Brasil y la refundación del multilateralismo | Nueva Sociedad

12 días atrás
Brasil

¡Brasil ha vuelto! Esta expresión marcó el inicio del tercer mandato, no consecutivo, de Luiz Inácio Lula da Silva en 2023. Selló también un fuerte contraste con la desastrosa conducción de la política externa brasileña durante la gestión de Jair Bolsonaro –una especie de paréntesis agresivo, aislacionista e inconsecuente1– en una política exterior caracterizada por un profesionalismo pragmático y por el respeto al derecho internacional desde la independencia de Brasil hace dos siglos. Este «retorno» brasileño al concierto internacional genera grandes expectativas, pero también presenta importantes desafíos diplomáticos. El mundo se volvió más complejo y conflictivo, y el espacio de actuación política se redujo sustancialmente2. En este contexto, emergen interrogantes acerca de los intereses y capacidades del país, así como de sus posibles alianzas. 

Brasil defiende un orden internacional basado en normas y no en la fuerza. Así lo demostró durante la creativa y equilibrada actuación brasileña en la Presidencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2023, cuando se produjo el ataque terrorista de Hamás a Israel y la desproporcionada respuesta israelí en Gaza. 

Un mundo basado en reglas y en la solución pacífica de los conflictos interesa a un país en desarrollo, con grandes desafíos socioeconómicos internos y carente de las capacidades militares de las grandes potencias. Brasil comprendió esto desde siempre: la concertación diplomática es parte de su propia identidad en el escenario internacional. La primera decisión del primer canciller brasileño, José Bonifácio, fue proponer a las Provincias Unidas del Río de la Plata (hoy Argentina) organizar una confederación, para, con otros gobiernos de la América española, establecer una «alianza ofensiva y defensiva», reconociéndose mutuamente sus independencias, a bien de evitar las tradicionales políticas de las potencias europeas, acostumbradas a dividir para gobernar. Por más de una década, el país había sido el centro del Imperio portugués y, desde 1815, parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarbes. Independiente en 1822, Brasil nació con una «vocación multilateral», basada en la combinación de la voluntad de participar decisivamente en las decisiones globales y el savoir-faire para hacerlo3.

En otras palabras, si Brasil «ha vuelto», lo ha hecho en defensa del multilateralismo. Hay buenas razones por las que urge reformar el multilateralismo en el escenario internacional contemporáneo, en particular el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, razones que serán discutidas en el próximo apartado. En las siguientes líneas, se discute esta vocación desde una perspectiva histórica, subrayando sus características permanentes. Una breve conclusión señala los retos de la actual acción exterior brasileña en la promoción del multilateralismo.

El multilateralismo en crisis

El multilateralismo enfrenta una grave crisis. El sistema creado en San Francisco y Bretton Woods se enfrenta al dilema de «reforma o ruptura»4. Está claro que el mundo se tornó multipolar, pero la dinámica de esta multipolaridad es aún muy opaca. Sin embargo, la alternativa al multilateralismo es la fuerza. En un mundo marcado por la competencia entre grandes potencias, la creciente volatilidad y el amplio acceso a tecnologías disruptivas, y además carente de resiliencia frente a múltiples crisis, los riesgos son evidentes. La relevancia del tema es obvia, y allí sobresale la importancia de la posible contribución brasileña a su perfeccionamiento.

En un mundo peligroso, tendiente al conflicto, grandes actores estatales poseen armas de destrucción masiva y se muestran dispuestos a usarlas. Los instrumentos de poder se redistribuyen entre ellos aceleradamente, lo que genera inestabilidad. Mientras las estructuras de gobernanza global establecidas desde 1945 sufren progresiva erosión en sus presupuestos, legitimidad y efectividad, no está claro si surgirán instituciones concurrentes o si el mundo retornará a un ambiente hobbesiano.

Los factores de transformación son variados. Las innovaciones tecnológicas posibilitan cambios fundamentales en las capacidades militares de los Estados. Por ejemplo, la hipervelocidad puede tornar obsoletos, del día a la noche, sofisticados sistemas de defensa antiaérea. Pasado un umbral tecnológico, la informática cuántica puede anular los más avanzados sistemas de criptografía. La inteligencia artificial utilizada en vehículos no tripulados, aéreos o submarinos, ya supera la expertise humana en el combate. Adicionalmente, estas evoluciones ocurren en un ambiente carente de regulación apropiada.

