El viaje de Charly García, una vida en serio
Charly García está a punto de viajar a Estados Unidos. Tal vez lo intuya, tal vez lo pueda escuchar con su oído absoluto, tal vez esté escrito en algún lugar; va a partir para partir: el mar de la música argentina con sus nuevas olas, las cabezas de un país donde sus clics modernos van a reverberar para siempre. Quizás por eso habla frente a cámara con la calma impostada del que tiene un plan y una valija en la mano (el repaso mental, las tres P de pasaporte, pasaje, plata; el clásico “espero no estar olvidándome de nada” en tensión con un despreocupado “que pase lo que tenga que pasar, total voy a estar lejos”; la eterna cinchada inquietante entre lo nuevo y lo desconocido). Que lo inaudito no tape lo valiente: para algunos Charly es un marciano que se anima a aterrizar en la televisión. Y lo hace con soltura ni más ni menos que para conversar con Gerardo Sofovich, el conductor de voz rasposa, el actor, el productor de teatro de revistas, el hombre que escribió guiones de películas muy populares como Los caballeros de la cama redonda, Los doctores las prefieren desnudas, Los vampiros los prefieren gorditos, La guerra de los sostenes, Las muñecas que hacen ¡pum!. Lo insólito –tal vez pensado desde hoy– es justamente que se dediquen a conversar, que lo que compartan sea un diálogo, un interés genuino en ese aquí y ahora, en ese intercambio. Sofovich, de hecho, va dando muestras de su deslumbramiento ante el músico a medida que la charla avanza y Charly, a su vez, se prende del embeleso para regalarle palabras memorables. En un tramo se ponen confesionales: Sofovich dice que Los Beatles lo agarraron “cuando ya era grande”; García, lejos del lugar común del artista que apuesta a la incomprensión, asegura que trabaja pensando en el qué dirán. “Quiero comunicarme”, dispara.
La escena se interrumpe –y en esa interrupción, crece– con el aterrizaje de un tercero –no hay hechizo sin triángulo–: el actor Jorge Porcel, que dice que está de paso, que quiso meterse a escuchar. El mismo que protagonizó las películas que escribió Sofovich, el mismo que, según cuentan más adelante, suele debatir con el conductor sobre jazz. Más dubitativo, menos entregado a la novedad que Sofovich, el comediante de todos modos intenta arrimarse a un Charly cada vez más aplomado y encantador.
Sofovich pregunta si existe algo así como el rock nacional y le deja la respuesta servida para que García, en pocos movimientos, arme su árbol genealógico musical y cuente cómo escribe la música que escribe (un poco risueño, lo deja entrever: escribir es siempre armarse un linaje). Les dice que estudió música clásica, que de chico iba a ver a Almendra y a Los Gatos, que le interesan Gershwin o Bob Dylan y que, al mismo tiempo, su búsqueda es lo nuevo. “Se trata de hacer una música que no te suena a nada”, subraya.
Con la picardía del pescador que sabe dónde pero sobre todo cuándo buscar, Sofovich lanza una pregunta caña: “¿Sos romántico?”. Entonces Charly, tal vez en el pico más alto de lucidez y frescura de todo el encuentro, asume: “Soy un romántico moderno. Por ahí es un romanticismo de un futuro antiguo. Algo antiguo pero futurista, como esas películas de ciencia ficción de antes que hablan de lo que va a pasar el año que viene y ya son viejas”.
La deriva los va a llevar a hablar de identidad, otra vez de Los Beatles, de ganar dinero, de las bandas y músicos que les “llegan” y los que no. Con Porcel no hay caso, no puede con Luis Alberto Spinetta pese a que, en su recuerdo, “Muchacha de papel fue una gran creación” (sic). Más adelante, será el turno de la violencia, de la política, de la importancia de que todos tengan la posibilidad de participar en las elecciones que se vienen (“mi voto es muy importante”, bromea Charly y promete que, como va a estar afuera, va a ir a votar al consulado).
