Gorillaz revela el proceso creativo detrás de Cracker Island

24 Feb 2023
Cracker Island

Uno no sabe qué esperar cuando le toca entrevistar a Gorillaz, el macro-proyecto audiovisual que Damon Albarn y Jamie Hewlett fundaron cerca de por 1998. ¿Se materializarán ante nosotros Murdoc, 2-D, Noodle y Russel, integrantes de la banda virtual más exitosa de todos los tiempos? ¿O nos encontraremos cara a cara con uno de los músicos británicos más influyentes de su generación? La respuesta correcta resulta ser la segunda. Lo cual es increíble.

“Es una serie de tableaus imaginarios sobre Los Ángeles”, responde Damon Albarn cuando le preguntamos por la frenética mezcla de ideas que conforma Cracker Island, el nuevo disco (conceptual) de Gorillaz. “Se trata de una ciudad dotada de una dimensión legendaria y no del todo física, por lo que puede llegar a aislarte de la realidad. Durante muchos, muchos años he sospechado de Los Ángeles. Creo que tiene que ver con el hecho de que aún no conducía cuando la visité por primera vez, luego tuve que quedarme en un hotel de Hollywood mirando a través de la ventana. Esa experiencia extraña de la ciudad es la que encendió la chispa de Cracker Island”.

En la hiperrealidad de Gorillaz, el disco en sí es solo la pista central de un circo que incluye videos musicales, newsletters y demás material suplementario. Si juntamos todas las piezas, descubriremos una narración épica sobre sectas, algoritmos, profecías apocalípticas y la soleada California.

Según Albarn, “queríamos subrayar que vivimos en una época en la que nos rodean sectas de todo tipo. Cualquier tendencia acaba generando un culto exacerbado. TikTok, por ejemplo, es una fábrica de sectas autocombustibles: puedes entrar hoy y descubrir algunas que ayer no existían. Quizá mañana se hayan disuelto”.

“Es muy fácil sufrir delirios de grandeza en una cultura como la actual”.Cortesía de Warner Music

Falsos profetas

“Es muy fácil sufrir delirios de grandeza en una cultura como la actual”, prosigue. “El complejo de mesías es muy real hoy, y evidentemente está potenciado por las redes sociales. La historia nos enseña cómo terminan las cosas para los falsos profetas, la locura que conlleva todo movimiento con uno de ellos en el centro”.

Murdoc, bajista de Gorillaz, sería el falso profeta de Cracker Island, quizá el trabajo más abiertamente ocultista de un grupo que siempre ha estado obsesionado con estos temas. Para Albarn, “la mera idea del Diablo resulta ridícula, porque es algo que el cristianismo creó para desacreditar a los otros sistemas de creencias. No es muy distinto de lo que Putin está haciendo ahora, el modo en que tacha al pueblo ucraniano de nazi. Claramente, no es verdad, pero la demonización del otro ha sido una constante en la historia de la humanidad. Por ello, el ocultismo es, para mí, un recordatorio de que siempre existen alternativas a esa verdad oficial. No te la creas”.

Todas estas reflexiones, y muchas más, pululan en un disco que, como es habitual, cuenta con colaboradores tan excepcionales como Bad Bunny (cuya canción se grabó en Jamaica y, según recuerda Albarn, supuso una oportunidad fantástica para pasar un tiempo allí junto a su familia, aparte de para “jugar mucho básquetbol”), Tame Impala o Beck. “Cada uno de ellos aporta algo a la mitología general de Gorillaz, a este mundo imaginario que llevamos construyendo durante años. Es un mundo extraño, pero es nuestro. En esta ocasión, lo que añadimos a ese lore es un disco emocionalmente muy abierto y lleno de temas que llaman la atención sobre otros temas”.

Otra constante que Cracker Island ha mantenido es su interés por explorar el modo en que las tecnologías, corrientes y sonidos de vanguardia van configurando un mosaico (distorsionado) del presente. No obstante, Albarn se muestra abrumado por el extremo en que la novedad ha consumido nuestras vidas: “Nos ha sobrepasado por completo, ahora mismo no nos es posible seguirle el ritmo a la tecnología. Lo único que podemos hacer es intentar mantenernos en la conversación, pero no sé si eso es viable…”. 

“Los inicios me parecen tan lejanos…”.Cortesía de Warner Music

Según el músico, “resulta muy difícil obligarte a estar siempre en la primera fila de todas las cosas. Yo mismo soy bastante ludita, si te digo la verdad. No soy muy bueno con la tecnología, lo cual es una fuente constante de frustración para la gente joven a mi alrededor. Soy inútil, pero les agradezco mucho la paciencia que me demuestran”.

¿Alguna vez siente nostalgia de los viejos tiempos, o Gorillaz siempre debe mirar al presente? “Los inicios me parecen tan lejanos…”, sonríe. “Pasé de Blur a un grupo en el que todo estaba por explorar, por construir. Me da la sensación de que lo que hicimos en esos primeros pasos de Gorillaz fue imaginarnos cómo iba a ser el futuro, y en muchos sentidos estábamos en lo cierto. Pero ya no es nuestra responsabilidad. Fue una aventura. Y lo sigue siendo”.

Artículo publicado originalmente en GQ España.

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