Que el pedido de perdón de Pedro Brieger no se use para que haya ...
“Perdóooon”, la mamá de una amiga entonaba la palabra perdón con un tono enfático, fuerte, incrédulo y exasperado que se convirtió en una marca registrada. Esa forma de decir perdón es la respuesta oral que sería la más acertada respuesta al video de “perdón” de Pedro Brieger. El problema no es el perdón. Porque el perdón es una forma de educar para que quienes se equivocan reconozcan los errores. Es una demanda de arrepentimiento legítima. Es una forma de poder escuchar a una sociedad que no admite lo que se podía admitir. Y es una forma de reparación posible. Pero no si el perdón se usa para que no haya perdón, sino impunidad o legitimación. Y, por sobre todo, lo fundamental: el perdón tiene que ser para que ya no haya silencio, sino palabras.
El 2 de julio la agrupación Periodistas Argentinas reunió testimonios de19 afectadas (que ya superaron la barrera de los 20) por el comportamiento del periodista Pedro Brieger contra periodistas, alumnas, vecinas, compañeras, colegas y columnistas. “Necesitamos que nos escuchen y que nos ayuden a que los hombres como él dejen de actuar a sus anchas y marcar a mujeres con dolor”, reclamó Agustina Kämpfer durante la presentación del informe “Cultura del Acoso: Punto y aparte”, de Periodistas Argentinas, en el Salón de las Provincias en el Senado de la Nación.
Diez días después, el periodista publicó un video, en su cuenta de X en donde dijo: “Quiero decirles que escuché el mensaje de Periodistas Argentinas y rápidamente les hice saber mi deseo de hacer públicas las disculpas. Por eso, en primer lugar quiero pedir perdón. Se que lastimé a mucha gente. Pido disculpas a cada una de ellas por mis actitudes inapropiadas. Me arrepiento. Me hago cargo y hago públicas mis disculpas”, admitió en un video de un minuto y veinte segundos.
En principio, el perdón si puede -o podría- ser un principio que no han tenido muchos otros periodistas -y otros hombres- que han tenido denuncias públicas, vídeos, testimonios y pruebas de acoso sexual. El perdón es una parte de un pedido de reparación que, además, depende de cada persona que lo quiera o pueda recibir o no. El perdón no tiene que ser una salida, sino una palabra que implique una conciencia real de una situación que no se puede volver a repetir.
La información publicada por el periodista Alejandro Alfie, que comenzó la investigación y la publicó en ex Twitter, indica que Brieger amenazó con querellarlo a él y a sus fuentes (las primeras periodistas afectadas) que se animaron a hablar. El problema no es solo la negación de un problema que, después de la presentación de Periodistas Argentinas, admite, sino algo mucho más grave: la amenaza de enjuiciamiento a las mujeres afectadas por hablar.
El caso de Brieger no se conoció en cualquier momento, sino después de los fallos que condenador por violencia sexual a Juan Darthés y a José Alperovich. El logro de condenas ejemplares -en el momento en que el Poder Ejecutivo destruye todos los mecanismos públicos de ayuda y acompañamiento a las víctimas de violación- es el que (incluso frente al desmantelamiento del Estado de la protección a las mujeres) genera que sea un momento propicio para hablar de lo que no se hablaba y para publicar lo que no se podía publicar.
Pero la amenaza de criminalización es el centro del problema en un momento en el que las periodistas especializadas en género están siendo amenazadas o criminalizadas por denunciar abusos o acosos sexuales. La denuncia se tuvo que publicar en redes sociales porque los medios de comunicación tienen miedo de ser enjuiciados y hay periodistas en América Latina criminalizadas por organizar reclamos contra el acoso en canales de televisión o demandadas en un millón de dólares por publicar investigaciones sobre violencia sexual sin denuncia judicial.
Hay muchos debates posibles e imprescindibles sobre qué hacer con varones con conductas que pueden no ser penales (porque no están legisladas, porque están prescriptas o porque no se quiere utilizar la pena o la cárcel como solución a todos los problemas) pero el mayor problema actual (después del Ni Una Menos, el Me Too y frente al mayor retroceso democrático de un gobierno negacionista de la violencia de género) es que no solo no se acompañe a quienes sufren algún tipo de agresión sexual, sino que además se las penalice.
No es una hipótesis, es una realidad, es lo que ya pasó en Argentina con las actrices Calu Rivero y Anita Co y lo que paso en Paraguay con Angie Prieto y en Colombia con Catalina Ruiz Navarro. Este es el punto central de la diferencia entre una potencial querella y un arrepentimiento genuino. Es un problema pensar qué se hace y cómo se hace para reparar un abuso -en las conductas que lleguen a ser abusivas- o un acoso. Pero es mucho más problemático que los varones tengan conductas de backlash, reacción, retroceso o venganza contra quienes los denuncian y que eso impacte en un bozal que impida hablar.
