Historias y vivencias del recambio de personal en la Base ...
(RÍO GALLEGOS, enviado especial) - “Papá, no te vayas”. Una niña en los brazos de su mamá se acurruca y llora mientras él se va. Es una postal que emociona y que le pone dimensión humana a la silenciosa tarea que desarrollan en la Antártida Argentina un grupo de hombres y mujeres que cada año van a cumplir una misión que salen poco en la tele, la radio o las redes. Son militares y trabajan al tiempo que hacen Patria. Hay también una médica cirujana que lleva consigo una singular historia, que compartió con Infobae.
El contingente de militares de la Fuerza Aérea, la Armada Argentina y el Ejército se subió el martes, al caer la tarde, a un avión Hércules en la I Brigada Aérea de El Palomar, en el oeste del Conurbano bonaerense, y llegó al filo de una fresca medianoche a Río Gallegos. El objetivo es esperar la “ventana climática” para volver a despegar y aterrizar en la pista de la Base Marambio. Son horas que se pasan solamente esperando.
Viajan para reemplazar a una dotación que cumplió con el deber de mantener la presencia soberana de Argentina de manera permanente entre la nieve, los vientos y el frío inclemente. Durante esos largos meses, esos veteranos también asistieron en las investigaciones que realizan científicos argentinos y de otras partes del mundo. Esperan con ansiedad el recambio.
El vicecomodoro Manuel Castaño viaja a cargo de la dotación. Va a asumir la jefatura de la Base Marambio durante un año y, como ya tuvo un paso previo por la Antártida, pero no tan largo y con esta responsabilidad, conoció de primera mano la sensación de los que esperan volver. Él tiene 49 años, esposa y dos hijas adolescentes en Mendoza. “Me dicen a mí ‘qué sacrificio’, y la verdad que el sacrificio real los hacen nuestras familias. Sin mi esposa, Vanesa, nada sería posible”. En esa frase, dicha con tono marcial, se adivina una contenida emoción.
El futuro jefe de la famosa base antártica detalló a Infobae lo que viene. Sus objetivos, el de sus camaradas y los riesgos que enfrenta. Una de sus prioridades está en brindar el apoyo para mantener operativa la pista de aterrizaje de 1200 metros, la comunicación con el entorno y el apoyo a investigacions científicas que se desarrollan en territorio antártico.
En la tarea estará secundada por la teniente de navío Lorena González. La segundo jefe es de la Armada Argentina y nunca estuvo en la Antártida. Hay en ella ilusión y algo de incertidumbre sobre el futuro. Recuerda cuando en Córdoba vio por primera vez los uniformes navales de miembros de la Armada que fueron a promover la carrera. Desde los 16 años quiso embarcarse y viajar y ahora está por emprender su primer viaje a la Antártida.
Los dos tendrán a su cargo conducir a una dotación de 38 personas: 18 de la Fuerza Aérea -de la que depende Marambio-, 10 del Ejército y nueve de la Armada. El más joven tiene 24 años, y el mayor, 49. Además, viaja con el contingente María José Himmes, una médica cirujana y generalista que tiene una experiencia de más de una década en guardias y hospitales públicos del interior cordobés.
Ella no es militar, pero le cuenta a Infobae que tiene una profundo amor por la Patria. Se nota: Cuando habla se emociona y se le caen lágrimas cuando habla de su padre y de su madre. “Ella me dijo, ‘yo llego hasta donde vos llegues’”, le cuenta a Infobae. Como toda la dotación, estuvo durante un año capacitándose en el Comando Antártico.
“Quiero mucho a mi país. Hace mucho que me postulé y por suerte me eligieron. Es un orgullo que me hayan permitido participar”, contó Himmes a este cronista. Entre lo que espera, dice, hay traumatismos producto de caídas y cuadros respiratorios, pero no descarta sorpresas: “La guardia te entrena, no hay problema”.
Su actividad no va a estar sólo enfocada en asistir a los militares, sino también a los científicos y personal civil que visita la Antártida. El verano pasado, fueron en total 250 los que fueron y vinieron para realizar estudios, investigaciones y otras tareas que requirieron la asistencia y colaboración de los militares argentino. Sólo en la zona de la base Marambio hay 13 refugios e instalaciones que utilizaron esos visitantes.
Los militares y un grupo de apoyo de otras 14 personas y todo el personal dedicado al transporte abastecimiento viajaron con el objetivo de estar listos para cuando se inaugure la “temporada alta” de actividades, que termina en marzo próximo.
El cabo primero Cristian Rueda, empezó como soldado voluntario. Por su desempeño fue ascendido y, a dos años de terminar los 13 años de contrato logró ser aceptado para viajar al Continente blanco. Tiene tres dos nenes y una nena y espera cumplir esta etapa -va a estar por unos meses para el verano- y luego ser aceptado para la “invernada” del año que viene.
Tiene el sueño, además de cumplir con su deber militar, de construir una casita para su familia. “Nos esforzamos y mi esposa va a estar esperándome. Quiero que mis hijos sepan que con esfuerzo siempre se puede progresar”, contó a Infobae. Es camarero y cocinero y viajará para atender al personal de la base Marambio.
Por último, el experto en comunicaciones y sargento ayudante del Ejército, Nicolás Figueredo, compartió su experiencia. Es la segunda invernada que va a cumplir después de los 365 días que pasó, en 2019, en la base Carilini. Tiene la marca en el cuerpo de ese paso: se fracturó un brazo en una caída y tuvieron que operarlo. Con esposa que también es militar y dos hijas grandes, de 19 y 21 años, es uno de los veteranos del grupo.
Muestra su cuenta de Instagram con fotos de esa experiencia y un grupo de WhatsApp que sigue activo: “Se forma un grupo humano muy lindo, porque se pasan cosas buenas y otros momentos difíciles. Es un trabajo, pero sobre todo una vocación. Amamos lo que hacemos. Por eso estoy de nuevo”.
Hacen Patria. La llevan en el cuerpo.