Choupo-Moting encumbra al Bayern y elimina al PSG

8 Mar 2023
Choupo-Moting

Maxim Choupo-Moting se disfrazó de Lewandowski para meterse en el engranaje del Bayern y marcar el gol que reventó la eliminatoria más trascendental de los octavos de la Champions. Se clasificó el industrioso Bayern por un global de 3-0. Abatido —una vez más, y con más estrépito— quedó el proyecto del emir de Qatar, el Paris Saint-Germain, que pasará a la historia por haber hecho los dos fichajes más caros de una industria que nadie infló con más ahínco, hasta reunir a los tres futbolistas más brillantes de la segunda década del siglo. Ni un solo gol consiguieron marcar Messi, Mbappé y Neymar en el curso de los más de 180 minutos disputados.

La onda expansiva de la puesta en escena suele marcar el devenir de los grandes partidos. El Bayern anunció una salida en tromba. Una ola roja de presión, de convicción, de seguridad. Lo de siempre en este equipo tan sentimental que necesita inyectarse adrenalina en los primeros minutos para encarrilar los partidos. No sucedió así. Tal vez inhibidos por el temor a perder la ventaja lograda en la ida, quizás bajo la gigantesca losa mental que supone abordar una eliminatoria tan grande en la primera semana de marzo, en octavos de final, con tan poco que ganar, el equipo alemán se quedó a medio camino en todos los avances. No acabó de estirar la presión y sumó atacantes con cautela. En las primeras maniobras del partido sus tres centrales se apelmazaron con Kimmich y Goretzka a modo de red de seguridad, más pendientes de lo que pasaría si perdían la pelota que de concentrarse en la búsqueda del gol. La presencia inquieta de Mbappé y Messi, muy activos en todos los capítulos, les debió alarmar. Pasó el tiempo. Y el tiempo sin goles hizo daño en la moral de los alemanes.

La salida en falso del Bayern oxigenó a los jugadores del PSG, que se vieron con tiempo para iniciar las jugadas gracias a la contribución del excelente Verratti, un centrocampista soberbio para hacer con naturalidad todo aquello que asusta a Kimmich y Goretzka, feroces para correr detrás de la pelota pero tímidos para pedirla cuando es su equipo el que necesita iniciar la circulación en aprietos. Sin las incursiones de Davies por el carril izquierdo y los apoyos de Mussiala, los ataques del Bayern se entorpecían entre las líneas adversarias, como si sus futbolistas pasaran por un puente de madera al que le faltaran traviesas. Un paisaje insólito que al PSG le dio esperanzas. Apoyados en la palanca de Verratti, los expedicionarios no precisaron de grandes combinaciones para llevar el miedo al campo contrario. Primero, con una dejada de Fabián a Mbappé, luego con un envío largo de Marquinhos, y más tarde con una jugada de Fabián con Mendes, dejaron solos a Mbappé y a Messi en tres ocasiones mano a mano con Sommer. Ganó el portero. La doble parada que le hizo a Messi enmudeció al estadio. Oliver Kahn debió congratularse de haberlo fichado cuando este invierno se lesionó Neuer.

Entre que el Bayern sobrevivía más que jugaba y el PSG se manejaba bien a la contra, el partido se encauzó hacia el mediocampismo. Durante la primera parte prevaleció la prudencia en ambos bandos. La lesión de Marquinhos, sustituido por Mukiele a la media hora, restó aplomo a la defensa del PSG y esto no tuvo consecuencias inmediatas pero a la postre fue decisivo. En las contadas ocasiones que el equipo francés se lanzó a presionar a campo contrario provocó estragos. Como cuando antes del descanso Hakimi se abalanzó sobre Sommer y el portero, desesperado porque Goretzka no se movía para desmarcarse, acabó entregando el balón a Vitinha. El portugués remató a puerta vacía. La tribuna gritó espantada. Cuando el balón atravesaba la raya de gol apareció De Ligt para desviarlo. El central holandés redondeó su soberbio marcaje a Messi con una intervención paranormal.

La caída de Verratti

El partido se había puesto decididamente a favor del PSG cuando arrancó la segunda mitad. Lejos de su velocidad de crucero, el pujante Bayern se había metido en una huella de cabras. Dudaban todos menos Mussiala, el joven prodigio, incansable. Caía una llovizna persistente y la hinchada mojada contemplaba el espectáculo con aprensión. Solo se oían los cánticos de los franceses en lo alto del tercer anillo cuando se desencadenó la crisis. Sucedió que Mukiele, aturdido en su área por un avance general de los atacantes del Bayern, levantó la vista y vio al de siempre, corriendo como un poseso para que le diera la pelota. Era Verratti, el pilar del equipo, ofreciendo una ayuda a los menesterosos, como es su costumbre. Lo que no advirtió Mukiele ni quiso ver el intrépido Verratti fue que le asechaban Müller y Mussiala como lobos. Que Mukiele decidiera entregarle la pelota a su compañero en lugar de desembarazarse del peligro con un patadón fue una imprudencia que dinamitó la eliminatoria. Müller frisó la falta, pero el árbitro dejó seguir. Verratti cayó al suelo sin el balón, Mussiala asistió a Maxim Choupo-Moting, y el camerunés nacido en Hamburgo fusiló a Donnarumma.

Que Choupo-Mouting sentenciara al equipo más opulento que existe resultó irónico y esotérico. A sus 33 años el nueve se ha ganado el rótulo de jornalero. Pasó por el Hamburgo, el Stoke, y el Maguncia, antes de acceder a instancias que no parecían hechas a su medida. A nadie se le escaparon sus limitaciones técnicas. Fue objeto de burla, especialmente en París, donde jugó entre 2018 y 2010. “Quien se burle de Maxim no entiende nada de fútbol”, dijo Müller el martes, cuando alguien le preguntó por el extraño compañero que ocupaba la posición del nueve. Nada menos que el puesto que dejó Lewandowski, el mayor goleador de la última década en el Bayern.

Cuando Gnabry anotó el 2-0, cumplido el tiempo reglamentario, el estadio entonaba sus canciones más felices. Habían renacido los seguidores bávaros después de una noche de espanto. Justo a tiempo de asegurar el pase a cuartos.

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