En esos casos no solo no hay condena y no hay reparación, sino que se cuestiona -de raíz- el derecho a hablar y se vuelve al escenario del silenciamiento. Ese es el peor final. La agrupación Periodistas Argentinas se pronunció en un comunicado: “Hemos logrado, en pocos días, que Pedro Brieger pasara de negar y amenazar a las denunciantes, a reconocer públicamente todos los hechos y pedir disculpas. Son las afectadas a quienes les corresponde pronunciarse sobre esto y lo harán si lo consideran oportuno y en los tiempos que requiere la elaboración personal y colectiva: respetemoslos”.
“Hace muchos años hubo un quiebre en mi vida y dejé de tener conductas que no eran respetuosas. Gracias a un tratamiento terapéutico prolongado lo pude superar y hoy soy otra persona. La que describen existió pero hoy no existe más. Me pongo a disposición de Periodistas Argentinas y otros organismos para intentar ayudar, de la manera que lo consideren conveniente, con el objetivo de que este tipo de actos no se produzcan más. Espero que puedan aceptar mi ayuda. Como hace tiempo ya no soy esa persona creo que mi testimonio puede servir para romper los pactos entre hombres para tapar nuestras conductas, dentro y fuera del periodismo. Pido perdón a quienes ofendí y afecté”, expresó Brieger.
En Telefe la periodista Gisela Busaniche, cronista y conductora del canal y afectada directa, expresó: “Valoro que lo haya reconocido porque somos muchas las mujeres que lo sufrimos. Valoro que podamos instalar el acoso laboral y universitario. Y deseo que ninguna otra mujer tenga que vivir lo que nosotras tuvimos que vivir”. Pero advirtió: “Las personas no cambian de un día para el otro. Y creo que hay cosas que son imperdonables”.
Por su parte, Cecilia Guardati, la periodista que avanzó para que se pudiera conocer esta situación, posteó: “El pedido de disculpas de #PedroBrieger es parte del reconocimiento de la verdad en la búsqueda de Justicia. Creo que es un logro colectivo. Cuando éramos 4 amenazó con denunciarnos, ahora acepta los hechos denunciados y se pone a nuestra disposición. No es creíble”.
Sí es positivo que la unidad de las periodistas genera un mejor piso para todas las denuncias que faltan hacer y para evitar la repetición de conductas que afecten a las mujeres y a sus carreras profesionales: “Nos comprometimos a organizarnos hasta lograr trabajar y estudiar en instituciones que respeten nuestra dignidad y nuestros derechos. Esto recién comienza. Juntas vamos a lograrlo”, destaca Periodistas Argentinas.
Brieger habla de actos “no respetuosos”. Sin embargo, si la puerta judicial estaría abierta algunos hechos que integran el documento “El final de la cultura del acoso” podrían enmarcarse como abusivas y otras como acoso sexual. En Argentina el abuso puede estar prescripto en algunas fechas con medidas de tiempo anteriores a 2015 -cuando se reformó la ley- y existe un proyecto de ley para que haya juicios de la verdad (que implican que aunque la acción penal esté perimida se puedan investigar los hechos) y la Corte Suprema tiene que dictaminar sobre varios pedidos de imprescriptibilidad de abusos sexuales. Mientras que falta legislación sobre acoso sexual en el ámbito laboral, pero que ya rige el convenio 190 de la OIT que habla de “conductas inaceptables” en las que estarían enmarcados muchos de los relatos de las afectadas.
Por otro lado, sorprende el cambio de actitud: de querer demandar a hacer público un quiebre superado con terapia. En ese sentido, es posible que haya tratamientos exitosos. Más allá de la experiencia individual, sino como punto de debate social, es importante pensar que hay intervenciones que puedan generar cambios positivos en varones. Eso, más allá del periodista, es importante para poner en práctica y, mucho más, en adolescentes, jóvenes y personas que hayan ejercido actos machistas (que no configuren delitos graves) pero tienen que ser dispositivos que no legitimen varones violentos (y perpetúen sus actos), sino que realmente puedan producir cambios.
En ese sentido, es interesante la opción de Fania Davis (hermana de la activista afro feminista Angela Davis) que trabaja en justicia restaurativa en Estados Unidos es clave. “La responsabilización real es aprender de los errores”, dice Davis. ¿Si alguien primero amenazó y después pidió perdón se responsabilizó de sus errores? El perdón es una vía posible, pero no para deshacerse de las consecuencias públicas, sino con una responsabilización real. Por eso, es importante no solo pensar en un caso, sino en un camino. En ese camino, el perdón es un paso. Pero no para lavar culpas o imagen, sino para una reparación real que pueda servir a muchos otros varones y, muy especialmente, pibes que con futuro, apoyo y reglas claras, puedan ayudar a restaurar una sociedad que apunte a reconstruirse y no a romperse.