Luis Eduardo Arigón: eterno hincha de Liverpool*
Una historia de vida del detenido desaparecido cuyos restos fueron encontrados en el Batallón 14.
El que me lo contó fue Pablo, hincha de Liverpool. Pablo en su juventud estudiaba medicina con Estrella y, una de las veces que se juntaron a estudiar, lo hicieron en la casa de ella. Entre libros y adornos, Pablo vio colgando un banderín de Liverpool en una biblioteca e inmediatamente preguntó por qué tenían un banderín de su equipo en la casa. La respuesta de Estrella fue sencilla: “Era de mi papá, Luis Eduardo. Era hincha de Liverpool”.
Hace algunos años fui a la casa de Sara Barroca, en medio de un temporal. Al entrar, Sara estaba tranquila, sentada en un sillón, viendo alguna revista. Su hija menor, Sabina, nos hace pasar y lo primero que nos muestra es el banderín de Liverpool, que ahí seguía, en la biblioteca. Un antiguo banderín de felpa, poco común, de La Casa de los Deportes, de Francisco Sanz, en Colonia 873, Montevideo”, según decía la etiqueta.
Luis Eduardo, padre y esposoLuis Eduardo Arigón Castel nació el 18 de febrero de 1926, hijo de Francisco y de Sabina Esther. Se ve que era medio “pesadito” de chico, porque le decían Chumbo o Chumbito. Se casó con Sara Barroca Bear. El matrimonio tuvo dos hijas, Estrella, la mayor, y Sabina. El nombre de Estrella lo eligió la madre, así que Luis Eduardo pidió el “derecho” de poner el nombre a la más pequeña. Por eso Sabina se llama igual que su abuela paterna. Luis y su familia vivían en Belgrano 2872, apartamento 201. Era empleado de la librería de Heber Saldivia, en la galería del Notariado, y también aparece en algunos textos como trabajando de traductor.
Sabina comenzó a compartir los recuerdos de su papá: “Cuando llegaba de trabajar él venia subiendo y yo me asomaba, y lo veía por el ojo de la escalera, y cuando llegaba lo agarraba y le decía Beto... esperando un beso. También me acuerdo, lo tengo grabado, de pararme arriba de sus pies y caminar. Esos son los recuerdos que tengo de papá. Leía mucho, se sentaba en ese sillón que ven ahí y escuchaba música clásica, y fumaba naco, ese tabaco que se envolvía en chala. También fumaba La Paz, pero cuando fumaba naco mi madre se enojaba con él por el olor que dejaba. Y bueno, yo iba, me le sentaba a upa, me movía arriba de él y hacía como que me caía. Esos son los recuerdos de infancia que tengo con él”.
“De fútbol recuerdo haber ido con él a un partido de Liverpool, que fui al talud, en el estadio. No sé por qué papá era de Liverpool. Vivíamos en la calle Belgrano, entre Centenario y Foresti. Así que por el barrio no era. Yo creo que era por la militancia, porque mamá siempre contaba que papá militaba por el Cerro, siempre por esa zona”. El zonal donde Luis Eduardo militaba abarcaba el Cerro, pero también La Teja y Belvedere, por lo que perfectamente puede haberse hecho hincha por la zona de militancia.
Y seguimos en el tren de recordar a su papá, charlando en un living lleno de cosas que Luis Eduardo trajo de sus viajes: “De paseos con papá, además de ir a ver a Liverpool, recuerdo ir al Parque Rodó infantil, por ejemplo. Era bravo para gastar. Yo le decía que quería ir y el me decía ‘bueno, este domingo, si te portás bien, vamos, pero con dos condiciones: vamos caminando y andás en dos juegos, nada más’. Y fui caminando y anduve en dos juegos”.
Luis tenía varias costumbres sagradas: “Había radio en casa. El dial en CX30 por Germán Araújo. Y antes escuchábamos a Enrique Rodríguez. A papá le gustaba tomar una copita de vino con el almuerzo. Cuando trabajaba en la librería venía a almorzar y luego se dormía una siesta de 40 minutos, vestido como llegaba, y volvía al trabajo. Y luego a escuchar la 30”.
Era un hombre que disfrutaba de la cultura, de la lectura, también de escribir y leer poesía. Le gustaba tocar la guitarra, sobre todo tocar “Merceditas”. También tocaba el violín los domingos. Compartía con Sara el gusto por la música clásica. Y los domingos era día de otro de los vicios que despuntaba en el fondo: un buen asado.
Luis Eduardo, el militanteMilitante del Partido Comunista, quizá la primera gran actividad, siendo joven, fue cuando en 1955 partió en el vapor Yapeyú con destino a Hamburgo para asistir al 5º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, realizado en Varsovia, capital de Polonia. Participaron 31.000 jóvenes de 114 países. Habiendo ingresado al Partido alrededor de 1960, fue hasta comienzos de la década del 70 secretario político del Seccional Sur, siendo también importante dirigente de Fueci y actuó, ya en la clandestinidad, como secretario político del Regional 5 desde febrero de 1976. Cuando cae el fichero del Partido, se sabe que Luis era el afiliado Nº 15.774.
En 1966 era un militante más importante, y candidato del Fidel a la Junta Departamental de Montevideo en las elecciones de 1966. En 1971 vuelve a ser candidato a la Junta montevideana por la lista 2001 del recién nacido Frente Amplio.
