Egeria y el Domingo de Ramos | El Adelantado de Segovia

Hoy es Domingo de Ramos y, cuando yo era niño, el Domingo de Ramos era día de estreno. Estrenábamos unos pantalones, una camisa o unos zapatos. De los zapatos tengo el recuerdo de que siempre me rozaban por el talón o me apretaban por el dedo.

Domingo de Ramos - Figure 1
Foto El Adelantado de Segovia

Ahora, cada año, evoco con cariño la procesión de Domingo de Ramos que viví en Jerusalén hace unos años. A las cuatro de la tarde se reúne una multitud de cristianos venidos de toda Tierra Santa en Betfagé: filipinos, árabes, indios, europeos, africanos, asiáticos, latinos… Una expresión preciosa de la catolicidad. Toda la gente con palmas y ramos y acompañados por instrumentos musicales. En el recinto del convento franciscano se bendicen los ramos y parte la procesión que se dirige a la ciudad con cánticos.

Es realmente una procesión festiva que baja desde el Monte de los Olivos pasando por Sta. Eleona, el lugar donde según la tradición Jesús enseñó a los discípulos el Padre Nuestro, por la capilla en forma de lágrima que se conoce como el “Dominus flevit” —donde el Señor lloró— y baja hasta Getsemaní. Allí se cruza el Torrente Cedrón para subir a la ciudad entrando por la puerta de S. Esteban. La procesión concluye, unas dos horas más tarde, en Sta. Marta, donde está la piscina probática, con una fiesta que incluye baile y merienda. Es realmente una procesión festiva que recuerda la narrada por la peregrina Egeria a finales del siglo IV. Así nos lo cuenta ella:

Así, a la hora séptima todo el pueblo sube al Monte Olivete, o sea, a Eleona, a la iglesia. Se sienta el obispo y se dicen los himnos y antífonas apropiadas al día y al lugar y de igual modo, las lecturas. Cuando comienza a ser la hora nona, se asciende con himnos hasta Imbomon, que es el lugar desde donde el Señor subió al cielo, y allí se sientan, pues todo el pueblo recibe la orden de sentarse, siempre que el obispo está presente mientras los diáconos todos están de pie. Se dicen entonces allí los himnos y antífonas propios del día, así como las lecturas intermedias y las oraciones.

Y ya, cuando comienza a ser la hora undécima, se lee aquel pasaje del evangelio, cuando los niños con ramos y palmas salieron al encuentro del Señor diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (cf. Mat. 21 9). A continuación se levanta el obispo y todo el pueblo, se va a pie desde lo alto del Monte Olivete, marchando delante con himnos y antífonas, respondiendo siempre: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.

Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso los que no saben andar por su corta edad, van sobre los hombros de sus padres, llevando ramos, unos de palmas, y otros, ramas de olivo (cf. Mat. 21, 8). De este modo es llevado el obispo de la forma que entonces fue llevado el Señor.

Se baja desde el monte hasta la ciudad y de allí a la Anástasis, caminando a pie todos por la ciudad… Finalmente se hace la oración en la Cruz y se despide al pueblo.

Egeria es una dama de origen hispano, procedente de la provincia romana de la Gallaetia, que peregrinó hasta los confines orientales del Imperio Romano para conocer los lugares que aparecen en la Bilbia y lo relató en un diario muy pormenorizado. En todos los lugares fue tratada con gran deferencia, lo cual lleva a especular si sería familia del emperador Teodosio, coronado en esas fechas en Constantinopla. El manuscrito, del que hay referencias en el siglo VII, se perdió y fue encontrado en 1884, en el archivo de un monasterio de Arezzo (Italia). Es tal la precisión de Egeria al describir lugares y tradiciones, que para la arqueología actual es un criterio de veracidad y en la última reforma que se hizo de la liturgia de Tierra Santa se recuperaron ritos descritos por Egeria. Entre otros, esta procesión. Es una mujer tan interesante que volveremos sobre ella.

El Domingo de Ramos es el pórtico a la Semana Santa. En la liturgia de este día se mezcla lo festivo, procesión de entrada, con lo trágico, la lectura de la Pasión, en el ambiente de la Eucaristía, que es acción de gracias. Como la vida misma.

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