El final es para la paternidad, de alguna manera también para el futuro: García cuenta que fue a ver Titanes en el Ring con su hijo de seis años, que el nene juega con sintetizadores y que a veces le dice que sus canciones son “fallutas”. El cierre, a todo trapo, a todo encanto, lo impulsa otra pregunta caña de Sofovich: ¿qué te gustaría que fuera tu pibe? Charly, quizá pensando en la salida, en el viaje que se aproxima, en la música que viene, en la Argentina que se asoma y que conoce de memoria el tridente sufrir-amar-partir, responde y la moneda queda en el aire: “Me gustaría que fuera músico, por una vanidad personal. Pero me gustaría que fuera libre”.
Entonces Porcel, definitivamente pasado el proceso de deshielo, ya conquistado también por el músico, ya imantado por su magia, decreta que lo que acaba de escuchar es “el mejor acorde de la tarde”. Charly se pone a tocar algo en el piano, manda un saludo a los que están escuchando. “Voy a volver pronto, eh, y para arriba”, dice poco antes de partir para partir.
Estas escenas impresionantes fueron rescatadas en el podcast Charly García, 14 de julio de 1983 que circuló con mucha fuerza por estas horas (abajo les cuento más). Refleja una de las varias partidas con las que me crucé en estos días –del adiós glorioso de Ángel Di María a una película que me deslumbró y algunas lecturas: todo en ese tono–. Algunas forman parte de una nueva edición de Mil lianas. Si tienen ganas, pueden pasar por acá.
1. Partió de mí un barco llevándome, de Cecilia Kang. “Explicar con palabras de este mundo/ que partió de mí un barco llevándome”, escribió Alejandra Pizarnik en un poema que forma parte de su libro Árbol de Diana. De esa imagen y de esa partida inasible tomó el título para su película la cineasta argentino-coreana Cecilia Kang, quien en un texto que se difundió para los medios aseguró: “Podríamos decir que este poema habla acerca de aquello que es inaprensible con palabras. Aquello de lo vivencial, de la experiencia, que no se puede contar con el lenguaje. No nos alcanzan las palabras de este mundo para explicar algunas experiencias”.
Fue durante un viaje en 2013 a Seúl, la capital de Corea del Sur, que la realizadora tomó contacto con un personaje y con una historia que la marcó: la de una mujer llamada Kim Bok-dong, quien a sus 15 años fue convertida en lo que durante la Segunda Guerra Mundial se llamó “comfort women” o “mujeres de consuelo”. Fueron, según se pudo reconstruir años después y según narraron las propias sobrevivientes, más de 200 mil las jóvenes asiáticas secuestradas y llevadas lejos de sus hogares para ser explotadas como esclavas sexuales por el ejército imperial japonés.
Muchos años después, la cineasta convoca a Melanie Chong, una joven actriz argentino-coreana y le propone que interprete frente a cámara en un monólogo a una de estas mujeres coreanas explotadas. Se trata, según se puede ir viendo a lo largo de la película, de una especie de experimento, de un intento por indagar en eso que no se puede decir pero sí registrar con imágenes. Lo que termina exhibiendo Kang con gran sensibilidad en su largometraje es una partida doble: por un lado la de la propia actriz, que a medida que se va involucrando en su papel se contacta también con sus propias heridas, con su propia historia personal, que también involucra idas y vueltas, partidas y llegadas. Y también la de la realizadora, que en ese intento por unir fragmentos que provienen de tiempos dispersos, arma una línea en forma de preguntas: ¿qué une aquel pasado con su propio presente? ¿Cómo ponerle el cuerpo hoy a las opresiones que siguen insistiendo?
La película Partió de mí un barco llevándome, de Cecilia Kang, se puede ver, entre otros, en Malba Cine. Más información sobre funciones y horarios, en este enlace.
