Una gala para Giorgia Meloni marcada por la ausencia del gobierno ...

5 horas atrás
Giorgia Meloni

Al mediodía le habló de forjar una alianza de naciones libres, unidas contra la tiranía y la miseria. A la tarde, ya había ocupado su agenda. Quizá porque a él le gusta la ópera que escucha hasta altas horas en la quinta de Olivos, el presidente Javier Milei no acompañó a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, al Teatro Coliseo, donde la esperaban con una gala de ballet para homenajearla.

La fila recorría la calle Marcelo T. de Alvear al 1100 y doblaba hacia Libertad. Hombres y mujeres esperaban para entrar a ver Luz, cámara, ¡danza!, el espectáculo que se montó el director Daniele Cipriani en honor de Meloni.

Dos hombres conversaban para matar la espera.

–¿Cómo va la construcción? ¿Mil puntos, no?--le preguntó uno a otro.

La respuesta no fue la más alentadora. “Tuve que sacar un crédito”, le respondió.

La fila empezó a moverse. Detrás de los cortinados se escondía la sala, reconocida por su buena acústica. En las primeras líneas de butacas estaba ubicado el empresario Cristiano Rattazzi.

El gabinete nacional brillaba por su ausencia, aunque la plana mayor del Ministerio de Justicia dio el presente. El ministro Mariano Cúneo Libarona charlaba acodado sobre el escenario con su número dos, Sebastián Amerio. La charla parecía animada, lejana a las amenazas de despidos que ayer el Ministerio les había dedicado a los trabajadores que participaran en medidas de fuerza.

Waldo Wolff, el ministro de Seguridad de la Ciudad, llegó apurado caminando por la nave central del teatro. Al rato, conversaba, a la izquierda del escenario, con el diputado del PRO Fernando Iglesias, presidente de la comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la cámara baja.

Mientras esperaban a Meloni, se entremezclamaban personajes de la política, el empresariado y la farándula. El actor Gabriel Corrado saludaba a su paso. El cocinero Donato de Santis iba y venía a paso presuroso. El diseñador Gino Bogani llegó, con perfil bajísimo, vistiendo un traje de color claro. Así, las butacas se fueron llenando. 

A las 19.09, casi cuarenta minutos después de lo previsto, los asistentes se pusieron de pie para recibir a la derechista Meloni.

–¡Brava!--le gritaban mientras registraban su ingreso con sus teléfonos celulares.

La primera ministra italiano se abrió paso –vestida con un traje negro con destellos plateados– junto con su comitiva. La seguía detrás el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, que había ido a entregarle la llave de la Ciudad. El primo de Mauricio Macri tuvo más suerte que con Emmanuel Macron, que le canceló el acto en la Plaza San Martín y lo obligó a perseguirlo hasta la Iglesia de la Santa Cruz y esperar que terminara su reunión con los familiares de desaparecidos para obtener la foto de ocasión.

Después de escuchar los himnos entonados por la orquesta del Teatro Colón, Meloni tomó la palabra sobre el escenario –escoltada por las banderas de Argentina, de Italia y de la Unión Europea. La premier leyó un discurso en el que resaltó los lazos históricos entre los dos países, y contó que había hablado largo y tendido con Milei. En línea con la declaración que dio desde la Casa Rosada, Meloni resaltó que ésta había sido su primera visita bilateral en América Latina.

Algunas cabezas se movían con ritmo para mostrar su sintonía con la dirigente europea. Después, solo oscuridad: comenzó la danza inspirada en las grandes estrellas del cine italiano. Afuera, la calle estaba bloqueada con las camionetas blindadas en las que se había trasladado la comitiva italiana. Los móviles de la Policía Federal Argentina (PFA) se mezclaban con los efectivos de la Policía de la Ciudad que revisaban que nada se saliera de control.

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