Manifestación 8 de marzo en Salamanca.

Porque si existe un día para la mujer, ¿por qué no existe uno para el hombre? Ya sabes, dos vueltas de reloj que sean utilizadas para reclamar el espacio que nos corresponde como hacen ellas. Ya sabes otra vez, ocupan las calles, reivindican derechos que ya tienen, libertades que no necesitan, dejando a su suerte a hijos y maridos que… Para, para…

No sé, no cuento con necesitar un día para reclamar nada. Soy blanco, europeo, heterosexual, vivo en un lugar tranquilo, sin grandes conflictos, he disfrutado de educación pública y de pago, mi familia es una de esas que está en el montón grande que sin lujos, no tiene necesidades de verdad que no haya podido asumir. Me considero favorecido o afortunado por una serie de circunstancias casuales nada meritorias.

Desde esa situación, con tales características, no puedo sino reconocer mis privilegios. Que los tengo. Ninguna de las desigualdades que se subrayan ésta semana me afecta de manera directa. Hay otras que sí, pero son aquellas que nos afectan a todos, todos los días del año.

Desde esa situación, con tales características, sí puedo decir que tendría sentido utilizar un día en defensa de la ¿masculinidad? Perdón, no sé ni cómo decirlo sin que me suene usurpador. Esa que existe pero hace menos ruido. Esa que no habla el unga unga. Esa que ni soluciona ni propone desde la genitalidad (masculina). Esa para la que es lógica la celebración, insisto, celebración, de una cita como el 8M. Esa que se da cuenta de que se le cae a veces el argumentario del señoro, del machirulo y se dice, -Dios, está tan presente, lo tengo tan dentro que ni me di cuenta-. Y se molesta y aprende de ello.

Esa que no se ve amenazada por las demandas de otra con otras circunstancias y realidades, esa que las entiende y anima a que existan. Que en lugar de poner a buen recaudo su silla sino que entiende que debe haber asiento para todo el mundo.

Esa que muchas veces siente un escalofrío desde la vergüenza al escuchar según qué cosas lógicas y razonamientos con aroma a naftalina cuando está a solas entre masculazos. Y que responde, que para pies, que pone su mano, cabeza y lengua para que no pasen por el pasillo de lo normal y mañana sea aquello que una vez era habitual.

Esa que entiende que hay más fortalezas que las que mide el bíceps, muchas otras maneras de hacer diferentes al “las cosas siempre han sido así” y muchas más perspectivas que la que tiene entre ojo y ojo el cazador. Esa que piensa que casi todo está muchísimo mejor que antes y que aun así no hemos llegado a la mitad del camino.

Como blanco, europeo, etc, etc, etc… Voy a descubrir algo que seguro que nadie. No todos los blancos, europeos, etc, etc, caben en los párrafos anteriores. Esos, en mi opinión, no merecen ningún día.

Los demás siempre podremos hacer un poco nuestro el ocho del tres.