2. Charly García, 14 de julio de 1983, de Marcelo Filippo. El músico, compositor y luthier argentino Marcelo Filippo lo cuenta así: un día del invierno de 1983 ve con su hermana que Charly García estaba en la televisión dándole una entrevista a Gerardo Sofovich. “Amenazando a nuestros padres para que no hicieran ruido”, como recuerda Filippo, decidieron registrar aquel encuentro insólito con lo que tenían a mano: un grabador portátil pegado al parlante del televisor. Ese audio se mantuvo guardado durante más de 40 años en un cassette TDK que Filippo convirtió ahora en un podcast hipnótico. Quizá intuía que tenía una joya entre sus manos, porque el registro se hizo poco antes de que García partiera a los Estados Unidos a visitar Nueva York y grabar un disco clave para la historia de la música popular argentina como Clics modernos y también por los tiempos que quedan capturados en esa cinta: las elecciones para que vuelva definitivamente la democracia están cada vez más cerca. El cruce que se arma entre un Charly súper lúcido, un Sofovich deslumbrado y la aparición sorpresiva de Jorge Porcel hacen de este hallazgo uno de los mejores documentos que se tienen de una época efervescente y de un artista que está por tomar vuelo, como sostiene Filippo, “en más de un sentido”.
El podcast Charly García, 14 de julio de 1983 se puede escuchar por acá. Más sobre Marcelo Filippo en este enlace.
3. La vida en serio, de Juana Bignozzi. Este libro, que llegó entre las novedades editoriales de junio, es también el libro de una escritora atravesada por una partida y por el intento de un regreso. La lengua está partida y también tironeada, rearmada. “Ahora sólo espero llegar a tiempo para siempre a mi ciudad”, escribe en el texto que abre esta publicación. Se trata del primer volumen de la poesía completa de Juana Bignozzi, lleva como título La vida en serio Obra completa 1998-2019 y fue publicado por Adriana Hidalgo al cuidado de Mercedes Halfon.
Bignozzi fue una especie de punk, una inclasificable, una de las autoras más interesantes del país. Un personaje que comenzó siendo la única mujer del célebre grupo de poetas El Pan duro, que integró con Juan Gelman y varios más, entre mediados de los 50 y mediados de los 60, y que luego dejó el país para instalarse en Barcelona en los ‘70. Muchos años después, de regreso en Buenos Aires, se convirtió en un personaje admirado por jóvenes poetas que se encargaron de cuidar su poesía, que por suerte está siendo recuperada con fervor. Leer a Bignozzi siempre es estimulante, como una inyección de adrenalina, de efervescencia.
El libro La vida en serio Obra completa 1998-2019, de Juana Bignozzi, salió por Adriana Hidalgo Editora.
Apostilla. La colega Malena Rey (si todavía, por alguna extrañísima razón, no siguen su divino newsletter El hilo conductor, háganlo, es por acá) rescató en su cuenta de Twitter una entrevista reciente que le hicieron a César Aira en su casa en Flores para la televisión sueca y es pura magia. Pueden verla en este enlace.
Banda sonora. Hablamos arriba de Clics modernos, del linaje que se armó Charly García y de Nueva York. Me parece una buena excusa para sumar a nuestra lista de canciones (sí, esa que siempre encuentran por acá) al propio Charly, a Spinetta, a George Gershwin y algunos temas que por motivos distintos nos pueden hacer viajar musicalmente hasta Nueva York. Acompañamos y de paso suspiramos con el aniversario del lanzamiento de Cuando Harry conoció a Sally, que por estos días cumplió 35 años.
Bonus track. Un aviso para quienes tengan entre sus manos algún proyecto de libro de no ficción: esta semana el sello Libros del Asteroide anunció que se abre la recepción de proyectos para participar en la quinta edición del Premio de No Ficción, un galardón que organiza esa casa editorial y que se fundó para “promover y promocionar la creación de no ficción literaria en lengua castellana”. Por acá pueden leer más detalles de la convocatoria que premia con 10 mil euros al ganador. De paso, un recordatorio: sigue abierto el llamado para participar del Premio Futurock de Novela 2024, que este año entrega 3.500.000 pesos y tiene como jurado a Alan Pauls, Julián López y Carla Maliandi. En este enlace pueden encontrar más información.
Bonus track II. Por si se distrajeron o se les pasó, en este enlace pueden encontrar una guía con algunas de las novedades editoriales que llegan a lo largo de julio a las librerías.
¡Hasta la próxima!
Mil lianas también se puede leer como newsletter. Para recibirlo por correo electrónico cada viernes pueden suscribirse por acá.