al arte, un recorte necesario para alcanzar el orden de la representación. Lo que se abandona y lo que se recupera responden al trazo de una perspectiva que no pretende un ajuste exacto a la realidad.

En la recepción de la nariz de Cooper/Bernstein encuentro el problema más precisamente en las expectativas que el público tiene en relación a la representación artística.

Se espera que en el territorio de la estética opere una suerte de resolución de conflictos originados en el territorio de la ética. Del arte se esperaría, entonces, la preservación de un espacio donde las deudas sociales puedan ser saldadas o, al menos, balanceadas.

No habrá arte que sane siglos de racismo, ni persecución a los judíos, ni habrá superheroína que satisfaga los reclamos feministas. No habrá arte suficiente para que los marginados de la historia tengan su voz.

Esto no implica, por supuesto, que la representación artística no tenga ningún impacto ético o político. La interpelación individual y colectiva es inevitable y necesaria cuando el arte se piensa en relación al contexto social y cultural que lo posibilita, y hasta se puede reconocer cierta función educativa.

La clave, entiendo, es mantener la distinción entre estas áreas, para evitar el absurdo escenario en el que bastará una buena película sobre una minoría para dar por sanadas las heridas y desigualdades sociales.

El debate de la nariz de Bernstein en la versión de Cooper me parece espurio, en tanto refleja un olvido capital: la representación no es la mera repetición de la realidad.

En lugar de buscar en el arte un sosiego ante lo que la ética individual considera urgente, ante las desigualdades que incomodan pero nos pasan de largo, sería más provechoso (al menos para evitar distracciones) usar el arte como crítica.

Se trataría de emplear la representación artística, que se alimenta de la imaginación, para pensar en otros futuros, en otras humanidades, como un ejercicio para desmontar lo que parece inevitable.

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