Los Estados necesitan redefinir sus proyectos de fuerza, y las Fuerzas Armadas, sus estructuras organizacionales. Pero no está claro qué modelo adoptar. La Guerra Fría se caracterizó por la consolidación de la economía industrial, en parte debido a la transferencia de innovaciones de los sectores espacial y armamentístico a la industria civil. En la Posguerra Fría, la economía de la información es más relevante, y en ella la transferencia se hace en sentido contrario: del sector privado hacia el militar. Este proceso redistribuye el poder desde los Estados a las organizaciones privadas y a los individuos, lo que torna el mundo más complejo, más fluido, más acelerado.

Como se ve a diario en Ucrania, Gaza y Yemen, combatientes innovadores utilizan productos comerciales comprados en línea por unos cientos de dólares para construir aparatos capaces de destruir modernos sistemas de armas desarrollados a lo largo de décadas. Un dron comercial con carga explosiva puede funcionar como un misil, destruyendo un carro de combate de millones de dólares; un ciudadano con un smartphone puede convertirse en un informante o un combatiente. La economía de los conflictos armados, así como la base logística de defensa, cambió profundamente como consecuencia de las innovaciones tecnológicas y de la globalización.

Se trata también de un mundo marcado por la creciente emergencia de actores no estatales en las dinámicas de poder global, mediante el acceso a innovaciones que favorecen su actuación a escala mundial, en competencia con los Estados nacionales. La guerra en Ucrania ilustra el nivel de dependencia del sector privado que puede alcanzar un Estado, comenzando por sus comunicaciones estratégicas. 

En un contexto conflictivo, las economías siguen integradas, los flujos de información y de activos financieros mantienen los mercados en funcionamiento y las organizaciones criminales trafican armas, drogas, personas y biodiversidad a escala global, valiéndose del lavado de dinero y de la corrupción para evadirse, refugiándose en paraísos fiscales y en la dimensión intangible del espacio cibernético. Las economías y sociedades interdependientes carecen de gobernanza efectiva, los gobiernos no protegen a la ciudadanía del hambre, el miedo y la violencia y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no asegura la paz y la seguridad en el ámbito internacional. 

Este diagnóstico no es nuevo. Hace 20 años, casi se logró realizar una reforma significativa del Consejo. A partir de una agenda planteada por el informe del Grupo de Alto Nivel sobre las Amenazas, los Desafíos y el Cambio, Un mundo más seguro: la responsabilidad que compartimos5, un largo proceso de negociación asentó las bases para una reforma que sirviera al perfeccionamiento del multilateralismo. Había esperanza: la Organización de las Naciones Unidas (onu) cumplía 60 años, Estados Unidos había apoyado la inclusión de Alemania y Japón en carácter permanente en el Consejo de Seguridad y la agenda liberal incorporada a los objetivos de desarrollo para un nuevo milenio se legitimaba internacionalmente. 

Los genocidios de Ruanda y Srebrenica, así como el fracaso en consolidar regímenes internacionales en las conferencias de la década de 1990, forzaron un diálogo maduro acerca de las responsabilidades compartidas y de la necesidad de conciliar seguridad humana y seguridad nacional. Más allá de los objetivos del milenio, sustituidos por los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ods), se han desarrollado operaciones de paz robustas, justificadas por la Responsabilidad de Proteger, aprobada en la Asamblea General de la onu en 2005. A su vez, el éxito de la experiencia en Timor Oriental alimentó esperanzas de que se podría apostar por la capacidad de la onu de promover cambios sustantivos mediante esfuerzos diplomáticos6. Finalmente, se discutía en serio la posibilidad de reformar el Consejo, en especial cuando Brasil y la India se habían asociado a Alemania y Japón, constituyendo el g-4, en estrecha articulación con la Unión Africana, con el objetivo de ampliar la legitimidad de un ritual Consejo de Seguridad reformado. Un par de años después, Francia y Reino Unido apoyaron la reforma con la inclusión del g-4, en favor de una gobernanza internacional más efectiva.

