+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo-Administrador Apostólico de Palencia
Sin duda alguna habréis recibido ya muchas felicitaciones, de palabra o escritas, o por correo electrónico o telefónico. Yo, como Obispo de Palencia, aunque en función de administrador diocesano, porque ya ha sido nombrado otro Obispo nuevo, D. Mikel Garciandía Goñi, deseo felicitaros también en el nombre del Señor como hermano.
Os deseo una feliz Navidad a todos, creyentes y no creyentes. La navidad es una fiesta que nos habla no tanto a la mente, cuanto al corazón.
Es verdad que atravesamos tiempos convulsos, tanto en España, también en Palencia, como en Europa y en el mundo, especialmente en Palestina y Ucrania, y en otras partes el mundo más lejanas físicamente pero no de nuestro corazón.
Es verdad que todos estamos ocupados en preparar los regalos, las cenas y comidas de Navidad, incluso la misa de Navidad y las liturgias de estos días de Navidad y Epifanía; que todos esperemos celebrar con los padres, los abuelos, los hijos; reunirnos en estos días con la familia, con los vecinos, y hacerles un regalo, aunque el más importante es el de nuestra presencia, cariño, amistad y abrazo... como todo el año, pero actualizado en estos días de una manera especial. Pero puede suceder que nos olvidemos de preparar el corazón, porque de nada nos servirá si de la celebración de la fiesta no salimos renacidos nosotros, como hombres y mujeres nuevos con la novedad de Jesucristo.
¿Qué celebramos? La gran noticia del año y de todos los años, de nuestra vida y de todas las vidas, es que Dios se ha hecho hombre para salvar a los hombres. Lo ha hecho de forma, insospechada e inimaginada, naciendo de María, la Virgen, y haciéndose hombre, humano, como nosotros, que comparte nuestra peripecia humana, nuestros dolores, y alegrías, nuestras esperanzas y frustraciones, nuestra vida y nuestra muerte, su condición divina para hacernos a nosotros hijos de Dios.
Este el gran don o regalo del cielo, de Dios a sus criaturas: rebajarse, hacerse uno de más, incluso hasta la muerte y muerte de Cruz, para hacernos a nosotros hijos de Dios; darnos una vida nueva, liberarnos del mal, del pecado de la muerte, y abrirnos las puertas de la felicidad ansiada y soñada.
¿Como corresponder? Lo sabe nuestro corazón, porque amor con amor se paga. Abriéndonos a Él, acogiéndonos a Él, a sus sueños, dejándonos acompañar en la vida por Él, porque es el Dios con nosotros, el Enmanuel (Mt 1, 23), el que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 21) compartiendo nuestras alegrías y penas, nuestra salud y enfermedad, con un matrimonio santo en misericordia y fidelidad eternas.
Os invito a participar en las celebraciones de estos días, aunque haya que levantarse pronto y sacudir la modorra, con los demás cristianos, alabando a Dios en las celebraciones, cantando villancicos, comulgando en la Eucaristía con aquel que ha querido comulgar con nosotros hasta el final. Y particularmente os invito a cantar nuestro Villancico Palentino del “Ea, eres como una perla, ola, que los niños te adoran, oye, que te rondan pastores, vaya, que eres sol refulgente, NIÑO DEL ALMA, NIÑO DEL ALMA”. Este villancico cargado de teología y de historia.
Pero nos quedemos ahí, en las celebraciones, en los cantos, luces y regalos: Si en Jesús, concebido del Espíritu Santo, Dios Padre nos ha hecho un gran regalo, un gran don, el mayor de los regalos y de los dones... hagamos de nuestra vida un don y un regalo para los demás, especialmente para los más pobres y olvidades, para los que más sufren en su cuerpo, por enfermedad, o en su alma porque no tienen trabajo, porque tiene problemas en su matrimonio, a los más alejados y a aquellos de los no nos acordamos sino de pascuas a ramos, es decir, de tarde en tarde. Si Dios viene a nuestro encuentro vayamos al encuentro de los demás, sin armas, sin dialécticas, si excusas, sin precauciones, sin pensar en él qué dirán, con el corazón en la mano y abierto, como ha venido Jesús, sorprendiéndonos a todos, rompiendo fronteras, fundiendo lo divino y lo humano, abriendo esperanzas, alegráis y gozos. “GLORIA A DIOS EN LAS CIELOS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD” (Lc 2, 14).
Felices Navidades, Hermanos palentinos y feliz año 2024. Que el Señor esté con nosotros.