Adriano, el futbolista que eligió su villa miseria: “Soy el Emperador ...
13 de noviembre de 2024 · 09:17 hs.
Adriano, aquel enorme joven brasileño que alguna vez fue “la promesa” mundial, nunca tuvo reparos en hablar de los motivos que lo llevaron a tomar decisiones que, para muchos, arruinaron su carrera de futbolista.
Ahora escribió una potente, humana y desgarradora carta para un medio inglés, que está dando la vuelta al mundo por su profunda carga de realismo, que pone en contradicción los valores que se esperan de una estrella como él tras su ya lejano retiro.
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“Sé lo que se siente ser una promesa, y también una promesa incumplida. Yo soy el mayor desperdicio del fútbol,” confesó Adriano en esa carta, publicada en "The Players Tribune".
Con una sinceridad brutal, el exfutbolista abre su corazón para contar cómo es vivir con el estigma de haber “desperdiciado” una vida de lujo, fama y fortuna.
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Desde joven, Adriano se destacó en el fútbol. Su poderío físico y su habilidad en el área rival le valieron el apodo de “Emperador” en Europa, especialmente en su paso por el Inter de Milán.
Pero lo que para otros sería el sueño de una vida, para él significó soledad y tristeza. “Me llaman ‘Emperador’. Un tipo que dejó la favela para recibir el apodo de Emperador en Europa. ¿Cómo se explica? No lo entendí hasta hoy. Tal vez algunas cosas sí hice bien,” recuerda Adriano. En medio del lujo, lejos de la calidez de su gente y de la música de su tierra, el futbolista comenzó a experimentar la depresión.
AQUELLA SOLITARIA NAVIDAD EN MILÁNLas Navidades en Italia fueron uno de los momentos más difíciles para Adriano. “La primera Navidad que pasé en Milán fue dura para mí. El fin de año es una época muy importante para mi familia. Reunimos a todos,” relata. En esa época, Milán le resultaba sombrío: las calles desiertas, el frío implacable y el silencio, todo un contraste con el bullicio de su hogar en Brasil. Aunque su compañero Clarence Seedorf intentó ayudarlo invitándolo a cenar, Adriano simplemente no podía encontrar consuelo. “Quería estar en Río de Janeiro... Llamé a casa. ‘Hola, mamá. Feliz Navidad’, dije. ‘¡Hijo mío! Te extraño. Feliz navidad. Están todos aquí, el único que faltas sos vos’,” recuerda. Esa noche, solo en su apartamento, lloró como pocas veces. La nostalgia lo consumía y lo empujaba cada vez más lejos de su vida en el fútbol. Se bajó solo una botella de vodka.
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A pesar de los esfuerzos de entrenadores como Roberto Mancini y José Mourinho, y del apoyo de figuras como Moratti, Adriano nunca logró adaptarse al ritmo que Europa demandaba. “Intenté hacer lo que ellos querían... Lo intenté mucho con José Mourinho. Lloré en el hombro de Moratti. Pero no pude hacer lo que me pidieron,” admite. Adriano se encontraba atrapado entre dos mundos: el de su familia y su favela, y el de la gloria en Europa. Como muchos, recurrió al alcohol para calmar sus demonios internos. “Bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda,” confiesa con una honestidad que desarma.
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Al final, Adriano decidió dejarlo todo para volver a Brasil, un acto que muchos consideraron una locura. “La gente decía muchas tonterías porque todos estaban avergonzados. ‘Adriano dejó de ganar siete millones de euros. ¿Renunció a todo por esta mierda?’ Eso es lo que más escuché,” revela. Sin embargo, Adriano sabía que había tomado la decisión correcta. En su favela, Vila Cruzeiro, donde creció y encontró los valores que lo definen, el exjugador encontró algo que ningún contrato millonario podía ofrecerle: paz y conexión con sus raíces.
“Lo único que busco en Vila Cruzeiro es paz... Aquí camino descalzo y sin remera, sólo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en la calle, recuerdo mi infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo,” describe.
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Para Adriano, Vila Cruzeiro no es un lugar en decadencia, sino su lugar en el mundo, uno en el que siente la presencia de su padre en cada callejón. “Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo, es mi lugar,” afirma sin titubeos. Su historia no es la de un hombre que falló, sino la de uno que encontró el éxito en lo que para él es importante: vivir sin máscaras, cerca de su gente, libre de expectativas ajenas.
Adriano podría haber sido el ídolo eterno de los hinchas europeos, pero eligió ser un hombre libre en su Brasil natal. En Vila Cruzeiro, lejos de los lujos, pero con el cariño de los suyos, Adriano sigue siendo un Emperador, no de multitudes ni de estadios, sino de su propia vida y paz interior.
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