Decálogo del fútbol argentino y de sus futbolistas profesionales
El fútbol, pasión de millones de seres humanos en el mundo, es el deporte más popular en Argentina, donde se despiertan emociones increíbles, conductas fanáticas extremas y adhesiones pasionales, algunas de las cuales conmueven. El amor por los colores es incondicional y para toda la vida.
Los futbolistas, actores humanos del sentimiento eterno por una divisa, son considerados ídolos por los hinchas y algunos convertidos, excesivamente, en héroes de la pelota.
El espectáculo futbolístico está administrado y reglado por la AFA, convertida en una institución poderosa y de éxito económico y deportivo por el suceso del seleccionado mayor. Goza de autonomía importante, brindada por la FIFA, que le permite en determinadas situaciones, no estar sometida a las normas que abarcan a todas las personas físicas y jurídicas en el país.
El micromundo que envuelve a la AFA y a los jugadores ha normalizado situaciones, hechos, declaraciones y hasta actitudes, que no condicen con el lugar especial y único en que los ha ubicado el sentir popular mayoritario.
Enumeremos algunos de ellos.
1) Declaraciones de manual: abordados por cámaras de TV, radios o periodistas en general, los futbolistas, tanto los que se destacaron como aquellos que son preguntados al azar, responden con palabras que parecen sacadas del mismo libreto. ”Lo mío es secundario. Todo se debe al equipo, donde este grupo humano es único y fantástico”. “Contento, pero sin mis compañeros nada hubiera sido posible”.
Frases hechas, de ocasión, repetidas con insistencia, sin compromiso alguno. Excepcionalmente se pronuncian sobre cuestiones de importancia o interés general. Declaraciones bien corporativas y mejor aprendidas. Nada que sorprenda o interese.
2) El código del vestuario: pese a gozar las mieles de la popularidad, ser conocidos y admirados, hay temas, hechos y situaciones, que no pueden trascender fuera de los límites del vestuario. Códigos, lo definen.
Las contradicciones de la vida misma, sus disensos o diferencias y los desafíos que conlleva ser personas públicas, no se deben conocer para los futbolistas. Parecido a una omertá. Extraño, la pasión es espontánea, pública, sonora, pura, cristalina( a excepción de la de los barras bravas), mientras hay códigos futboleros que se tramitan entre cuatro paredes. Es vilipendiado el jugador que no cumple la regla del silencio por sus mismos compañeros.
3) Exageraciones aparatosas ante faltas menores: frente a infracciones o faltas no violentas, la mayoría de los futbolistas, se revuelcan y realizan gestos ampulosos de dolor, teatralizando innecesariamente algo que no es de la intensidad o rigor que expresan.
Esta actitud tensa sin motivo el espectáculo y motiva erróneamente a los espectadores. Incluso, cuando hay acciones de grave desenlace, en principio no son valoradas por el acostumbramiento a las reiteradas exorbitancias y simulaciones. Es necesario que sean medidos y cautos.
4) Constante reproche y protestas ante los árbitros: el tema es de tal magnitud que la AFA tomo una disposición por la cual sólo los capiatanes pueden dialogar con el árbitro. Absolutamente en vano.
Ante decisiones arbitrales que no comparten, los jugadores se arremolinan frente al referí, con ampulosidad, gestos inconvenientes y protestas contundentes. Espectáculo innecesario. Podrían imitar el fútbol de la PREMIER donde los reclamos casi no existen. Incluso del rugby, donde pese al fuerte contacto que demanda el juego, los rugbiers no hablan ni protestan ante el árbitro; sólo el capitán y con respeto.
La decisión pretendida poner en vigencia por la AFA murió antes de nacer. Abortada por los actores del juego, sin consecuencias. Para la tribuna, dirían los muchachos de la popu.
5) Arqueros que andan por el suelo sin ninguna necesidad: esa actitud ha recrudecido en los últimos tiempos. Al llegar a sus manos pelotas simples, sin peligro alguno, muy fáciles de controlar, los arqueros se arrojan al piso sin motivo alguno, cuando su equipo está en ventaja. Actitud innecesaria, que demora el juego y genera una provocación extra; el tiempo agregado a adicionar. Inconveniencia que debe ser terminada por el bien del espectáculo.
6) Grescas y actitudes violentas colectivas: no es generalizado pero ocurre y debe desterrarse. En partidos disputados y por algún gesto o palabra desmedida de algún jugador o integrante colaborador del equipo, se producen tumultos, intentos de agresión, que a veces se concretan, demandando la intervención de la policía y de los más calmos para detener el episodio de violencia. Sin autocontrol ni mínimo de responsabilidad.
Violencia de adentro del campo de juego que se traslada a las tribunas e incluso se prolonga en las adyacencias del estadio. Solo es un partido de fútbol.
7) Tiempo de juego neto: son de tal nivel y cantidad las demoras e interrupciones del juego, que el tiempo neto de juego es de aproximadamente 45 minutos. Como si se jugara con habitualidad, la mitad de un partido.
Los arqueros demorando y fingiendo lesiones y los jugadores exagerando los encuentros físicos entre si y el tiempo consiguiente de recuperación son los actores principales. Deben agregarse los reclamos y discusiones varias. Menos espectáculo y más circo. Perjudicados; el juego y los abnegados simpatizantes.
8) La emigración a temprana edad o lo más rápido posible: en esto tiene mucho que ver la continua precariedad económica del país, que impacta en los clubes, ávidos de recursos económicos faltantes y en las necesidades personales y familiares de los jugadores.
