El día en que Lole y Senna compartieron podio
En 1984 Carlos Alberto Reutemann ya estaba retirado de la Fórmula 1 y si bien sus miles de admiradores guardaban una no tan secreta esperanza de regreso a la máxima, el santafesino despojado de la corona 1981 por una trampa en la que se confabularon el destino y el dueño de su propio equipo, Franck Williams, había cerrado el ciclo y orientaba su vida a la actividad rural en su provincia natal.
Pero Lole nunca se alejó del deporte. Apenas dos años después de su despedida, fue convocado por los organizadores alemanes de “La Carrera de los Campeones”, una prueba de velocidad en la que se cruzarían en pista antiguas glorias del automovilismo, pilotos actuales y un “rookie” del que comenzaba a hablar el mundo: Ayrton Senna da Silva. Los autos no eran monopostos sino con techo, ya que la prueba era promovida por Mercedes Benz para reafirmar el linaje deportivo de su berlina 190, la herramienta con que la marca germana había decidido volver a la competición después de la tragedia de Le Mans 1955.
Reutemann desembarcó en Nürburgring con la simpleza de siempre, pero también con la chispa competitiva en su mirada, ese fuego sagrado que nunca perdió y que sacaba a relucir cada vez que se sentaba en un auto de carreras. Además del argentino y de Senna, que ese año estaba debutando en F1 y todavía no había protagonizado la proeza de Mónaco bajo un diluvio inolvidable, aterrizaron en el famoso “Nordschleife” (así llamado el trazado largo del circuito de Nürburgring) auténticas leyendas de la máxima categoría del automovilismo mundial: Niki Lauda (entonces dos veces campeón de Fórmula 1; 1975 y 1977), Keke Rosberg (campeón 1982 de Fórmula 1), Alan Jones (campeón 1980 de Fórmula 1), Alain Prost (sin campeonatos del mundo hasta ese momento pero luego cuatro veces ganador del título), Jody Scheckter (campeón 1979 de Fórmula 1), Sir Jack Brabham (tres veces campeón de Fórmula 1; 1959, 1960 y 1966), Sir Stirling Moss (seguramente el mejor piloto en la historia de la Fórmula 1 sin haber podido ser campeón), Phil Hill (campeón 1961 de Fórmula 1), Denny Hulme (campeón 1967 de Fórmula 1), James Hunt (campeón 1976 de Fórmula 1), John Surtees (el único piloto en ganar los campeonatos de Fórmula 1 y de MotoGP).
La carrera era a 12 vueltas y todos tenían el mismo medio mecánico, es decir, el Mercedes Benz 190 2.3 16 que la casa de Stuttgart había lanzado tiempo atrás para insertarlo en las competencias de turismo.
Alain Prost logró la pole, mientras que Ayrton (con quien todavía no había generado la famosa rivalidad que los encumbraría años más tarde) se clasificó en segundo lugar. Era (vale decirlo) la primera carrera en un nuevo trazado corto de poco más de 4 kilómetros con el cual Nürburgring quería volver a ser sede de la Fórmula 1, que lo había abandonado después del terrible accidente de Niki Lauda en 1976, cuando el austríaco fue rescatado de las llamas.
Se cuenta que las acciones en pista fueron divertidas e intensas al mismo tiempo. Había una gran expectativa por ver a los pilotos luchando por las posiciones con las evidentes diferencias generacionales. Los más jóvenes se adaptaron rápidamente a la dinámica del auto, pero los más veteranos como Brabham, Moss y Surtees estuvieron menos proclives a las demostraciones de destreza.
La lucha se dio desde el principio. En la largada Senna le cerró la cuerda a Prost disputando el primer lugar. Según relata el portal “El otro lado de las carreras”, el francés hasta entonces mantenía la guardia baja respecto del carácter aguerrido del paulista (incluso lo llevó desde el aeropuerto al autódromo antes de la carrera), pero lo cierto es que Prost terminó golpeando al italiano Elio de Angelis, con lo cual ambos quedaron relegados a la mitad del pelotón.
A partir de allí Ayrton Senna se adueñó del liderato, pero ya no escoltado por los más jóvenes sino por dos viejos rivales que volvieron a medirse sin miramientos. Estos eran nada menos que Niki Lauda y Carlos Reutemann, protagonistas de una relación que nunca llegó a la amistad en razón de que el argentino había reemplazado al austríaco en Ferrari después del accidente del 76.
Lauda terminó segundo, pero con la ventaja de hallarse en ejercicio pleno de la actividad ya que ese año lograría con McLaren su tercer campeonato mundial. Lole Reutemann llegó tercero para sorpresa de muchos, ya que demostró sus cualidades intactas para aprovechar los errores ajenos, cuidar la máquina y escalar posiciones con una estrategia cerebral y quirúrgica, la que lo llevaría a los primeros planos hasta hacerlo merecedor de la admiración de sus colegas y seguidores.
En ese momento, el subcampeón santafesino tenía 40 años y un perfecto estado físico para volver a correr en la máxima. Pero la decisión del retiro había sido definitiva. Pocos años después desembarcaría en la actividad política, donde llegaría a ser gobernador de Santa Fe, cargo que ostentaba cuando, en 1995, aceleró una docena de vueltas una Ferrari que Maranello envió especialmente para él a fin de que abriera el GP de la República Argentina. Lole falleció hace dos años, a los 79. Lo seguimos extrañando.