La reforma no ocurrió, pero el argumento en favor de compartir responsabilidades para producir un mundo más seguro estaba allí. El referido informe sintetizó avances relativos a la agenda de reforma de la onu. En sus páginas, se consolidó el diagnóstico de un mundo profundamente interdependiente y carente de instancias de gobernanza efectivas y legítimas, y se reconoció la necesidad de enfrentar amenazas y vulnerabilidades, simultánea y sinérgicamente, en los ámbitos global, regional y nacional, compartiendo responsabilidades entre países ricos y pobres, débiles y poderosos, toda vez que amenazas terroristas, sanitarias (15 años antes de la pandemia de covid-19) y ambientales afectan a todos indistintamente. Finalmente, se subrayaba el vínculo entre seguridad y desarrollo: sin esperanza en el futuro, la población de los países pobres tiende a emigrar a los países más desarrollados y se vuelve más vulnerable ante organizaciones criminales transnacionales. Es el mundo en el que vivimos hoy.

Para Brasil, es un tema recurrente. El vínculo entre seguridad y desarrollo está presente en los discursos brasileños en la apertura de la Asamblea General de la onu por lo menos desde 1960, complementando la crítica al aumento de la desigualdad enunciada en 19527. Los dilemas de un mundo interdependiente sin gobernanza legítima y efectiva imponen refundar el multilateralismo. Hay que concretar la agenda política presente en los ods, en lo concerniente a la seguridad humana; hay que evitar conflictos armados entre grandes potencias, en pos de la seguridad nacional. La agenda existe, pero las estructuras de gobernanza carecen de apoyo político. El presupuesto de la Secretaría de la onu en 2024 fue de 3.590 millones de dólares8. En contraste, el gasto militar mundial fue de 2,4 billones de dólares en 20239.

En las últimas dos décadas, los conflictos se han multiplicado. Se malogró el intento de transformar a Rusia en socio estratégico de la Unión Europea, un intento antes considerado «la tarea más importante, más urgente y más difícil a la que se enfrenta la ue a principios del siglo xxi»10. La idea de construir la paz sobre la base de la economía y la infraestructura fracasó. Si no había bastado la invasión de Georgia en 2008, la guerra en Ucrania (2014 y 2022) aclaró los términos de la relación con Rusia. Paradójicamente, esto contribuyó a fortalecer a la ue a pesar del Brexit (2017-2020).

Pero el problema no se limita a Europa. La «guerra contra el terror» generó muertes y desórdenes políticos. La «guerra contra las drogas» fomenta la expansión de la delincuencia internacional organizada. A las guerras en Siria y Yemen, y en Ucrania y Gaza, se suman conflictos en el Sahel y en otras regiones africanas. La proliferación nuclear se extendió y se materializó en carreras armamentistas en Oriente Medio y Asia. La humanidad comparte vulnerabilidades asociadas al cambio climático, pandemias y crisis sistémicas. Es un mundo más violento, inestable y peligroso.

El progresivo abandono de las estructuras de gobernanza «liberales» por eeuu completa el cuadro, en el marco del ascenso de China, en lo que algunos consideran una potencial nueva Guerra Fría11. La agresiva reacción de Donald Trump al ascenso chino, ahora un tema bipartidista, cambió la política exterior estadounidense, que sustituyó la proyección a largo plazo del poder estructural por un modelo transaccional a corto plazo. Un virtual segundo mandato de Trump sería aún más mercantilista e inconsecuente, apuntando a un contexto parecido al de entreguerras en el siglo xx. En este contexto, los europeos se han sorprendido con lo que consideran la «vuelta de la geopolítica». Quizá debido al éxito de su proceso de integración, que brindó a Europa la singular experiencia de siete décadas sin una gran guerra, fue posible soñar con un nuevo estándar en las relaciones internacionales. Un sueño ingenuo y optimista: la Realpolitik y la geopolítica jamás han dejado de informar las estrategias de medianas y grandes potencias. El mundo registra el mayor número de conflictos desde 194512. La complejidad de cada uno de ellos apunta al riesgo de su universalización.

Se trata también de un contexto marcado por la interdependencia consolidada en las últimas décadas, la cual vincula economías y sociedades de manera profunda y compleja, lo que contribuye a un aumento de la vulnerabilidad13. Ni siquiera las sucesivas y variadas crisis globales (financiera, en 2008; militar, en 2014; sanitaria, en 2019; y geopolítica, en 2022) han reducido esta interdependencia. Es verdad que los gobiernos promueven intentos de reorganización productiva vía nearshoring14 y friendly-shoring15, pero esto parece afectar menos las cadenas globales de valor que las decisiones de actores privados, motivados por procesos de innovación.