En 1974 es orador en un acto en la Seccional 20 del Partido Comunista, recordando a los ocho mártires asesinados dos años antes. Ese mismo año es detenido por Radio Patrulla por encontrarse en una reunión “no autorizada” y es llevado al Cilindro Municipal. Sabina recuerda eso: “Él estuvo tres veces preso, que yo recuerde. Una en el Cilindro, me acuerdo que yo estaba en la escuela, iba a visitarlo. Le llevábamos mantas, no era una cosa tan dura. Era totalmente distinto. Había muchos hombres y podían estar juntos. En el Cilindro estuvo cuatro meses”.
Sabina Arigón muestra el álbum familiar donde está su padre.
Foto: Ernesto Ryan
El 1º de mayo de 1977 Arigón es detenido e interrogado bajo Medidas Prontas de Seguridad por su vinculación con Omar Tassino, dirigente sindical de UTE que era buscado. A los cuatro días lo ponen en libertad. Luis Eduardo no la pasó bien en esa detención. Cuando volvió esa vez, volvió en un taxi. Tenía una manta que era azul de un lado y escocesa del otro. Cuando bajó del taxi su compañera e hijas lo reconocieron por la manta. Luego, por muchos años, cuando pasaba un taxi, Sara, su compañera, esperaba que el taxi parara... y poder verlo bajar.
Luis Eduardo, el desaparecidoEn junio de 1977 se puso en la mira el aparato sindical del Partido Comunista. Para esta nueva ofensiva, las Fuerzas Conjuntas utilizaron el viejo hotel de La Tablada, en camino Melilla y camino de Las Tropas, acondicionado para funcionar como centro clandestino de detención.
El 14 de junio Luis Eduardo es detenido en un operativo que, según los testigos, estaba comandado por un hombre de particular acompañado por cuatro soldados uniformados y armados. Su esposa contó, que pasada la medianoche, se despertaron con golpes de armas contra la puerta. Se identificaron como integrantes de las Fuerzas Conjuntas y entraron.
Obligaron a Sara a que les entregara la documentación del esposo y registraron el lugar. Comenzaron a llevarse libros de la biblioteca. Buscaban algún panfleto o material del Partido, pero no encontraron nada. Concluidos el allanamiento y el interrogatorio, Sara debió firmar una hoja mimeografiada mediante la cual se hacía constar que habían sido tratados correctamente. Luis Eduardo se vistió, tomó un medicamento antes de que se lo llevaran y quiso transmitir a su familia que todo estaría bien. Fue trasladado a La Tablada, donde fue interrogado y torturado.
Sabina sigue recordando: “Yo no tengo una mirada heroica de papá. Creo que lo que le pasó fue una desgracia que le pudo pasar a cualquier otro militante, no fue a él en particular. Se les fue de las manos, con la investigación se supo eso. Otros que estuvieron en la misma situación zafaron. Claro que no deja de ser horrible. Cuando me preguntan, mis recuerdos son de un padre, no de un militante. Quizá tiene que ver con la edad. Se lo llevaron el 14 de junio de 1977, y yo nací en 1965, tenía 12 años. No era grande, era una niña. Suficientemente grande para tener recuerdos, pero era una niña”.
La lucha de SaraSara no participó mucho en aquella charla. Cuando le hacíamos alguna consulta nos respondía que no recordaba. Y seguía sentada, tranquila, sumida en su lectura.
Junto a Disnarda Flores, Elena Bleie, Amalia González, Rosita Martínez, Marta Josman, Irma Hernández, Elisa Brieva, entre otras, Sara fue fundadora de Familiares. Participó activamente hasta 1989, cuando recibe el duro golpe de la derrota del voto verde en el plebiscito.
La lucha de Sara fue larga. Se entrevistó con el coronel Hugo Camps. Este le comunica que su esposo estaba detenido en dependencias del Ejército en calidad de “incomunicado”. A la semana de ser detenido, Sara va a las oficinas del Comando General del Ejército. Allí se niega que estuviera detenido en alguna dependencia militar. Sara no para. Va al Estado Mayor Conjunto y habla con el coronel José Gervasio Capo Tello, que le dice que oportunamente recibiría noticias del detenido. Ello no ocurre. Y así muchas veces más.
Una carta enviada a Rosalynn Carter, esposa del presidente estadounidense Jimmy Carter. Pedidos de habeas corpus, denuncias ante la OEA. Carta a Amnesty International, carta a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a la Cruz Roja. Todo parecía ser por nada, pero la lucha siguió, sin descanso, para exigir saber dónde estaban.
Se llega a los cuarteles. Se comienza a excavar. La tierra grita lo que el silencio de los cobardes que saben dónde están no dice. El Batallón 14 es uno de los lugares. En 2005 se comenzó a excavar donde se informó (donde se mintió) que estaba el cuerpo de María Claudia García, madre de Macarena Gelman. A los años aparecen dos cuerpos, Julio Castro y Ricardo Blanco. Demasiados años después aparece Amalia Sanjurjo, a 100 metros y a casi 20 años del lugar del comienzo de la excavación. A poca distancia unos de los otros.
Se trazan algunas coincidencias. Detenidos a fines de 1977 o en 1978 y que pasaron por La Tablada o La Casona. Se encuentra un cuarto cuerpo. Estuvieron excavando a escasos metros del lugar un par de veces. Comienza la espera por saber quién es. Hombre, alto, entre 43 y 57 años.
Hoy, más que nunca, se seguirá preguntando: ¿dónde están?
Luis Eduardo Arigón Castel. ¡Presente!
(*) Partes de esta nota fueron publicados en la revista Túnel, en un texto llamado “Hilos de memoria negros y azules”.