Secuelas del papelón: el River de Demichelis, especialista en ...
22/05/2024 22:01hs. Actualizado al 22/05/2024 23:10hs.
El River de Demichelis es un caso tan singular que, de repente y cuando las olas están calmas, es capaz de provocar un tsunami en un florero.
Se genera sus propias crisis con tanta facilidad que (ya no) sorprende. Aunque como intenta en el Monumental con su juego (solo ahí, otro indicio terapéutico), va por más: lo que antes parecía propiedad casi exclusiva de su entrenador, pegarse tiros en los pies, ahora se extendió al vestuario y sus alrededores.
La histórica derrota contra Temperley, que precipitadamente lo dejó out de la Copa Argentina, fue otro cross directo a la mandíbula de un ciclo que, cuando intenta presumir de haberla endurecido, se come un piñón que lo deja mareado. Confundido. Aturdido. Y ya no solo por los silbidos que se vislumbraban como un recuerdo de la histeria colectiva que genera en sus hinchas.
Si el equipo no parece resistir otra desilusión que le haga doler el corazón a la tribuna, su técnico menos. La peor caída de esta era, como lo refleja la encuesta de Olé, y a su vez la tercera eliminación en una tanda de penales a manos de un equipo de la segunda categoría, no solo recorrió el mundo por lo infrecuente sino que dejó una certeza: Demichelis, que ocupa la centralidad en Núñez desde que se hizo cargo del postgallardismo, volvió a comprarse un problema. O varios a la vez. Y aunque quienes lo sostienen no piensan ni por un segundo en interrumpir su contrato, el tema es hasta dónde aguanta él esta percepción de eterna desconfianza popular.
Aunque en el club hacen esfuerzos para asesorarlo y hasta recibió algunos tips de un reconocido periodista político para mejorar su discurso, el DT impacta cuando habla (el inapropiado tuit de Temperley lo certifica) pero también cuando no lo hace. En Mendoza, en efecto, se perdió una gran oportunidad de ganar liderazgo ante los suyos asumiendo la derrota (aunque no sea toda suya ni mucho menos). Al contrario, su silencio abrumó. Y expuso a un Milton Casco al que si hay algo que no lo caracteriza son las palabras.
Del creador del “jet stress” y otras perlitas en formato de frases, la del “lenguaje corporal” y la de “olvídense de la gente” durante su arenga previa a la definición se suman al rosario de speeches que hicieron ruido. El humor suele ser un espejo demoledor y en los alrededores del Monumental circula un chiste que sintetiza la sensación de una buena parte del colectivo riverplatense: “Demichelis hace todo bien menos decidir la formación del equipo, hacer los cambios y declarar”.
Machete point, de todos modos al conductor del grupo no es al único que lo podrían lastimar las esquirlas del bochorno. Armani, una vez más, quedó en el centro de la escena por su ridícula ineficacia en los penales. Y lo mismo González Pirez y otros a los que, a diferencia del arquero, Temperley los puso en mercado o directamente les marcó el fin de ciclo.
La contrastante noche del 21 de mayo del 2024 en la que el gigante tropezó ante un rival que cuenta con un presupuesto mensual del 1% del de River (u$s 45.000, según su presidente Martín Vila, contra los u$s 4,5 millones que se manejan en Núñez) dejó en evidencia más que nunca -gol de lateral en la última jugada y sensación de derrota en la serie decisiva- que no fue una buena decisión deshacerse de los líderes (Enzo Pérez y De la Cruz). Que es urgente incorporar a jugadores con carácter, casi tanto como a un segundo marcador central. O entonces el riesgo será que Paulo Díaz, sin reemplazo por el a esta altura inexplicable regreso de Funes Mori y el también inexplicable presente de David Martínez, termine pagando las consecuencias físicas en la Libertadores.
El chileno, al cabo, es -como el Diablito Echeverri, Borja o la ilusión de Mastantuono- una palmera en este desierto de futbolistas que estén a tope de cara a un semestre decisivo.
Un semestre en el que, a varios, parece no quedarles Micho crédito.
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