Se trata, en fin, de una coyuntura marcada por la necesidad de renovar las instituciones globales, haciéndolas más legítimas y eficaces, capaces de facilitar la solución pacífica de controversias. Debido a la relevancia de los temas securitarios, la reforma del Consejo de Seguridad se torna cada vez más urgente. La existencia de armas de destrucción masiva, en especial la proliferación nuclear, la reducción de los ciclos de innovación en armas convencionales (hipervelocidad, drones, computación cuántica y guerra electromagnética, entre otros instrumentos de protección de fuerza) y el desarrollo de la inteligencia artificial subrayan la importancia de fortalecer el multilateralismo. Se trata de volver a la agenda tradicional de la política exterior brasileña. El próximo apartado caracteriza, en grandes líneas, el multilateralismo en la política exterior brasileña, con énfasis en su pretensión de ocupar un asiento permanente en un Consejo de Seguridad ampliado, más legítimo y eficaz.

El multilateralismo en la política exterior brasileña

La vocación multilateral de Brasil se explica a partir de tres elementos: su identidad nacional, sus intereses como Estado soberano y sus necesidades como país en desarrollo. Estos elementos se refieren a procesos históricos que se influyen mutuamente. Quizás debido a la herencia portuguesa, Brasil se tornó independiente con una autoimagen de actor global. Por lo menos desde el siglo xvii, las elites locales han participado del comercio, de la política y de las guerras internacionales, defendiendo sus propios intereses y lo que se construyó como idea de Brasil en el mundo. Sus movimientos a veces han servido a los intereses de la Corona portuguesa, como en el caso de la expulsión de los holandeses de Luanda por Salvador de Sá, en 1648, financiada mayormente por la colonia, al inicio de la reconquista de Angola que culminó en 1865, en Ambuila. Cien años después, Alexandre de Gusmão sería el principal defensor de «la causa de Portugal y de Brasil y de los intereses bien entendidos de la América» en ese debate (Tratado de Madrid16), en la opinión de José Maria da Silva Paranhos Jr., barón de Rio Branco. A principios del siglo xx, el padre de la diplomacia brasileña sacaría provecho de un contexto internacional favorable a las negociaciones diplomáticas para materializar en tratados las fronteras brasileñas, estableciendo relaciones pacíficas y entendimientos duraderos sobre límites con diez vecinos. 

Más allá de la región, consolidando la visión global de Brasil, Rio Branco percibió la oportunidad de afirmar la defensa del multilateralismo en la Segunda Conferencia de Paz en La Haya, adonde envió al influyente jurista, político y escritor Ruy Barbosa para defender el principio de igualdad entre los Estados soberanos, toda vez que la justicia recíproca entre Estados grandes y pequeños es «el fundamento más firme de la las grandes amistades»17. En otras palabras, a principios del siglo xx Brasil se valió del multilateralismo y el derecho internacional para protegerse de las grandes potencias y promover sus intereses, empleando argumentos jurídicos típicos de democracias liberales. Así como en estas democracias los ciudadanos son tratados de igual manera ante la ley, también a los Estados soberanos se aplica el principio de igualdad ante el derecho internacional. 

En un episodio importante, la política exterior brasileña abandonó su visión global y la tradicional defensa del tratamiento ecuánime de los Estados. Debido a disputas políticas internas, aceptó la tesis del tratamiento diferenciado de los Estados a cambio de la expectativa de integrar permanentemente el Consejo de la Liga de las Naciones. Sin embargo, esto resultó en un fracaso y en una valiosa lección de principios. Brasil había participado de la creación de la Liga de las Naciones, donde integró el Consejo como miembro temporario junto a Bélgica, Grecia y España. Tras la inclusión de Alemania en el Consejo y su fracaso en integrarlo como miembro permanente, Brasil denunció el tratado en 1928. Mientras tanto, siguió activo en instancias internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (oit) y la Corte Internacional de Justicia (cij), utilizando los foros diplomáticos para defender sus intereses. Tras haber participado de las dos grandes guerras del siglo xx, Brasil actuó como miembro fundador de las organizaciones creadas para coordinar la reconstrucción de las relaciones internacionales en los periodos subsecuentes. Pero la retirada del apoyo de eeuu al otorgamiento de una silla permanente en el Consejo de Seguridad tornó esta demanda una «campaña permanente», que subraya no solamente el aspecto jurídico de la igualdad de los Estados ante el derecho internacional, sino también el vínculo entre la legitimidad de las organizaciones internacionales y su eficacia política18. 