Aún cuando el fútbol de la Liga Profesional e incluso el de Primera Nacional, es una burbuja en el marco de la economía general del país, la apetencia de los clubes extranjeros, que aprovechan el costo acomodado de contratar estrellas argentinas de calidad, más el propio interés personal y familiar de los jugadores de progreso inmediato económico, hace que los mejores jugadores argentinos emigren cuanto antes.
Los jóvenes son contratados a los 17/18 años. Muchos, mayores que los anteriores, pero también muy jovenes con sus 20 o 21 años fuerzan su pase, aún a destinos sin relevancia ni de fútbol de nivel. Los países árabes son una tentación. Varios terminan en malas relaciones con sus clubes por la urgencia en partir.
Jugadores y familias salvados. Lógico y razonable, para jóvenes dotados de grandes cualidades que en la vida diaria, junto a su familia, venían sufriendo las desgracias económicas del país.
Perdedores; el espectáculo y los hinchas. Los de mejor calidad se disfrutan muy poco tiempo y los partidos son de menor nivel. Lo único que no desfallece es la pasión de los hinchas.
9) AFA poderosa y millonaria.Ligas provinciales o regionales y sus clubes, débiles y pobres: son innegables los logros deportivos y económicos del máximo órgano del fútbol asentados en la extraordinaria perfomance del seleccionado mayor. Los últimos cinco años son un dechado de felicidad colectiva, disfrutado y reconocido por la patria futbolera.
La gestión diaria de AFA deja mucho que desear. Mucho hemos escrito al respecto. Poderío selectivo. Prevalecen las carencias colectivas y la opacidad en la administración del juego y el referato.. Materia pendiente apremiante.
Las mieles del éxito son limitadas. Prevalecen Ligas, entidades y clubes pobres en recursos económicos y con infraestructura deteriorada y carente. La prolongada crisis económica nacional no ha tenido piedad con la mayoría de los clubes y también con las instituciones que los rigen.
Pese a ello hay que destacar la tarea inmensa que dirigentes que aman los colores de su club, despliegan desinteresadamente día a día. Con pasión y muchos brindando jornadas extensas continuamente. Incluso colaborando con recursos económicos. Lamentablemente no alcanza. Es imprescindible que el país normalice su situación económica. Logrado ello, deben los clubes y Ligas ser manejados por dirigentes de capacidad, eficientes y eficaces. También honestos.
10) Clubes que obturan y dificultan la mejora de sus jóvenes jugadores: la crisis económica recurrente y la consecuente necesidad y apetencia de los juveniles jugadores y sus familias han provocado situaciones inconvenientes, entre clubes en los que juegan y aquellos que desean tenerlos en sus filas.
Ha colaborado en este incordio, la aparición de representantes que ponen sus ojos e interés en niños y adolescentes con condiciones y futuro.
Todo club tiene un lógico y justo derecho formativo, sobre los jóvenes que enseñaron y prepararon desde sus inicios. Para muchos clubes no es suficiente y tampoco cuando los familiares o clubes interesados, ofrecen un valor plus por la transferencia o adquisición de los jugadores destacados.
Ponen trabas de todo tipo e incluso de manera indebida y hasta irrespetuosa. Los padres tienen la patria potestad sobre sus hijos y pueden ejercerla. Los clubes aprovechando la burocracia de la justicia, se afirman en ella y quieren más ventajas económicas o sólo por trabar, demoran la salida de los chicos.
No supieron contenerlos ni despertar amor por la institución y sus colores. Tienen derechos, pero no tienen derecho a frustrar los deseos de futbolistas y sus familiares.
Su propia inhabilidad y/o torpeza no habilitan su conducta obstructiva, frustradora de deseos y sueños.
Este decálogo puede ser mejorado, aumentado, debatido o rebatido. Su intención es poner sobre la mesa conceptos y situaciones por las que atraviesa el deporte más popular, con la intención de que todos los interesados pongan la mejor voluntad y foco, en aquello que consideran les compete.
Los jugadores son los primeros actores del juego dentro de la cancha. Deben disfrutar el partido, llevándolo adelante con la máxima intensidad y compromiso, dentro del espíritu del reglamento. Sus contrincantes son colegas adversarios y no enemigos; se los debe respetar y eso conlleva la clara intención de derrotarlos.
Son privilegiados por el reconocimiento popular y muchos por la remuneración que perciben. Honrar el fútbol y satisfacerse por el lugar que ocupan, debe ser muy tenido en cuenta por ellos. No olvidarlo durante la tensión y la presión de la competencia.
Los árbitros ordenan y colaboran con el juego y el espectáculo. Aplicar el reglamento, en calma, sin histrionismo y con objetividad es su tarea. Cuanto más desapercibidos, mejor labor realizan.
Los dirigentes, muchos de corazón, llevan las riendas de clubes y selecciones nacionales. Administran por voluntad propia y elección las instituciones. Hacerlas progresar en infraestructura, ocuparse con esmero e inteligencia en las divisiones infantiles y juveniles y ser austeros en lo económico es su función esencial.
Organizan los torneos de la forma más profesional y eficiente y con los ingresos que obtienen promueven el fútbol en lugares y equipos desfavorecidos. Lo hacen por vocación y amor al deporte.
Deben apartarse de la figuración y de las prácticas oscuras en que suelen incurrir.
Todos haciendo lo correcto van a alimentar y favorecer la genuina y única pasión del hincha, que en muchas oportunidades se desvive por los colores que ama.