Estrenos online: crítica de "El hoyo 2", de Galder Gaztelu-Urrutia ...

9 horas atrás

La secuela de la exitosa película que fue furor durante la pandemia encuentra a los prisioneros más organizados entre sí, pero igualmente sin poder evitar el caos. Disponible en Netflix desde el 4 de octubre.

El hoyo 2 - Figure 1
Foto micropsiacine.com

Cómo no recordar aquellos tiempos de inicios de la pandemia cuando todo el mundo se dedicaba a ver series y películas para lidiar con el tiempo libre que nos dejaban las cuarentenas y confinamientos de los respectivos países? Qué tiempos aquellos, llenos de algún tipo de solidaridad que parecía, como algunos decían en ese momento, hacernos mejores, aplaudiendo médicos, abrazando a científicos y confiando en líderes políticos que cuidaban de nuestros mejores intereses. Cada uno sacará su propia conclusión respecto a todo ese proceso, pero lo que es claro es que no nos hizo mejores ni por lejos. Más bien, uno podría analizar, todo lo contrario. De hecho, muchas de las desgracias que vivimos hoy explotaron durante ese período. Nos las creó la pandemia, pero sí las hizo crecer a niveles exponenciales.

EL HOYO se estrenó en Netflix el 20 de marzo de 2020, el mismo día en el que en muchos países del mundo se decretaban medidas que tenían muchos puntos en común con lo que se mostraba en esa curiosa película española que ya había tenido su recorrido cinematográfico a fines de 2019 pero que explotaría mundialmente en la pandemia y gracias a la plataforma. Había una desconexión entre lo que se vivía –mucho miedo, pero a la vez un clima esperanzador– y el panorama negrísimo que planteaba la película respecto a la crueldad de una sociedad encerrada, obligada a tener que pelearse por la comida y la supervivencia. Pero el film no solo fue un éxito y un motivo de discusión –la gente tenía, convengamos, tiempo de sobra— sino que en un sentido un tanto perverso terminó resultando bastante más realista que, bueno, la realidad.

El hoyo 2 - Figure 2
Foto micropsiacine.com

La crueldad, el darwinismo social y la lucha cruenta por la supervivencia en esa especie de prisión de más de 300 pisos podía parecer extrema y grotesca, pero visto el mundo que dejó la pandemia tal vez haya que admitir que su director tuvo algo de visionario. No era una gran película –tampoco lo es la secuela–, pero sacaba para afuera o dejaba en evidencia maneras de relacionarse con el mundo y con los otros que luego pasaron a ser públicas. Apenas unos meses después, ya nadie parecía tener pudor de publicar sus opiniones más brutales y crueles en las redes sociales. Ni de votar candidatos que prometieran llevarlas adelante. Hoy, el darwinismo social que presentaba EL HOYO no se diferencia mucho de los modos de gobiernos de algunos países.

La secuela continúa por el mismo camino que la original, solo que desde una perspectiva que, en principio, parece diferente, casi opuesta. El espectador ya conoce el sistema, y lo que hace EL HOYO 2 es resumirlo rápidamente a partir de la llegada de nuevos personajes a ese lugar, a los que se les tiene que explicar cómo funcionan las cosas ahí adentro. Lo que pronto nos damos cuenta es que ha habido un cambio –tampoco es claro si esto sucede antes o después de los hechos de la otra película, por lo cual el uso de los tiempos es relativo– y que ahora los prisioneros han encontrado maneras de organizarse a sí mismos para que todo no sea tan caótico como antes.

Con el tema de la comida, que es el disparador narrativo de la saga, se ha llegado a un acuerdo: cada preso elige un plato (pizza, croquetas, pollo, ciruelas, lo que sea) y eso se le entrega todos los días. Y hay un compromiso impuesto y supuestamente aceptado por todos los presos de que cada uno se come lo suyo y no toca lo que no le corresponde, salvo que haya un acuerdo previo entre las partes de hacer un intercambio: algo así como un «te doy mi pollo y me como tus pastas» que podría suceder en un vuelo de Iberia. Eso, aseguran, genera una paz social y una tranquilidad entre los estamentos del lugar, especialmente cuando la mesa llega a los pisos más bajos con algunos alimentos y no vacía como antes. Dicen sus intensos promotores que, desde que este sistema existe, la comida llega casi hasta los últimos pisos del hoyo.

El hoyo 2 - Figure 3
Foto micropsiacine.com

Pero no todos están dispuestos a entrar en ese sistema y pronto la tensión empieza a crecer. Zamiatin (Hovik Keuchkerian), un recién llegado, se topa con la noticia que se han comido su pizza y se pregunta porqué no comer lo que comió otro. Desde el piso de arriba le dicen que será castigado si lo hace y su compañera de piso, Perempuan (Milena Smit), le termina dando de lo suyo para evitarle el problema. Luego habrá otro debate ligado a comerse la comida de los muertos, que generará otra tensión. Y así, mientras esta especie de grupo llamémoslo «socialista/progresista» de organización dentro de la prisión trata de coordinar un funcionamiento social amable en ese aciago lugar, los excesos del grupo a la hora de hacer cumplir las reglas probarán ser tan violentos como el caos previo.

Y eso será apenas el principio de una trama que incluirá líderes «espirituales», bandos enfrentados, traumas del pasado de los protagonistas, algunas muertes sorpresivas y otros elementos que se suman a esa alegoría social que es lo que, finalmente, propone la saga. A falta de una trama más compleja ligada a la construcción de ese mundo, buena parte de la película se irá en una larga serie de peleas brutales, desmembramientos de todo tipo, cuchillazos varios y lanzamientos de personas al vacío. En ese sentido será apenas una versión un tanto más «glotona» de la anterior, mientras que en lo relacionado a su mitología agregará algunos elementos que interesarán a los que se pasaron días pensando en el final de la anterior, en la niña, la panna cotta y esas cosas.

Ideológicamente confusa y narrativamente predecible, lo que EL HOYO 2 plantea es que, de un lado u otro del mostrador ideológico o religioso, las cosas siempre saldrán inevitablemente mal, que el mundo no es un lugar para débiles y que la única forma en la que la gente entiende que puede sobrevivir es haciendo la suya. Perempuan intentará quebrar un poco esa línea, pero para hacerlo también deberá cruzarse entre bandos enfrentados entre sí. Parece difícil encontrar una solución al laberinto que plantea esta franquicia político-alimenticia, pero lo que sí es claro es que lo que en 2020 parecía demasiado pesimista o brutal hoy tiene mucho más que ver con la realidad que vemos todos los días en las noticias.

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