Sin un asiento permanente en el Consejo, Brasil recibió el privilegio de iniciar anualmente los debates en la Asamblea General de la onu, subrayando la importancia de enfrentar conjuntamente desafíos globales como el hambre y el desarrollo socioeconómico, condiciones para la paz en el escenario internacional. De hecho, si en 1963 João Augusto de Araújo Castro afirmó la condición autónoma e independiente de Brasil como un instrumento de fortalecimiento del sistema interamericano, un pilar de la paz y de la seguridad internacional en defensa del desarme, el desarrollo y la descolonización19, en 2023 Brasil afirmará en la Presidencia del Consejo de Seguridad su capacidad de actuar al margen de la polarización que paraliza a ese organismo20.

La defensa del multilateralismo funciona, así, como instrumento de construcción de un liderazgo a veces cuestionado, que necesita reafirmarse continuamente mediante la prestación de servicios a otros países. Oficialmente, Brasil se ve como un país «no solo dispuesto, sino también capaz de asumir mayores responsabilidades en el ámbito de la paz y la seguridad internacionales»21. A su vez, la onu emerge como locus privilegiado y símbolo de un nuevo tiempo, que Brasil considera haber ayudado a construir con sangre, en defensa de «Occidente», y con sabiduría política, evitando por ejemplo que América del Sur se inclinara hacia el Eje durante la Segunda Guerra Mundial.

La reforma del Consejo de Seguridad se vincula, así, al fortalecimiento del multilateralismo en un sentido amplio, dado que no se puede hablar de paz y seguridad sin promover el desarrollo socioeconómico global, reduciendo las desigualdades entre los Estados y en el seno de las sociedades, y enfrentando de manera coordinada las amenazas a la vida en la Tierra, particularmente asociadas a los cambios climáticos. Como afirma la onu, compartimos responsabilidades. Seguridad internacional y seguridad humana están por lo tanto intrínsecamente vinculadas, en especial en un contexto de interdependencia global, que solo ha sido posible construir sobre la base del sistema multilateral creado después de 1945. 

A principios del siglo xxi, Brasil insistió en fortalecer la Organización Mundial del Comercio (omc) cuando China fomentaba la Iniciativa de la Franja y la Ruta y eeuu defendía los tratados multilaterales excluyentes –el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (tpp, por sus siglas en inglés) y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ttip)–. El esfuerzo fue insuficiente, pero válido. Ante la parálisis de las organizaciones internacionales frente a los desafíos diplomáticos o socioeconómicos, Brasil intenta construir consensos en foros de diálogo como el ibas (la India, Brasil y Sudáfrica), el brics (Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica) y el g-20, utilizándolos como instrumentos de apoyo a las organizaciones establecidas22. Eso contribuye a mantenerlas vivas, aunque débiles, para reformarlas, legitimando y fortaleciendo el multilateralismo en el ámbito global. Brasil lo hace por convicción y por interés. De manera pragmática, Brasil actúa donde es posible y avanza en una agenda coherente con los ods en los foros disponibles. Por ejemplo, en la Presidencia del g-20, Brasil prioriza el combate contra el hambre, la pobreza y la desigualdad, el desarrollo sostenible y la reforma de la gobernanza global23.

En síntesis, defender el multilateralismo resulta, en parte, de la autoimagen brasileña como una potencia regional con intereses globales y vocación multilateral. Resulta también de la experiencia histórica de defensa de intereses nacionales en foros multinacionales, un acumulado que funciona como activo diplomático que permite al país actuar en el escenario internacional con iniciativas y propuestas incompatibles con las capacidades militares o económicas disponibles.

A modo de cierre

En un mundo profundamente interdependiente, carente de gobernabilidad y en riesgo de colapso, la capacidad de concertar acuerdos diplomáticos es más valiosa que en ambientes más previsibles, como ha sido la Guerra Fría. Brasil acumuló una experiencia diplomática y legitimidad que lo capacita para proponer alternativas políticas a impasses que, sin solución pacífica, pueden resultar en conflictos con consecuencias catastróficas. 

Más allá de un interés tradicional de su política exterior, defender el multilateralismo, y en ello la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es también una manera de prestar servicios a la comunidad internacional y, en este rol, fortalecerse como una potencia media dedicada a causas globales, que son también urgencias internas. Es así porque, como señalamos, un mundo basado en reglas le interesa a un país en desarrollo. El compromiso brasileño con la solución pacífica de conflictos y con el multilateralismo marcó su política externa desde siempre, es parte de la propia identidad del país en el escenario internacional. Por esta razón, y también por interés político y económico, Brasil «ha vuelto» en defensa del multilateralismo.

