"Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria", decía el poeta Juan Gelman durante el año 2008, en Alcalá de Henares, Madrid, luego de recibir el Premio Cervantes de Literatura. Dieciséis años después, las palabras de Gelman encuentran un eco profundo en el contexto argentino actual.
De pronto, ciertos consensos sobre la memoria, la verdad y la justicia entraron en disputa. Las tragedias históricas y el recuerdo de atrocidades sobre las cuales se erigió nuestra democracia sufrieron embates discursivos que, ante la sorpresa de ciertos sectores, resurgieron para poner en contradicción los “Nunca más” que la sociedad argentina decidió abrazar desde hace décadas.
En el medio de esta disputa de sentido, en septiembre del año pasado, en el marco de la 45° Sesión, que se llevó adelante en Arabia Saudita, el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO aprobó la inclusión del Museo Sitio de Memoria ESMA en la Lista del Patrimonio Mundial. Esta distinción otorga un respaldo internacional para la preservación de un sitio que es clave para la compresión de nuestra historia reciente.
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A partir de este hecho, el Museo Sitio de Memoria ESMA, independientemente de los gobiernos nacionales de turno, servirá como un recordatorio permanente de los crímenes cometidos por la dictadura cívico militar argentina entre 1976 y 1983, incluyendo torturas, violencia sexual y de género, asesinatos, desapariciones y el secuestro de bebés nacidos en cautiverio, muchos de los cuales aún no han sido restituidos. Estos actos constituyen crímenes de lesa humanidad y su gravedad se vuelve indiscutible.
Hoy, en el mundo, lugares como el Memorial de la Paz de Hiroshima en Japón, el campo de exterminio Auschwitz Birkenau, en Polonia, o los sitios de memoria de la Primera Guerra Mundial en Francia, entre otros que se encuentran en la Lista del Patrimonio Mundial, abren sus puertas a millones de personas cada año.
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Estos lugares no resisten debates ni argumentos que puedan ocultar lo que allí sucedió y sus terribles consecuencias humanitarias, convirtiéndose en faros para la memoria colectiva a nivel global.
En esa línea, el Museo Sitio de Memoria ESMA, invita al planeta entero a visitarlo y a aprender del pasado, para que, en conjunto, evitemos que hechos como los que allí ocurrieron se repitan. De ahí que el mero hecho de recordar siempre es un acto de resistencia. Y más aún cuando los consensos que supimos conseguir son tensionados interesadamente por sectores negacionistas.
En este contexto, el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el primero luego de la inclusión del Museo Sitio de Memoria ESMA en el Patrimonio Mundial por la UNESCO, debe ayudarnos a que la memoria siempre emerja para forjar nuestra identidad común y para mantenernos conectados a nuestras luchas compartidas por un futuro más justo, donde los derechos humanos sean siempre nuestra guía y nuestra bandera.
*Lic. y profesor en Comunicación Social (UNLP), diplomado en Desarrollo, Políticas Públicas e Integración Regional (FLACSO).
