Día de la Mujer: Gabriela Mansilla, Luana y la revolución de ...

8 Mar 2023

Luana es una adolescente de 15 años que cursa cuarto año en una escuela pública de Provincia. Hasta allí su vida -y la de su familia- podría parecerse a la de cualquier persona de su edad. Sin embargo, hay datos suficientes que la convierten en parte esencial de la historia (y no sólo argentina): a los 6 años se convirtió en la primera niña trans del mundo en acceder a su identidad autopercibida obteniendo su DNI sin judicializar el trámite.

La llegada de ese documento fue el resultado de la lucha ininterrumpida que la joven llevó adelante con su madre, Gabriela Mansilla, en el frente de batalla. Tal es así que la mujer fundó y dirige la Asociación Civil Infancias Libres, una organización sin fines de lucro en pos de los derechos de las niñeces y adolescencias travestis-trans en Argentina. En el marco del Día de la Mujer, Clarín dialogó con ella.

Las niñeces trans, travestis y no binarias en la agenda

La vida de Gabriela y Luana coincide con la popular frase que afirma que “lo personal es político”. Aquel DNI fue un hito familiar, pero también una puerta que se abrió para favorecer la igualdad de un colectivo hasta ese momento fuera del debate público: las niñeces y adolescencias trans, travestis y no binarias.

Para esta mamá, hacer un balance del camino recorrido es difícil: “El día a día es siempre tan demandante que no me da tiempo de sentarme a evaluar lo que hemos hecho”.

Sin embargo, resumió, “lo más importante es que se salvaron muchas vidas; que esa lucha se ha sostenido en el tiempo; que no se ha dejado de hablar de infancias y adolescencias travestis y trans desde el DNI de Luana; que hemos logrado ponerlas en agenda política; que hay más de 1500 DNIs así en el país y que existe una película sobre infancia trans – Yo nena, yo princesa, primera en la cinematografía mundial que es protagonizada por una niña trans”.

El logro de esta familia, reconocen, trascendió los límites de su hogar: “Es sumamente positivo saber que este eslabón que faltaba en la historia de la comunidad travesti trans, que era la infancia, se hizo visible con una historia que conmovió enormemente a gran parte de la sociedad y que hizo pensar a muchos sectores para poder tomar medidas, así como hizo pensar a muchas familias para poder acompañar a sus hijes”.

Maternidades colectivas

Gabriela Mansilla no sólo es madre de Luana, sino también de Elías, su hermano mellizo. Pero su experiencia con los niños, niñas y adolescentes es mucho más amplia. Para ella, “maternar al resto de las niñeces es una especie de cuidado colectivo”.

“En Infancias Libres hay una maternidad colectiva porque entendemos que a las niñeces las tenemos que cuidar entre todas las personas. Creo que nadie se salva en soledad, esta lucha involucra no sólo a las familias sino al Estado, al sistema educativo, al sistema de salud, al sistema judicial, a toda una sociedad que también tiene la responsabilidad de acompañar a estas niñeces, de educar a sus hijos e hijas que no son trans para que puedan convivir, respetar, vincularse y relacionarse con nuestros hijes”, explicó.

Gabriela Mansilla junto a sus hijos, Elías y Luana en la presentación de la película "Yo nena, yo princesa". Foto: Mutuverría PR. Gabriela Mansilla junto a sus hijos, Elías y Luana en la presentación de la película "Yo nena, yo princesa". Foto: Mutuverría PR.

Con la llegada de Luana, Gabriela aprendió que este grupo lleva consigo marcas dolorosas, “una historia de mucha discriminación, muerte y violencia”. Como consecuencia, afirmó, la obligación de que “estas infancias no estén dentro de la expectativa de vida de 35 años que tiene la comunidad travesti trans en Argentina y en Latinoamérica es de todes”.

Mi experiencia maternando es revolucionaria, maternar una infancia trans te obliga a repensarte, a modificar tus prácticas y sentires, a pensar y vivir de otra manera, a entender la libertad de otra forma. Maternar una niñez trans tiene que ver con entender la libertad desde otro lugar, te cambia, te revoluciona, te mueve las estructuras, te hace cuestionar hasta tu propia identidad, que es lo más revolucionario y radical que puede pasar: pasás a ser otra persona”, señaló.