1.

Miriam Gomes Saraiva y Felipe Leal Albuquerque: «Como mudar uma política externa? Reflexão sobre mudança em política externa durante o governo Bolsonaro» en CEBRI-Revista: Brazilian Journal of International Affairs No 1, 1-3/2022.

2.

Rubens Ricupero: «A volta do Brasil a um mundo transformado por conflitos» en CEBRI-Revista: Brazilian Journal of International Affairs No 9, 1-3/2024.

3.

Gelson Fonseca Jr.: «O Brasil e o multilateralismo no pós-1945» en Eduardo Uziel, Maria Luisa Escorel de Moraes y Paulo Roberto Campos Tarrisse da Fontoura (eds.): O Brasil e as Nações Unidas: 70 anos, FUNAG, Brasilia, 2015.

4.

«un Secretary-General Addresses General Debate, 78th Session», 9/9/2023, disponible enwww.youtube.com/watch?v=cj_p43w8iog.

5.

Grupo de Alto Nivel sobre las Amenazas, los Desafíos y el Cambio: Un mundo más seguro: la responsabilidad que compartimos, ONU, 12/2004, disponible en www.resdal.org/ultimos-documentos/un-informe-seguridad-04.pdf.

6.

La Misión Integrada de las Naciones Unidas en Timor Oriental fue desplegada en 2006 para dar respuesta a la grave crisis política y humanitaria surgida en el país entre abril y mayo de ese año.

7.

Luis Felipe de Seixas Corrêa: Brazil in the United Nations, FUNAG, Brasilia, 2013.

8.

«El precio de la paz y el desarrollo: ¿Cómo se financia la ONU?» en Noticias ONU, 4/1/2024.

9.

Nan Tian, Diego Lopes da Silva, Xiao Liang y Lorenzo Scarazzato: «Trends in World Military Expenditure 2023», Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), Estocolmo, 4/2024.

10.

Javier Solana: «The EU-Russia Strategic Partnership: Speech by the High Representative Designate of the European Union For Common Foreign and Security Policy», 13/10/1999.

11.

Barry Buzan: «A New Cold War? The Case for a General Concept» en International Politics vol. 61 No 2, 2024.

12.

Uppsala Conflict Data Program (UCDP), 7/2024.

13.

Olivier Blanchard: «The Perfect Storm: Deglobalisation’s Headwinds» en AXA Investment Managers, 22/7/2024.

14.

Externalización de procesos productivos en países cercanos, a menudo fronterizos [n. del e.].

15.

Decisión de producir y abastecerse en países que son aliados geopolíticos [n. del e.].

16.

Documento firmado por Fernando vi de España y Juan v de Portugal el 13 de enero de 1750 para definir los límites entre sus respectivos territorios en América del Sur [n. del e.].

17.

R. Barbosa: «Actes et discours: de m. Ruy Barbosa», W.P. van Stockum et Fils, La Haya, 1907, disponible en https://cuislandora.wrlc.org/islandora/object/lima%3a27262; Carlos Henrique Cardim: A raiz das coisas. Rui Barbosa. O Brasil no mundo, Civilização Brasileira, Río de Janeiro, 2007.

18.

João Augusto Costa Vargas: Campanha permanente. O Brasil e a reforma do Conselho de Segurança da ONU, FGV, Río de Janeiro, 2011.

19.

L.F. de Seixas Corrêa: ob. cit.

20.

Marianna Albuquerque y Gustavo Sénéchal: «Brasil no Conselho de Segurança das Nações Unidas (2022-2023)» en CEBRI-Revista: Brazilian Journal of International Affairs No 9, 1-3/2024.

21.

Ministerio de Relaciones Exteriores: «Brasil y la Reforma del CSNU», 30/9/2021.

22.

A.J. Ramalho: «A presidência brasileira do G20. Credibilidade em favor da governança global para um futuro mais justo, próspero e sustentável», Perspectiva, Fundación Friedrich Ebert, 11/2023, disponible en library.fes.de.

23.

Ministerio de Relaciones Exteriores: «Presidência brasileira do G20», nota de prensa, 1/12/2023.

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