Gabriela y su hija no sólo tramitaron un DNI: antes y después de ello debieron enfrentarse a todo un sistema, desde el jardín de infantes hasta las consultas pediátricas que poco o nada parecían saber al respecto de infancias trans.

“A mí esta niñez trans me empujó a lo que yo no estaba acostumbrada, a lo que no conocía, a salir a la calle, a defenderla y a entender que era una lucha y una causa que había que llevar adelante con mucho amor y con mucha responsabilidad”, dijo Mansilla.

Cuentas pendientes
Elías, Luana y Gabriela años atrás: Foto: Lucía Merle. Elías, Luana y Gabriela años atrás: Foto: Lucía Merle.

Al referirse a cuentas pendientes, Mansilla mencionó que “la deuda que todavía hay en Argentina con las infancias trans, travestis y no binaries es la educación”.

“No se puede hablar del cuidado o de los derechos de las infancias y adolescencias sin tener en cuenta la niñez travesti trans. Más allá de que existe la Ley de Identidad de Género hace más de diez años, hay una deuda con la educación y con la formación de profesionales con esta perspectiva”.

Lo mismo sucede con la Ley de Educación Sexual Integral, según dijo, que debiera actualizarse de modo que contemple todas las corporalidades e identidades posibles.

De la reivindicación al orgullo

“Lo primero que haría en el Día de la Mujer es preguntarme qué es ser mujer”, deslizó Gabriela en el contexto de otro 8M.

Con esta conmemoración como disparador, eligió “reivindicar la lucha de las femineidades travestis y trans como la de Lohana Berkins, Diana Sacayán, Marlene Wayar y Florencia Guimaraes García. Femineidades que vienen a romper con esa idea del ser mujer y que te hacen pensar, correrte del modelo de lo que se espera, de la norma”.

También es un buen momento para mencionar cada uno de los motivos por los cuales Luana, esa nena que con apenas dos años le dijo “yo nena, yo princesa” hoy le genera tanta satisfacción.

“Mi hija me genera orgullo todos los días. Por ejemplo, al verla entrar a la escuela secundaria para ocupar ese lugar que tanto le cuesta, porque nadie le va a dar un espacio pensado específicamente para adolescencias trans travestis, que las alojen y que esté pensado para ellas”, relató.

Gabriela Mansilla en 2013, recibiendo el documento de su hija Luana. Gabriela Mansilla en 2013, recibiendo el documento de su hija Luana.

Pero, como en la canción, a Gabriela le sobran los motivos para admirar a “Lulú”: “Ver que mi hija quiere estudiar, que piensa en hacer una carrera en la facultad, verla batallar todos los días. Las niñeces y adolescencias travestis trans militan con su propio cuerpo ocupando ese espacio que no estaba pensado para ellas; Luana se lo gana todos los días. Eso me enorgullece enormemente”.

La descripción podría sufrir recortes o acudir a algún intento de brevedad, pero ¿quién sería capaz de reducir el resultado de tan ardua lucha sólo por quitar un puñado de palabras?.

Así, esta madre siguió enumerando: “Me enorgullece cuando la veo sonreír, cuando la veo relacionarse con su hermano, cuando la veo salir a la calle -con todo lo que eso le cuesta y con todo lo que la sociedad no tiene preparado para ella-, cuando veo cómo está y las ganas que tiene de seguir adelante, con esa dulzura y capacidad enorme de amar”.

Luana tiene casi 16 años, inspiró un libro, una película y gestó una revolución que nació en su casa pero llegó a todo el país. Su mamá no ahorrará elogios: “La sigo viendo valiente, entera, con sus compañeras travestis trans adultas, con estas referentes que tenemos en el país, la veo ser parte de su comunidad. La veo abrazarse con Susy Shock y eso también me enorgullece mucho. La veo representando y siendo referente de todas las infancias del país. Mi hija me enorgullece cada día con lo más simple y lo más complejo que pueda tener una adolescencia trans”.

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